Para vos, Simón, porque no sos ningún mito.

Para Andrea Benites Dumont, revolucionaria.

En memoria de Aldo Comotto, revolucionario.

En memoria de Emilia Radovitzki.

© Agustín Comotto 2016

© De esta edición: Nórdica Libros, S.L.

Avda. de la Aviación, 24, bajo P

28054 Madrid

Tel.: (+34) 917 055 057

info@nordicalibros.com

Primera edición en rústica: octubre de 2018

ISBN: 978-84-17281-52-6

IBIC: FX

Depósito Legal: M-12028-2018

Impreso en España / Printed in Spain

Gracel Asociados

Alcobendas (Madrid)

Encuadernado en Ramos

Dirección de colección: Toni Mascaró

Diseño y maquetación: Sergi Puyol

Corrección ortotipográfica: Victoria Parra y Ana Patrón

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública

o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización

de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO

(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)

si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

2018

Agustín Comotto

Conocí a Agustín Comotto a comienzos de los años ochenta, en el último año de la dictadura genocida en la Argentina. Teníamos catorce años, éramos dos adolescentes que no habíamos tenido infancia (por motivos distintos pero asemejables) y, obviamente, nos atrajimos como dos imanes apenas vernos.

Agustín preguntaba y preguntaba por mi judaísmo, por las historias de errancia, por la fascinante interrelación entre el judaísmo y los procesos revolucionarios en la primera mitad del siglo xx y moría por los knishes de papa de mi bobe Manca, la rusa. A cambio me hacía conocer a Barón Rojo, el grupo de hard rock que había comen-zado a escuchar en su exilio en Madrid o me introducía en la historieta con autores como Moebius o Milo Manara, que había conocido en Europa, o los argentinos Alberto Breccia o incluso Oesterheld, a quien yo ya había conocido por mi padre.

Yo lo sumé rápidamente al centro de estudiantes secundarios, que funcionó clandestinamente hasta las elec-ciones de 1983 y fue reconocido a partir del retorno de la democracia. Agustín se destacó allí como uno de los dibujantes más originales de la revista El Tábano, que publicábamos bajo mi dirección.

Agustín es de esas escasas personas que prácticamente nacen sabiendo lo que harán en su vida. En su caso, era el dibujo.

Pero es recién a sus cuarenta y siete años, cuando despliega una obra que da cuenta de todos los intereses de su vida: la historia del judío errante anarquista Simón Radowitzky. Pero no adelantaremos mucho sobre la increí-ble vida de Radowitzky para no arruinar al lector el placer del suspenso.

No es casual que Agustín haya decidido ponerse en la piel de un judío que no tuvo infancia, que participó de los prolegómenos de la Revolución rusa, de las revueltas anarquistas en la Buenos Aires de comienzos de siglo, que sufrió décadas de encierro en Ushuaia, la «cárcel del fin del mundo». Y que luego apareció en la guerra civil española o hasta en tierras mexicanas. Un judío errante, internacionalista, ateo, contestatario, revolucionario, que participó de casi todos los hechos importantes de la historia universal de la primera mitad del siglo xx. Uno más de esa «plaga» que el nazismo, el fascismo, el franquismo buscaron «eliminar de la faz de la tierra». Un «ruso» que no tuvo infancia. Como Agustín. Como yo.

Agustín dedicó su vida al dibujo. Yo la mía a la academia y a la militancia, buscando comprender y confrontar las consecuencias de los genocidios en Europa, en América Latina, en Asia o en África.

Este libro nos encuentra otra vez, luego de treinta años. Agustín lo comentó conmigo y, desde sus primeras ideas, me fue enviando los bocetos. Íbamos imaginando cómo podía pensar o hablar un judío en la Rusia o la Argentina de comienzos de siglo, qué era un cuentenik o una menorah, cómo dibujar un hogar judío, cómo trazar un diálogo de un adolescente desencantado por la injusticia con su padre religioso, su vida con sus ami-gos revolucionarios en aquellas tierras frías habitadas por cosacos que, cada tanto, organizaban un pogromo para desquitarse con los más débiles y, cómo ello obligaba a los niños a transformarse rápidamente en adultos, escamoteándoles su infancia.

Un pibe sin infancia que no soporta la injusticia

Con Agustín volvemos a ser niños cuando nos vemos, en Barcelona o en Buenos Aires, intentando recuperar la infancia robada, jugar los juegos que no pudimos jugar porque había cosas más importantes de las que ocuparse.

Agustín perdió su infancia viajando solo a su exilio en Madrid, esperando con apenas ocho años (y sus herma-nos menores a cargo) en un banco del aeropuerto de Barajas a que su padre pudiera pasar a buscarlo, al terminar una reunión clandestina. Ya la venía perdiendo en la Buenos Aires del terror, cuando aprendió a chequear por el espejo retrovisor del coche si otros automóviles seguían al de su padre, cuando supo que su apellido era una información secreta que nadie debía conocer.

En esta obra, Agustín se encuentra con su historia e intenta saldar sus fantasmas. Me animaría a decir que es una de las grandes obras de su vida. Y cuando algo nos atraviesa de ese modo, no puede más que resultar con-tundente, como es este trabajo.

Me honra que Agustín haya decidido meterse con un judío para conjurar esos fantasmas. Porque, de algún modo, me incluye en esa decisión. En el judío Radowitzky, Agustín se reencuentra con el judío Feierstein, ese otro pibe sin infancia a quien conoció con catorce años en un aula de la Buenos Aires dictatorial.

Esta historia puede leerse perfectamente sin saber quién es Agustín Comotto. Pero creo que le otorga otra riqueza tener claro que, quien está detrás del guion y los dibujos, es el hijo de un argentino que intentó cambiar el mundo y que tuvo que pagar el precio del exilio por ello.

La historia de Simón Radowitzky merecía ser contada en historieta. Y no había mejor autor para hacerlo que Agustín Comotto.

que, dentro de la tristeza y el dolor de estas historias de la primera mitad del siglo xx, los lectores también podrán disfrutar. Disfrutar de la odisea de los hombres y mujeres que se indignan ante la injusticia y la opresión y que se animan a emprender el difícil camino de intentar cambiar el mundo. Algo que los genocidas, de la mano del terror, trataron de convencernos de que no valía la pena, que era imposible, que las ideologías habían muerto y que estábamos invitados a su entierro, allí por fines del siglo xx.

Pues no. Agustín nos cuenta la historia de un judío errante, terco como una mula y dispuesto a enfrentar una y otra vez a la injusticia allí donde le toque enfrentarla. Una historia que sigue siendo actual, pese a tanto pavo pregonando el fin de las ideologías y la inevitabilidad de la opresión.

Ojalá que este texto sirva para que siga habiendo hombres y mujeres que se sigan indignando ante la injusticia y creyendo que pueden hacer algo para cambiar el mundo. Allí estaremos con Agustín, aunque ya tengamos canas, como si tuviéramos otra vez catorce años, para contarles que «había una vez» alguien que se propuso enfrentar a la injusticia. Y que lo seguirá habiendo. Una y otra y otra vez. Por siempre jamás.

Daniel Feierstein

Presidente de la Asociación Internacional de Investigadores

sobre Genocidio (2013-2015) pero, mucho más importante,

compañero de banco en el colegio de Agustín entre 1982 y 1985

Sus ojos miraban de una forma cansada, no había alegría ni tristeza

en ellos. Esos ojos viejos, cansados y sin vida en un niño son aterradores.

Vasili Grossman, 1941

11

abren la jaula.

vamos a otra

jaula.

no qué he hecho esta vez.

da igual.

quizás sampedro tuvo un mal día.

lo sientO, lyudmyla,

ahora no puedo hablar.

12

poco importa el motivo y

tratar de entenderlo.

porque ya no estoy aquí.

sÓlo que…

afuera está nevando.

lo siento en el aire.

no hace falta que

lo vea, lyudmyla.

afuera nieva.

13

pegan bien.

dejan pocas marcas.

basta.

llévenlo a la

heladera.

andando,

ruso.

volvemos a

la jaula chica.

al final sólo se trata

de pasar de una jaula

a otra.

de una jaula…

a otra.

14

a otra.

lyudmyla.

¿dónde estás,

lyudmyla?

sacame de acá,

lyudmyla.

cuatro, cinco, seis,

catorce, treinta y cinco…

ciento cincuenta y siete,

doscientos cuarenta y ocho…

trescientos.

no hay más.

sólo trescientos

agujeritos de nieve,

lyudmyla.

uno, dos, tres…

15

como estos trescientos agujeritos fueron trescientas las sashen*…*

sólo era un murmullo, un retumbar sordo detrás mío. pero tenía un mal presentimiento.

que corrí para llegar al pueblo.

suerte de mis patas largas.

aún suena en mi cabeza ese sonido.

grave, mecánico, como una máquina de muerte.

*Sashen: braza rusa. Alrededor de 550 m.

16

no era la primera vez que venían a la aldea. antes insultaban, mencionaban al zar, pero no bajaban de los caballos.

ese día fue diferente. para ellos,

en stepanitz, todos éramos judíos.

aunque dimitri no lo era y murió esa tarde.

estuve con dimitri antes de ir al bosque.

no quiso venir conmigo.

ese día tenía cosas que hacer en su casa.

¡quemad

todo!

17

simplemente estaban limpian-do la tierra del amo.

quitando las malas hierbas. tuve suerte esa tarde, lyudmyla. no me vieron.

18

habíamos oído hablar de ataques a otras aldeaS, pero siempre más allá del polska.

En stepanitz poco había que

saquear. daba igual, los cosacos siempre nos han odiado.

decían también que la policía del zar les indicaba dónde debían arrasar.

lo que era seguro es que, cuando vinieron, la policía no estuvo para detenerlos.

¿cómo íbamos a saber sus motivos?

traigo un mensaje

de padrecito zar.

19

mi padre confiaba en el amo. según él, éramos buenos judíos, honrados.

“el amo nunca haría nada malo en nuestra aldea, que es suya”, Decía mi padre.

claro que el amo obedecía al zar y seguramente éste no pensaba igual. yo no sabía quién era el zar en ese entonces. alguien importante, suponía.

y ese maldito sabbat de un día cualquiera de enero, mi amigo dimitri cometió el error de no venir al bosque conmigo.

aprendí muchas cosas ese día, lyudmyla.

y me pregunto:

¿por qué él y no yo?

20

¿por qué no viniste conmigo

al bosque esa tarde, dimitri?

21

su madre lo encontró partido en dos, detrás del templo.

¿por qué no viniste conmigo al bosque esa tarde, dimitri?

creyeron que dimitri era judío. estaba cerca del templo y pensaron, supon-go, que todo lo que estaba cerca del templo era judío.

¡dimitri!

hijo mío, ¿qué te han hecho?

22

así como vinieron se fueron. dejaron poca cosa, excepto el odio de muchos y la resignación de algunos como mi padre.

el silencio era roto de tanto en tanto por algún perro aterrado…

o algún vecino tratando de encontrar al que no está.

al que ese día, como dimitri, estaba en el lugar equivocado.

23

tío pinjas era sastre. llevaba ropa hecha por él el día en que murió. Te diré que en ese momento perdí el sentido de las cosas y me llevó bastante tiempo recuperarlo. el pueblo, mis zapatos, todo lo que me rodea-ba, dejó de importarme.

también, supongo que por instinto, el miedo

se apartó de mi cuerpo. de haberlo conservado quizás estaríamos juntos ahora, lyudmyla.

claro que no sería YO, SINO otro.

pinjas.

¡tío pinjas!

¡shimele,

hijo!

¡shimele!**

**shimele: SIMÓN en yiddish.

24

¡al fin te en-cuentro, hijo!

lo han destrozado todo. ¡creí que te habían matado!

¡pinjas!

¿qué te ocurre? ¿te han hecho daño?

¡qué te han hecho, pinjas!

no supe decir nada, lyudmyla. mi madre abrazaba estúpidamente a su hermano. tratando de darle calor, como si fuera un juguete al que hay que dar cuerda para que vuelva a la vida.

y yo estaba allí, sin saber qué hacer, eterno y sin peso. el miedo, que ya no tenía, hace que sientas los pies en la tierra.

25

debemos irnos, mamá. alguien viene.

¡dios proteja a la

santa madre rusia!

¡dios salve a padrecito alexander, nuestro

querido zar!

¡viva pan**gurevik, amo

de estas tierras por la gracia del zar!

vámonos. tu padre y tus hermanos nos esperan.

los que antes vivían junto a mi casa bendecían la limpieza hecha por los cosacos del zar.

aparentemente, dios bendecía la matanza.

dejamos a tío pinjas allí tirado. no hubo tiempo de enterrar a los muertos ese día, lyudmyla.

*PAN: “señor” en el area ucraniana fronteriza con Polonia.

26

nos marchamos,

shimele. dejamos

la aldea.

han quemado todo lo que te-níamos y lo que era de valor se lo han llevado.

tu padre no puede

comerciar lo que no tiene. no existe un cuentenik**sin nada que vender.

te gustará, ya verás. además, tu pa-dre quiere que aprendas a escribir. ¡irás a un jedder!**

¿y a dónde iremos?

a la ciudad donde vive el tío abrasha.

¿y para qué necesito saber escribir?

tu padre piensa que

si sabes escribir en-tenderás mejor

el libro.

si entiendes la torá serás más bueno. no como esos miserables.

vi una vez a tío abrasha cuando era niño. vino a visitarnos y trajo regalos. me imaginaba la ciudad como algo que tenía mucha luz.

*Cuentenik: En yiddish vendedor. Recorrían los pueblos con su carro ofreciendo productos en cuotas. Cobraban cuando el cliente cobraba.

*JEDDER: Escuela judía tradicional. Los niños APRENDÍAN A leer y ESCRIBIR

en hebreo la TORÁ.

27

¿te dAs cuenta,

lyudmyla?

najman, mi padre, quería que fuese como mi primo

moshe.

religioso.

él tenía un plan para mí.

lyudmyla,

sacame de acá.

¿se puede saber dónde te habías metido?

han matado a tío pinjas, papá.

es cierto, najman. shimele

lo encontró cerca del

taller de costura.

vamos ADENTRO. hay que prepa-rarlo todo. mañana muy tem-prano dejaremos STEPANITZ.

¿qué?

28

sí, desde el ataque. deben de ser los nervios. grigori no es fuerte, lo sabes.

a dormiR, niños. mañana antes de que

amanezca marchamos

a yekaterinoslav.

¡¿sigue igual?!

shimele…

cuida de grigori,

szymon. ha pasado momentos muy duros.

najman era una buena persona, no por qué razón me prefería a en lugar de grigori, mi hermano mayor.

supe que gracias al cuarto bajo el suelo que mi padre había construido tiempo atrás, lograron salvarse del pogrom.

si yo perdí el miedo ese díA, lyudmyla, mi hermano perdió la cordura. nunca volvió a ser el mismo.

mis padres no durmieron esa noche. enterraron a tío pinjas

y prepararon lo poco que quedaba para ir a yekaterinoslav.

29

debiste escuchar a los que en el templo se

atrevieron a cuestionar, padre.

te pasaste horas discutiendo con ellos y fuiste de los primeros en expulsarlos por sus opiniones.

tan obediente eras a la torá. ¿acaso no eran comprensibles sus

dudas?

querían defenderse, padre.

¿dónde has visto un dios que deja morir a los suyos de esa manera?

sólo hablaban del derecho a defenderse. como los zelotes.*

alguien viene, lyud-myla. tal vez sea la última vez que hable con vos.

es rocha. ahora por qué me fajaron.

tengo mal la garganta y pedí sopa de papas.

a sampedro no le gustó que pida.

*zeloTES: facción radical judía que en tiempos de los romanos luchó

y se sublevó contra el invasor, resistiendo en la fortaleza de masada.

prefirieron el suicidio ante la derrota y la esclavitud.

te traigo un mensaje de

sampedro, ruso. dice que no

quedan papas y sin papas no hay sopa de papas.

30

no volvás a pedir, ruso. si pedís te toca premio, ya lo sabés.

estaba con dimitri cuando llegaron…

estaba con él. dijo que habías ido al bosque.

me escondí a tiempo,

pero vieron a dimitri. y… ¿sabes, shimele?

¿cómo?

ahora dimitri son dos

personas. una sin cuerpo

y otra sin cabeza.

¿cocinará su

madre para los

dos dimitris?

y me pregunto…

grigori era diferente. a veces permanecía largo rato

mirando embobado cómo pasaban las hojas de los

árboles flotando río abajo. era débil, el más sensible

de mis hermanos.

31

quedate tranquilo. sampe-dro sólo quiere hablar con vos. hoy no te toca.

dale, ruso, arriba,

que nos vamos.

te noto

desmejoradO, 155.

¿no dormiste bien?

32

no se doble, ruso, aguante.

aguante,

155.

acá lo tiene, sampedro. sano y salvo.

gracias, rocha.

pasÁ, 155, pasá.

pensé que nunca más abandonaría el pabellón 5.

33

estoy jodido, 155,

bastante jodido.

allá afuera están

empezando a romperme

las pelotas.

tus amigos no paran de joder. presionan. sos famoso: salís en todos esos diarios de mierda que publican. eso no está bien. después el que la caga soy yo.

deciles que paren en buenos

aires. el que se va a joder sos vos. o peor, voy a reventar a babby, por ejemplo.

y sabés lo que

te pasa cuando

me joden…

sabe que no puedo ordenar nada a nadie, sr. sampedro. no se meta con babby si el problema es conmigo.

está bien.

34

hoy es un lindo día, 155. me siento ge-neroso. por esta vez ganaste. pediste sopa de papas, tendrás sopa de papas.

pero seguís en la heladera.

sampedro odia a todos los que estamos aquí, lyudmyla.

cada día hay más heladeras llenas y no todos te tienen cerca para aguantar, amor.