La colección Emaús ofrece libros de lectura

asequible para ayudar a vivir el camino cristiano

en el momento actual.

Por eso lleva el nombre de aquella aldea hacia

la que se dirigían dos discípulos desesperanzados

cuando se encontraron con Jesús,

que se puso a caminar junto a ellos,

y les hizo entender y vivir

la novedad de su Evangelio.

Manuel Simó

Vivir hoy las fidelidades

Colección Emaús 110

Centre de Pastoral Litúrgica

Director de la colección Emaús: Josep Lligadas

Diseño de la cubierta: Mercè Solé

© Edita: CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA

Nàpols 346, 1 – 08025 Barcelona

Tel. (+34) 933 022 235 – Fax (+34) 933 184 218

cpl@cpl.es – www.cpl.es

Edición digital febrero de 2017

ISBN: 978-84-9805-989-2

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Introducción

Hablar de fidelidad o infidelidad, en singular, es hablar, con una sola palabra, de una serie de contenidos y realidades muchas veces muy distintas. Por eso prefiero hablar, desde el principio, de fidelidades o infidelidades, en plural.

Entre las fidelidades (o infidelidades) se podrían enumerar, por ejemplo, la fidelidad a Dios, la fidelidad al evangelio, la fidelidad a uno mismo y a los demás, o la fidelidad a la Iglesia; como también la fidelidad conyugal o a la pareja; la fidelidad a una opción de vida; las fidelidades a nuestras raíces familiares o sociales, y a nuestros compromisos y palabras dadas, etc., etc. E incluso el término se puede ampliar y rebajar tanto como para hablar de la fidelidad de un criado, la fidelidad de una traducción, la fidelidad de los perros, o designar como alta fidelidad la buena calidad en la reproducción de un sonido, tal como hoy se exige.

Hechas, pues, estas precisiones lingüísticas, creo que resulta obvio afirmar, por otra parte, que hoy el valor ético y la virtud moral de la fidelidad, en sí misma y en numerosos de sus varios significados, se encuentra en una importante situación de crisis o, como mínimo, en un notable proceso de clarificación del concepto. De hecho, para muchos, las fidelidades son consideradas como un valor arcaico, o el recuerdo de un pasado que ya no volverá; y a menudo son tildadas de actitudes neoconservadoras, impropias de una época en la que parece que solo cuenta la fugacidad y el momento presente, siempre con la incertidumbre del futuro.

La fidelidad y las fidelidades, en síntesis, no están muy de moda, ni son conceptos y valores en alza, sino más bien todo lo contrario. Tienen mala prensa, gozan de mala salud, y son vistas, a veces, como simples actitudes puritanas y formalistas. Hoy cuesta ser fiel.

A la vez, sin embargo, no deja de ser una curiosa paradoja que a los cristianos y cristianas, sobre todo en referencia a nuestra biografía litúrgica, se nos siga calificando de fieles, como si quedara insinuado que somos los referentes de la fidelidad; identidad, por otra parte, que no es ajena a nuestra propia condición, si pensamos y creemos que hemos sido creados a imagen de un Dios que es esencialmente fiel.

Paralelamente, es bien sabido que fidelidad y fiel provienen de una raíz común, fides (fe), muy ligada al verbo latín fidere, que significa confiar. La fidelidad, por lo tanto, supone plena confianza en Dios y en aquellas personas o aquellas realidades a las que otorgamos este tributo. Y siempre es desde este horizonte que hablaremos en este libro de las auténticas y verdaderas fidelidades, no solo considerándolas como un valor humano, sino también como una valiosa exigencia ética de nuestra fe y particularmente de nuestra fe cristiana.

Cuando hemos sobrepasado ya los 50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II, estará bien recordar que aquella magna asamblea nos habló de una Iglesia, de la que somos miembros, que “caminando en medio de tentaciones y tribulaciones, se ve confortada con el poder de la gracia de Dios, que le ha sido prometida para que no desfallezca de la fidelidad perfecta [el sub­rayado es mío] por la debilidad de la carne, antes, al contrario, persevere como esposa digna de su Señor y, bajo la acción del Espíritu Santo, no cese de renovarse hasta que por la cruz llegue a aquella luz que no conoce ocaso” (Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, 9).

Así pues, una necesaria y depurada clarificación conceptual de la fidelidad, excluyendo las caricaturas y deformaciones que a menudo la degradan, y una visión de las influencias ideológicas que la malbaratan; una visión bíblica y cristiana de las fidelidades, desde el paradigma de la permanente fidelidad de Dios y al evangelio; el tratamiento que se hace del valor de la fidelidad en el Concilio Vaticano II y en el Catecismo de la Iglesia Católica; una atención especial a las fidelidades a uno mismo, a la pareja, a la vocación elegida, religiosa o sacerdotal, y a la Iglesia, así como una visión global de las cualidades que deben acompañar a cualquier auténtica y verdadera fidelidad, entendida como una virtud fecunda y necesaria, serán los temas que se desarrollarán en las páginas que siguen.

Unas páginas, por otra parte, que me gustaría dejar muy abiertas a cualquier aportación por parte de sus lectores o lectoras. El filósofo personalista Gabriel Marcel (1889-1973) escribió en una ocasión que “ser fiel es responder a una misteriosa incitación a crear”. Animo, pues, a seguir reflexionando sobre este tema para depurar, entre todos, una fidelidad que, además de estar siempre enraizada profundamente en el amor, deberá ser libre, abierta, creativa, activa, crítica y siempre dinámica.