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LOS APRETADOS INFIERNOS

ASDRÚBAL FLORES

Para mi entrañable amigo, el académico non: RPT

Para Milenka

Para Malva

Hasta que llegue el día en que nos comprendamos bien, tan bien, tan perfectamente bien que nada tengamos

que decirnos.

Las medidas y los hombres, Witold Kula

La segunda sinfonía de Sibelius, dice Manfred Wöel, connotado crítico musical del Frankfurter Allgemeine Zeitung, está construida, sobre todo en el primer movimiento, a trozos que tienen su propia capacidad de ensamble. “Parece como si bastara ponerlos en cierta cercanía para que los elementos del conjunto se acomodaran por sí mismos, en un orden que no es definitivo pero sí permanente”. Después, el scherzo es lo que debe ser: una broma, un capricho del compositor. En el último movimiento reaparecen los temas que se presentaron en el primero, en un contexto diferente. La coda es breve.

Parte I. Los prolegómenos

Esta es la historia de un crimen y las circunstancias que lo motivaron. Es un intento de esclarecer sus móviles, tiempos y actores; de describir las instancias, los grupos y las personas que participaron en su compleja trama. Es asimismo una historia de soledad y pasión, determinación, estrategia y liviandad. Sobre todo, y a pesar de todo, es una historia de amor.

Los principales actores de esta trama son dos mujeres: Amaria Skleranikova, de quien no sabemos gran cosa, y Nuri Montserrat, de quien probablemente conocemos demasiado. Rusa la primera, mexicana la segunda; originarias de mundos lejanos que se encuentran, de súbito, frente a frente, por razones tan diferentes como la rotación del planeta, la conquista de México, la fundación de Guayangareo (después Valladolid, actual Morelia), la trata de esclavos y el mestizaje resultante entre negros, españoles y mexicanos, el dilatado imperio de los zares, las estúpidas guerras coloniales de los soviéticos en Afganistán, las alianzas de Bin Laden con los norteamericanos y el delicado encanto de la música barroca: Bach y el concierto para violonchelo y orquesta de Franz Joseph Haydn en do mayor. También es la historia de dos hombres: Evgueni Skleranikov y el profesor H., a quienes el decurso de la historia y circunstancias que un determinismo ajeno les impone, los hace transitar durante el relato (de principio a fin, sin que apenas lo sospechen) uncidos a un mismo yugo.

A lo largo del texto se presenta una breve semblanza de Ana, Ania, Ánushka, joven y genial violonchelista metamorfoseada de querubín barroco en presunto ángel exterminador.

El contexto

Cada acción genera su propio tiempo. Nada está inmóvil. El tiempo total es la resultante de los tiempos individuales. Éstos no tienen una sola dirección: las tienen todas. El tiempo absoluto es la inmovilidad, la omnisciencia, el reposo.

En la realidad las cosas ocurren de manera caótica, plural, generalmente sin un sentido definido excepto el que les confiere la convencional irreversibilidad del tiempo. En general se acepta que lo que está pasando ahora tiene que ver con lo que sucedió ayer y, simultáneamente, con asuntos que están ocurriendo en el mismo momento, en otros lados. Por otra parte (aunque esto sea mucho más difícil de reconocer, debido a los prejuicios asimétricos temporales que casi todos padecemos), existen pruebas microscópicas[1] que sugieren la dependencia de nuestro ahora respecto a uno o más futuros, distintos y alejados, que discurrirán en tiempos y lugares diferentes.

Por cierto, conviene aquí recordar que el espacio es la distancia que existe entre dos marcas sucesivas de una regla; tiempo, el fluido que discurre entre dos marcas sucesivas de un reloj. Ayer, hoy y mañana no son más que los signos externos de una convención arcaica. Provienen de un hecho fortuito: el primer relojero, el relojero primigenio, instaló las manecillas del primer cronómetro deslizándose en la forma ahora canonizada como el sentido de las manecillas del reloj, pero el mundo en que vivimos sería seguramente idéntico si este primer artesano hubiera diseñado y construido el reloj original, el padre de todos los relojes, de tal suerte que sus manecillas corrieran en sentido contrario (counterclockwise, dicen los de habla inglesa). A partir de ese momento el mundo entero, todos, habríamos comenzado a describir los acontecimientos al revés. Se hablaría del mañana, del hoy y del ayer, así, en sucesión canónica, con la misma naturalidad con que ahora decimos ayer, hoy y mañana. Moriríamos, viviríamos y naceríamos una y otra vez, de tal modo que tras varias vueltas de los relojes cósmicos ya no sabríamos, bien a bien, dónde nos encontraríamos. Todo sería lo mismo o, por lo menos, indistinguible de cómo ahora es. Cuando los astrónomos enfocaran hacia el universo sus poderosos telescopios estarían contemplando el futuro: cómo se vería el universo dentro de veinte años, después de veinte siglos o de dos o tres inmortalidades.

Se dice con frecuencia que esta clase de razonamientos resultan insanos (particularmente para los jóvenes) porque pueden conducir al concepto nihilista de que el tiempo no existe o de que, si alguna inmanencia posee, es exactamente igual a su contraria. El espacio, por ende… La realidad es compleja.

La imaginación

Cuando se repite lo imaginario –dicen los matemáticos– resulta una cantidad real y negativa (i.i = i2 = -1). Sería posible entonces que una mañana, al despertar, tras una doble y sucesiva imaginación, se materializaran y cambiaran de signo algunos episodios de nuestra vida: antes por después, arriba por abajo, bueno por malo, mentira por verdad, violencia por ternura, generosidad por mezquindad.

Amaria Skleranikova y Nuri Montserrat no lo advierten, porque su limitada comprensión del futuro les impide tomar en cuenta la posibilidad de su inexistencia. Algo, sin embargo, probablemente una pequeña jaqueca, un tic desconocido, un prurito nervioso o hasta una especie de recuerdo evanescente sobre quiénsabequé, podría ponerlas en la pista de cómo, a partir de cierto instante, su acostumbrada realidad ha cambiado de manera importante, trasmutándose, invirtiéndose.

Pero la realidad no importa, es una bruma tan tenue que el menor soplo de imaginación puede disiparla.

Vladimir Nabokov afirmaba: “Al final, las fuerzas de la imaginación se imponen siempre”.[2]

Existe un riesgo: si la imaginación no es sistemáticamente original, si se repite (i.i), se transforma en algo real y negativo (i.i) = -1: arriba por abajo, violencia por ternura, serenidad por desasosiego, verdad por mentira, realidad por ficción, generosidad por mezquindad.


1. Señaladamente, el experimento con neutrinos de Maltheston (nota al margen).

2. Ada o el ardor.

Parte II. Las inodadas