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© 2018 Ezequiel López Peralta

@ 2018, Sin Fronteras Grupo Editorial

ISBN: 978-958-56808-7-6

Impresión en Colombia_Octubre 2018

Coordinador editorial: Mauricio Duque Molano.

Diseño & diagramación: paréntesisdc.com

Fotografía de portada: sp.depositphotos.com

Fotografía de solapa: Zulma Córdoba Chamorro.

Nomos impresores

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado - impresión, fotocopía, etc. -, sin el permiso previo del editor.

Sin Fronteras, Grupo Editorial, apoya la protección de copyright.

Contacto con el autor: Siempre es un gusto que estemos en contacto y podamos seguir intercambiando opiniones, información y puntos de vista. ¡Y también historias! No soy de los que piensan que porque tengo estudios y experiencia en el tema del erotismo significa que me las sé todas. Creo que lo más importante es la actitud de curiosidad y aprendizaje permanente, por eso me encantaría leer tus experiencias. ¿Quién dice que no puedas formar parte de la segunda versión de Crónicas Eróticas?

Estos son los medios a través de los cuales podemos estar en comunicación.

Sitio web: www.citaconezequiel.com / E-mail: ezequiel@citaconezequiel.com

Instagram: @citaconezequiel / Twitter: @citaconezequiel

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Canal de videos: www.youtube.com/ezequiellopezperalta

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

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agradecimientos

A MIS PADRES, RAÚL LÓPEZ PERALTA Y ANA MARÍA CALLONI, siempre presentes así sea en la distancia. Me inculcaron el don de la perseverancia y la persistencia para cumplir mis sueños.

A Mariella Köhn, mi gran amiga peruana, hermana de la vida, compañera de vagón. En una de nuestras interminables conversaciones surgió la semilla de esta obra, y le agradezco haberme prestado la idea por un rato. Alguna vez nos subiremos juntos al escenario, así ella canta y yo cuento.

A Andrea Medina, quien me impulsó a publicar esta obra en un momento en el cual no me sentía tan motivado para hacerlo.

A León Gindín, mi primer maestro y referente como sexólogo clínico, fallecido en julio del 2017. Más allá de algunas diferencias personales, no dejo de reconocer y agradecer sus marcas en mi formación profesional. Hasta siempre.

A todas las personas que me contaron sus historias, en algunos casos pidiendo ayuda, en otros solicitando mi punto de vista, o simplemente por el deseo de compartir sus vivencias. Mi profesión me permite el honor de ocupar un lugar estratégico en la vida de mucha gente, un lugar desde el cual puedo acceder al mundo más íntimo de miles de hombres y mujeres. Gracias a todos ellos encontré el material y la iluminación para estas crónicas eróticas.

A mi público de redes sociales que siempre me acompaña en cada uno de mis emprendimientos y locuras, incluyendo la publicación de todos mis libros. De verdad siento que son incondicionales.

A las mujeres, por inspirarme tantas cosas lindas.

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Introducción

CRÓNICAS ERÓTICAS NO ES UN LIBRO MÁS DE RELATOS ERÓTICOS, ni tampoco un simple texto de divulgación científica o de superación personal. Es una selección de historias reales, algunas de ellas crudas, otras trágicas, o quizás cómicas, que te van a tocar diferentes fibras y emociones. Vas a reflexionar, a experimentar diferentes sentimientos, a divertirte, a aprender de sexualidad, y quizás a erotizarte. Todo esto es lo que pretendo que te ocurra mientras devoras las páginas a continuación.

Mis obras anteriores, El erotismo infinito, El placer de seducir y Confesiones de un Besólogo han tenido una evolución desde lo informativo a lo anecdótico y lo vivencial, siempre pensando en que quienes me leen alcancen niveles más elevados de desarrollo erótico personal. Pero ahora procuro dar un salto cualitativo y presentarte relatos crudos, de personas tan reales como tú y yo, para luego proponerte un proceso de reflexión y aprendizaje. Desde ya te aviso que no todos los finales son felices.

Mis primeras Crónicas eróticas se componen de once historias que, insisto, en esencia son reales y les pasaron a personas concretas. Me reservo si son pacientes, amigos, enemigos, conocidos, seguidores, o incluso mis propias historias. Te confieso que hasta me parece divertido que trates de adivinar, por ejemplo, si en determinada crónica el personaje en realidad no es tal o cual, sino el mismo autor del libro. Eso sí, el secreto me lo llevaré a la tumba. Pienso que, en el fondo, más allá de que cualquier ser mortal tiene algo de chismoso, el protagonista es lo de menos. Lo importante es que en muchos capítulos te sientas parte de los personajes, de las situaciones o de las vivencias.

Si bien el eje de esta obra son las crónicas, como profesional de la sexualidad que soy, no puedo dejar pasar la oportunidad de analizar, reflexionar y recomendar. Así es como al final de cada crónica vas a encontrar mi análisis como experto, bajando un poco de línea y vinculando lo práctico con algo de teoría. También recibirás consejos eróticos relacionados con la historia que acabas de leer, por si sientes que en algo refleja tus circunstancias particulares y estás buscando algún tipo de solución.

La selección de las historias no ha sido tarea sencilla. Inicialmente tenía cerca de cincuenta opciones, y tras una primera selección quedaron veinte, luego quince y finalmente once. Traté de que las crónicas resultaran variadas y no siguieran una misma línea, más allá de que siempre en algún punto —obviamente— aparece el tema de la sexualidad y el erotismo, así como el contexto de la consulta psicológica, psiquiátrica o sexológica. Verás que muchas tienen relación con problemas o disfunciones sexuales, pero también vas a encontrarte con fantasías truncadas, o con el “sueño del pibe” hecho realidad. Algunos relatos son tremendamente transgresores, y otros crudamente cotidianos.

El humor está presente en los diferentes textos, como una manera de amenizar la lectura y porque además siento que el sexo y las risas van de la mano. De hecho mi siguiente desafío, te lo adelanto, es un libro en donde enseñe de sexualidad y erotismo basándome en el humor. No demorará mucho, te lo prometo. Mientras tanto puedes verme en diferentes circuitos de comedia de Latinoamérica, y en mis redes sociales —que están al final del libro—, donde te enterarás de las fechas de próximas presentaciones en todo el continente.

Debo confesarte, finalmente, que siento una tremenda responsabilidad y un gran desafío con estas Crónicas eróticas, y ojalá consideres que estoy a la altura de las circunstancias. Aquí la esencia de la obra no es el conocimiento sexológico —que por fortuna siempre me ha sido relativamente sencillo compartir— sino el desarrollo de las historias. Más allá de que son verídicas, existen muchos elementos de ficción con el fin de hacerlas más atrayentes y proteger la identidad de las personas involucradas. (Y narrar acontecimientos de modo que resulten creíbles, atractivos y cercanos es una tarea que pocos iluminados pueden lograr).

En el fondo, siempre trato de innovar en mi ocupación, y ser un profesional con distinción y un sello personal característico. Como me fascina la divulgación de todo lo relacionado con la sexualidad, procuro que tanto mis libros como mis conferencias, talleres y obras de teatro evolucionen y se note el cambio con el correr de los años. Y siento que Crónicas eróticas constituye una manera de hacer pedagogía tomando como punto de partida las realidades sexuales cotidianas.

Espero que este reto personal tenga sus frutos, que goces la lectura y transformes tu vida erótica. Si todo va bien, habrá más volúmenes con más crónicas. Dejé la suficiente cantidad de historias en mi maletín como para hacer, al menos, una trilogía.

Ahora sí, destapa el champagne, abre una caja de chocolates, quítate los zapatos y coloca los condones sobre la mesa de noche. A partir de este momento, todo lo que desees te puede ocurrir. Solo depende de ti.

1.Es la primera vez que me vuelve a pasar

2.Un ginecólogo complaciente

3.El swinger arrepentido

4.Sexo a la velocidad de la luz

5.Sin orgasmo no hay matrimonio

6.Como de costumbre

7.Hombre de día, bella de noche

8.Un trío sobre ruedas

9.El esposo de mi madre

10.Mi terapeuta, mi fantasía

11.Pecando en el confesionario

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Es la primera vez que me vuelve a pasar

Aunque parezca un juego de palabras, pocas cosas son tan duras para un hombre como no lograr la dureza deseada, es decir la erección del pene cuando se lo requiere para complacer y complacerse. La historia de Julián, un joven de apenas veintiocho años sumamente obsesionado con este tema, es en realidad la de millones de hombres en el mundo. Pero claro, más allá de los puntos en común, cada caso es un cuento aparte.

El árbol de la sexualidad de Julián creció torcido desde el comienzo. Su madre murió unos meses después de su nacimiento, por lo tanto no tenía el más mínimo recuerdo de ella. Su crianza estuvo a cargo de su padre, un marino mercante terriblemente machista, y de una abuela paterna bien castradora. Si algo bueno hubiera salido de este combo, se trataría de un verdadero milagro.

Cuando el personaje de esta crónica tenía dieciséis años, conoció a una chica en el colegio que, según sus compañeros, era la más atractiva del curso. Es el día de hoy y sigue sin entender cómo consiguió capturar su atención, ya que no se consideraba el más agraciado ni mucho menos. Sentía una verdadera fascinación por ella, era tal que hacía lo que fuera necesario para no perderla. Después de salir dos meses, y decidido a tener sus primeras relaciones sexuales, Julián la llevó a su casa un sábado por la tarde. Estaba nervioso (muy nervioso) como pescado en semana santa. Le temblaban las manos, el sudor bajada desde su frente, el corazón parecía que le iba a estallar. Comenzaron a besarse torpemente, se quitaron la ropa abalanzándose sobre la cama, ella puso la mano sobre su pene fláccido —hasta frío se sentía por el efecto del miedo—. «¿Te pasa algo, o no te gusta lo que estamos haciendo?», preguntó. «No, para nada, es solo que me preocupa que alguien entre a la habitación», dijo Julián. Puras excusas, porque él sabía que lo que tenía era un miedo tremendo a fallar, un temor que actúa a modo de profecía que se autocumple. Al final las cosas salieron mal, y el muchachito no se levantó. La frustración lo llevó a las lágrimas, a una angustia combinada con enojo y desilusión. ¿Cómo iba a fallar con ella, la mujer deseada por todos? ¿Qué iban a decir sus compañeros si se enteraban? ¿Y no sería que en el fondo no le gustaban las mujeres, y por eso le pasaba aquello? Su cabeza era una picadora de carne, haciendo puré su vulnerable cerebro.

Ante semejante drama, no se le ocurrió nada mejor que salir de la habitación y buscar a su padre, quien estaba haciendo unas tareas de remodelación en el patio de la casa. Llorando con desesperación, le contó lo que acababa de ocurrir. «¿Tú eres un maricón acaso? ¡Un tremendo maricón! Sal del medio, ¡te voy a enseñar lo que es un hombre de verdad!». Salió disparado hacia la habitación, allí estaba la chica desnuda, acurrucada debajo de las sábanas… y trató de tener sexo con ella a la fuerza. Una escena patética, que terminó a los golpes entre padre e hijo y con un escándalo de novela que derivó en la salida de Julián de su colegio.

A partir de ese momento, su vida sexual se convirtió en una obsesión. Su autoestima estaba tan golpeada, que comenzó a practicar artes marciales para sentirse, al menos por ese lado, más fuerte. Solo pensaba en la rigidez de su pene, y lo odiaba como a su peor enemigo porque no reaccionaba en el momento indicado. No importaba lo que estuviera haciendo, siempre los pensamientos de fracaso y de ineficacia sexual lo acompañaban.

Más o menos un año después del trauma con aquella niña del colegio, conoció a otra chica en una discoteca. Ella tenía tres años más que él. Quizás necesitaba eso, una mujer experimentada que le enseñara esas habilidades que desconocía, y que lo estimulara de tal manera que la golpeada máquina de placer no fallara. Ya no hizo falta esperar dos meses para concretar el encuentro —eso sí, por razones obvias no la llevó a su casa—. Salieron a un restaurante a conversar y a comer algo liviano, pero Julián no podía dejar de pensar en el siguiente paso. ¿Iba a poder o no? En ese encuentro se jugaba mucho más que el placer, sentía que su masculinidad estaba en tela de juicio. Así que decidió ir al baño a hacer una prueba, se encerró en uno de los cubículos y sentado en el inodoro comenzó a tocarse. Eso parecía, más que una masturbación, una plegaria. «Párate, por favor, no me hagas pasar vergüenza de nuevo», le rogaba a su pene rebelde, que siempre tiene su propia personalidad. No se paró nada, así que sus temores se multiplicaron. De más está decir que en el motel se repitió la escena. No lo logró, lógicamente, por más que las manos y la boca maestra de su compañera hicieran todo lo posible. Como ya no se le pasaba por la cabeza ir a llorarle a papá, no tuvo mejor reacción que golpearse una y otra vez la cabeza contra la pared, repitiendo «soy un maricón, no sirvo como hombre, mi padre tiene razón».

No había mucho más que hacer allí, así que decidieron tomar el camino de regreso en el bus. Como ocurre en la mayoría de las ciudades del mundo, el albergue transitorio quedaba en una zona periférica y el transporte venía vacío, de modo que estaban solos en un asiento al final del vehículo. Si bien la experiencia sexual de la chica no fue suficiente para desbloquearlo, al menos no reaccionó mal y lo abrazó para darle algo de consuelo en medio de tanta tristeza. Se rozaron sutilmente, hubo alguno que otro beso, y ella le apoyó con delicadeza la mano sobre su pene, encima del pantalón. ¡Y reaccionó!, por primera vez en todo el día. Tuvo una erección monumental, precisamente cuando ya no se podía. Hay penes que son rebeldes, pero el de Julián es de un cinismo que deslumbra. «¿Cómo puede ser que este desgraciado se despierte ahora?», gritó para sus adentros. Así es, cuando ya baja la presión, porque no hay nada por hacer en un entorno que no es el apropiado, con un mínimo estímulo se produce una respuesta. Y no sabes si alegrarte, porque indiscutiblemente ves que la cosa funciona, o deprimirte porque allí no puedes hacer nada. Lo que hubo en ese momento fue una risa a carcajadas, una risa nerviosa en definitiva, pero no dejaba de ser una luz de esperanza.

Julián resolvió buscar ayuda, algo que le diera un empujoncito. Todavía no estaba en el mercado la célebre pastillita azul, entonces probó todo tipo de pomadas, cremas, vitaminas… y nada. Así que con esta chica tampoco logró su cometido de salir de la zona de virginidad. Un tiempo después tomó una decisión: ir a terapia psicológica. Y lo hizo con toda la convicción, ya que pidió cita con un médico psiquiatra, de mucha experiencia y reconocido en su país.

La primera entrevista fue inolvidable, no para Julián sino para su terapeuta. «Doctor, si usted no me ayuda con este problema yo me suicido». Con esa frase abrió la sesión. «No estoy de acuerdo con esa decisión, pero si lo haces te advierto que no pienso ir a tu funeral», respondió el médico. Una intervención un tanto arriesgada, pero que desarmó completamente al novato paciente. Se dio cuenta de que frente a él tenía a un profesional con aplomo y experiencia, y entonces sintió confianza. Durante el resto de la entrevista lloró sin parar, como un bebé abandonado. La verdad es que en ese momento no había muchas alternativas médicas para tratar una disfunción eréctil, salvo la yohimbina —un medicamento de baja eficacia y varios efectos secundarios— y las inyecciones intracavernosas que se aplican directamente en el pene, un recurso que quizás podría pensarse un poco más adelante. Lo que decidió el médico fue prescribir un psicofármaco para el control de los pensamientos obsesivos, una sesión semanal de psicoterapia y una intervención un tanto paternalista pero que finalmente resultó efectiva. «Julián, hagamos algo. Cuando conozcas a otra chica que te guste, la traes a sesión y yo hablo con ella. Le explicaré que al comienzo te pones un poco nervioso, pero que con el tiempo se te pasa y está todo bien». El paciente compró la idea.

Apenas dos semanas después apareció en escena otra chica, una compañera de judo precisamente —parece que entre una y otra zancadilla, los roces generaron algún tipo de atracción entre ambos—. Le contó de su tratamiento, y ella lo acompañó al médico. Efectivamente el doctor, utilizando sus evidentes recursos de persuasión, logró convencerla de que fuera una especie de “asistente coital” y pronto se concretó el momento tan deseado. Fue en el apartamento de ella, que en definitiva era un buen espacio, ya que tenían todo el tiempo y la tranquilidad del mundo. A todo esto Julián había leído varios libros sobre sexo tántrico, y se tomó las cosas de otra manera. Prepararon el ambiente con velas, música lenta, aromas de sándalo. Se besaron y acariciaron durante mucho tiempo, recorriendo cada rincón de sus cuerpos. Ella se mostraba tranquila, y sabiendo los antecedentes de Julián, no apuró las cosas en ningún momento. Paso a paso. Hasta que por fin, llegó la erección tan deseada, fue tan firme que se sorprendió. Y cuando ella le dijo: «por lo que veo tú no tienes ningún problema», él se agrandó y avanzó para consumar el acto. Lo hicieron, quizás no fue el polvo de su vida, pero se quitó de la mente el peso de ser un hombre virgen y discapacitado sexualmente. Una vez más lloró, con la misma intensidad de aquel encuentro frustrado en su casa, pero la emoción no era de angustia desgarradora sino de una alegría que lo invadía. La chica no entendía lo que pasaba, y Julián de tan conmovido que estaba le explicó con detalles toda la verdad.

Si bien este episodio marcó un antes y un después en su vida —y de hecho quedó con la sensación de haberse quitado varias piedras pesadas de su mochila— el problema no se terminó allí. Siguió un tiempo más con su compañera de artes marciales, pero la verdad es que no estaban muy entusiasmados con la relación y terminaron de mutuo acuerdo. Julián comenzó a estudiar psicología, una decisión que a veces está motivada por el deseo de conocerse mejor a sí mismo y de buscar herramientas para resolver los propios conflictos internos. En esta carrera, aproximadamente nueve de cada diez estudiantes son mujeres, así que el roce con el género femenino ya no se daba por la práctica del judo sino por el contacto cotidiano. Las oportunidades se acrecentaron, así como las salidas y los encuentros cercanos. El problema persistía, pero luego de dos o tres encuentros con una chica, Julián tomaba confianza y consumaba sus relaciones sexuales. Es decir que lo que le explicó su psiquiatra a aquella chica en la sesión terminó siendo su manera de funcionar en la cama. Desde un punto de vista más emocional que sexual, necesitaba de un tiempo para relajarse, dominar el miedo, sentirse empoderado y alcanzar la respuesta deseada.

Con las primeras chicas, necesitó ayuda del médico. Tal como hizo con la primera, las llevaba al consultorio y el doctor explicaba con total naturalidad la situación de Julián. Pero afortunadamente con el tiempo logró independizarse, y él mismo daba una explicación convincente que le diera un margen razonable para relajarse. A diferencia de esa frase popular que resulta tan poco creíble, «es la primera vez que me pasa», en este caso pareciera decir «es la primera vez que me vuelve a pasar», algo más cercano a la realidad. Es una manera de no culpar a la mujer, de no hacerla sentir mal, ni poco atractiva, ni indeseable, pero a la vez de no mostrarse tan vulnerable como en aquel episodio traumático de su casa. Diferentes explicaciones y excusas servían de colchón para alivianar la ansiedad mientras que fuera necesario: el efecto secundario de un medicamento, una enfermedad médica en vías de mejora, problemas de manejo de la ansiedad, preocupaciones económicas, duelos no resueltos y también el estrés, justificación que tanto se utiliza en diferentes contextos.

Unos años después, la misma psicología y la experiencia dieron sus frutos. Ya no más psiquiatra, ni medicación, aunque sí terapia psicológica —que además le venía bien para aprender acerca del rol del psicólogo que ejercería alguna vez en el sillón del terapeuta—. Julián de a poco comprendió que la masculinidad no pasa por la dureza, ni el tamaño, ni la forma del pene. Y también vio cada vez con más claridad que esas presiones que él mismo se impuso le pesaban tanto sobre su sexualidad, que así no había erección posible.

Por esos tiempos, finalmente, salió a la venta bajo prescripción médica el sildenafil, cuyo nombre comercial es “viagra”. Para Julián eso era como maná que caía del cielo, una maravilla de la medicina que estaba esperando desde hacía años. Obviamente la consiguió ya en el mercado negro, meses antes de su lanzamiento oficial, y le trajo muy buenos resultados. Por fortuna estuvo bien asesorado y utilizó el fármaco de manera responsable, luego de algunos estudios médicos de rutina, y solo en ciertas relaciones sexuales. Por ejemplo, para el primer encuentro con una chica que le gustaba mucho, o cuando se sentía exigido, o presionado. Si no fuera por estas recomendaciones profesionales, nuestro amigo hubiera tenido todas las condiciones para depender de la “azulita”.

Después de varios años y de múltiples experiencias eróticas, Julián se enamoró. (Algún día le iba a pasar, y se lo permitió en la medida en que se fue amigando con la figura femenina, de la que era tan reticente hasta ese momento). Es lógico que entre la pérdida de la madre, la misoginia del padre y lo represivo de la abuela, no sería una tarea fácil. Pero a medida que se daba cuenta de que el ser hombre tenía más relación con un proceso de maduración y evolución personal que con su desempeño sexual, dejó de mirar a la mujer como a la jueza o evaluadora, dándole un lugar más humanizado a las relaciones. Algo tuvo que ver en todo esto la muerte de su papá, que fue por esos tiempos tras una larga convalecencia por enfermedad terminal. Dicen que la pérdida del padre es el peor momento en la vida de un hombre, por ser la caída de un “ídolo” o “referente personal fundamental”. Pero a él lo liberó, y le permitió construir su propio modelo de masculinidad.

La mujer en cuestión resultó ser profesora de yoga, y alguien con una paz interior admirable. Justo lo que le faltaba a Julián para encontrarse consigo mismo, incluyendo a su sexualidad, y a partir de ahí conectarse con los demás.

Esta crónica es la de un hombre que proviene de una estructura familiar quebrada, disfuncional, en total desequilibrio, y que por lo tanto tuvo pocas herramientas para salir adelante. Todo lo hizo por sus medios, prácticamente desde cero. Le tocó lidiar desde el comienzo de su vida sexual con uno de esos problemas que un hombre jamás quisiera tener. Es más, he escuchado a más de uno decir que preferiría un cáncer antes que una disfunción eréctil. Julián se reinventó a sí mismo, supo pedir ayuda a tiempo, eligió una carrera a partir de un conflicto pero al final la transformó en una vocación. Aprendió a elegir, y construyó una relación de pareja sana en base a su deseo de crecer como persona, algo que es más fácil de lograr con la compañía adecuada.

Si él lo logró, con todo ese tremendo peso emocional en su contra, otros hombres también pueden hacerlo.

Análisis del experto

La disfunción eréctil puede tener muchas causas, que además han sido ampliamente estudiadas: psicológicas, médicas, relacionales, sociales. Es más, nos resulta difícil establecer una separación tan tajante entre lo psicológico y lo médico —como era en otros tiempos— y, en general, hay un poco de cada componente. De hecho, lo que pasa en la mente tiene su correlato en el cuerpo, su impacto en la relación de pareja y también en la vida social. Y viceversa.

Un mecanismo que siempre aparece en estos problemas es el que llamamos “ansiedad por el rendimiento”, es decir la preocupación por el fracaso sexual que se manifiesta en forma de pensamientos negativos —que suelen comenzar antes de la misma escena sexual— y una serie de expresiones de angustia en el cuerpo, incluyendo la dificultad para lograr y mantener una erección firme. La ansiedad por el rendimiento va acompañada de lo que se llama “rol de espectador”, que consiste en estar monitoreándose permanentemente, manteniendo la atención en la reacción del cuerpo, particularmente de la rigidez del pene. Considerando que la erección es un fenómeno espontáneo inducido por un estímulo sexual y posibilitado por la concentración en las sensaciones, el hecho de estar más pendiente de la respuesta que de lo que la provoca genera, precisamente, ese efecto de bloqueo.

En el caso de Julián, estos mecanismos estaban presentes al extremo, dadas sus características obsesivas. Todo el tiempo pensando en su problema, incluso fuera de la cama, viviendo cada acto sexual como el examen más duro de su vida. En estas condiciones más de guerra que de amor, es impensable tener una respuesta adecuada a sus expectativas que, además, eran irreales. ¿Cómo puedes lograr una erección si no dejas de pensar en ella?

La confianza que recibió primero externamente de parte de su médico psiquiatra, consistió en el paso inicial para construir su seguridad interna. Un proceso largo, lento, pero sin dudas efectivo. Comprendiendo las raíces de su problema, con un modelo masculino francamente descartable, pudo pensarse a sí mismo como un hombre diferente.