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Colección

Portada

Copyright

Dedicatoria

Epígrafe

Agradecimientos

1. Una primera mirada

2. Lo que ocurre en otras partes. Razonar del caso al mundo

Obtener un “visto” en Río de Janeiro

¿Cómo consiguen un aumento los profesores franceses?

“¿Qué tipo de comparación transnacional es esa?”

Encontrar resultados generales en lo inesperado y desconocido: Brasil

Aprender a partir de los inesperado y desconocido: Francia

Orientarse en la gran ciudad: cuando se razona a partir de “cuadras”

Industralización: la clásica demostración de Everett c. Hughes sobre cómo razonar a partir de un caso hacia un proceso general

3. Razonar a partir de analogías

La lógica de las analogías

La analogía entre las estructuras de derivación médica y lega

Derivaciones legas como un fenómeno general

Algunos pensamientos comparativos

4. Cajas negras. Utilizar casos para estudiar máquinas de entrada-salida

La lógica de entrada-salida

Los efectos de las drogas, conocimiento y estructura social

Conclusiones

5. Complejizar y combinar cajas negras. ¿Dónde reside el valor del arte?

Valor estético y valor comercial: el caso del arte contemporáneo

El regalo de Dennis Adrian

La caja negra de las valoraciones en el mundo del arte: las exploraciones de Moulin de otros mercados del arte

Sumar la historia y la clase

6. Imaginar casos

El poder de la inercia

Un caso distópico: Stan Cohen y el “último seminario”

7. ¿Dónde detenerse?

¿Cuánto es suficiente?

Razonar a partir de muchos casos

¿Cómo terminar una investigación?

8. Pagarés, promesas de pago y preguntas fulminantes. ¿Qué pasa con Mozart? ¿Y qué pasa con el asesinato?

La pregunta fulminante en acción: razonar a partir de casos estratégicamente incompletos

Palabras finales

Referencias bibliográficas

colección

sociología y política

Howard Becker

MOZART, EL ASESINATO Y LOS LÍMITES DEL SENTIDO COMÚN

Cómo construir teoría a partir de casos

Traducción de
Azucena Galettini

Bccker, Howard

© 2014, The University of Chicago Press

© 2016, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

A la memoria de

Stan Cohen,

Leigh Star y

Gilberto Velho,

viejos amigos y

compañeros intelectuales.

Algunos libros son premeditados, otros no. Este creció por sí solo y descubrió su forma y su cierre gracias a su propio movimiento, frustrando constantemente, a medida que crecía, las intenciones que con ingenuidad yo luchaba por imponerle, confundiendo una y otra vez una rama o ramita con un tallo.

Marc Fumaroli, Cuando Europa hablaba francés

Agradecimientos

Desde que comencé a estudiar sociología en la Universidad de Chicago, en la década de 1940, no dejo de pensar los temas del presente libro. No sería razonable de mi parte intentar agradecer a todos aquellos que me ayudaron a dar forma a mi pensamiento durante todos estos años, así que no lo haré. Algunas de mis deudas resultan obvias por las referencias y los comentarios que hago en el texto. En cuanto a quienes no menciono allí, bueno, sepan que estoy agradecido incluso si no recuerdo su ayuda.

De todas maneras, tengo muy presente lo mucho que me ha aportado, de las maneras más diversas, mi larga amistad y relación profesional con Douglas Mitchell. Una vez más, gracias, Doug.

Comparto mi vida con Dianne Hagaman, y soy consciente de la gran fortuna que eso supone. Dianne leyó cada palabra de este libro y me ayudó más de lo que puedo expresar.

Agradezco a Matt Avery su amable diseño, que da la bienvenida a los lectores y los hace sentirse como en casa en mi mundo.

Las novelas de Donald Westlake me ayudaron a terminar este libro. En momentos problemáticos, recurrí a ellas en busca de recreación y alivio.

Llevo al menos treinta años escribiendo sobre estos temas, a menudo para ocasiones especiales. Partes de las siguientes publicaciones tuvieron modificaciones, en mayor o menor medida, para su inclusión en este libro:

1. Una primera mirada

Una vez terminada la Guerra Civil de los Estados Unidos, luego de que Abraham Lincoln proclamara la emancipación de los esclavos negros y el Congreso y varios estados aprobaran la Decimocuarta Enmienda a la Constitución, que garantizaba derechos civiles plenos a todos los estadounidenses, sin importar su raza; una vez que todo eso ocurrió, tan pronto como los afroestadounidenses pudieron votar, una abrumadora mayoría votó por candidatos del Partido Republicano, y continuaron votando así durante muchos años. Todos sabían el porqué: Abraham Lincoln había sido republicano y los demócratas se habían opuesto a él y a sus políticas progresistas en materia racial, así que ningún afroestadounidense en su sano juicio (las mujeres no tuvieron derecho a voto durante buena parte de ese período) votaría de otra manera. Esa relación entre raza y voto republicano persistió durante mucho tiempo. Hasta que se interrumpió esa continuidad.

El quiebre se dio en 1932, cuando Franklin D. Roosevelt llevó al Partido Demócrata al poder y lo mantuvo allí el tiempo suficiente para aprobar importantes leyes que impactaron en la posición social y económica de la población más pobre, grupo que incluía a la mayor parte de los ciudadanos negros. La consecuente relación entre raza y voto demócrata persistió durante mucho tiempo, y al parecer será tan permanente como alguna vez se presentó la relación entre raza y voto republicano. O será así hasta que se interrumpa ese ciclo.

De manera similar, una vez que el boom posterior a la Segunda Guerra Mundial decayó, los Estados Unidos se transformaron en muchos aspectos. Los obreros fabriles y otros operarios, a quienes Roosevelt también había convertido en persistentes votantes demócratas, dejaron de aportar de manera tan masiva sus votos al partido, y la relación entre clase y partido, que hasta entonces parecía tan estable, dejó de serlo. Unos años después los obreros comenzaron a votar masivamente por los republicanos; fue el comienzo de la era de Reagan.

Esas correlaciones parecían tan fuertes que cualquiera podría utilizarlas como componentes básicos del pensamiento sociológico. Pero desaparecieron, reemplazadas por correlaciones opuestas, en un tiempo relativamente breve. ¿Eran erróneos los métodos de investigación y las estrategias teóricas que produjeron esas conexiones que tan pronto se demostraron falsas? ¿Los politólogos usaron datos erróneos o técnicas de análisis incorrectas? O, lo que es más probable, ¿esas conclusiones, aparentemente irrefutables, sobre la raza y la clase en relación con el voto estaban tan unidas a las circunstancias históricas que uno no podía estar seguro de que su validez perdurara hasta la siguiente elección? ¿Había algún error en el modo de pensar que suponía que hechos específicos, en su mayor parte aislados, sobre los votantes podrían predecir con tanta certeza lo que harían en una situación específica como una elección?

Sí, algo estaba mal. Pienso sobre estos temas porque, como científico social en ejercicio que investiga preguntas específicas que me interesan y que espero interesen a otros, entiendo que estas cuestiones hacen surgir problemas prácticos que debo resolver.[1] Buena parte de lo que estudio cambia con el tiempo: las experiencias de la gente con las drogas, por ejemplo, que abordo en el capítulo 3, o el modo en que los músicos comunes y corrientes –del tipo que se presenta en bares y fiestas– pueden tocar juntos de manera competente sin partituras a mano o sin ensayo previo (Faulkner y Becker, 2009). Estudio estas cuestiones de manera inclusiva, e intento aprender todo lo posible sobre qué afecta a aquello que me interesa, a la vez que busco comprender en detalle los fenómenos sociales estudiándolos desde cerca, con pormenorizadas averiguaciones. Una observación rigurosa invariablemente muestra que, incluso en las situaciones más ordinarias, obran más que algunas variables de fácil medición, y que en una situación todo tiene algún efecto en lo que pasa luego. Si cualquiera de esos factores no está presente o, mejor dicho, si hay alguna diferencia de grado o de forma, diferirá también el resultado (el siguiente acontecimiento en ocurrir). Como corolario, todo cuanto quede fuera del análisis o de la recolección de datos, quizá porque uno no es consciente de que eso está presente, quizá porque es muy difícil de encontrar –y, tanto más, de medir–, sigue de todas formas allí, funcionando, teniendo efecto. Quiero evitar el destino de los investigadores que para hacer su trabajo explicativo confiaron demasiado en unos pocos hechos de fácil observación. Por eso debo no sólo aprender todos esos otros elementos (o variables, el nombre que se le ponga no importa), sino incorporarlos, de modo sistemático, en mis explicaciones de lo que he estudiado.

Esta insistencia que menciono no se lleva bien con el pensamiento contemporáneo sobre cómo ocurren y se desarrollan los hechos o acontecimientos sociales, que en cambio funciona midiendo las relaciones entre elementos medidos en lugar de explicar cómo esas relaciones producen los resultados que deseamos comprender. Por tanto, confío en lo que suele denominarse “estudio de casos”; estudios exhaustivos de situaciones particulares, organizaciones o tipos de acontecimientos.[2] Muchos expertos han explicado la lógica de razonar a partir de conjuntos de correlaciones entre variables.[3] Este libro ofrece explicaciones que surgen de experiencias de investigación propias y ajenas sobre la lógica de razonar a partir de casos. ¿Cómo se llega del conocimiento detallado de un caso a ideas más generales sobre cómo funciona la sociedad o una parte de ella? Para explicarlo, debo introducir algunas ideas más, no muy complejas.

En primer lugar, una observación sencilla: debería tomarse en cuenta y utilizarse todo cuanto está presente o vinculado con una situación que deseo comprender. Si está allí, está haciendo algo, por poco importante que parezca, por muy discreto que sea. Hacer foco sobre una pregunta de investigación definida con nitidez y con límites acotados nos lleva a ignorar todo lo demás o descartarlo como un error azaroso o, de alguna otra forma, dejar de prestarle atención. Por mi parte, creo que esto es incorrecto y busco, en cambio, una manera de incorporar a cómo pienso lo que estoy estudiando aquello que de otra forma se dejaría de lado.

Otra observación simple: las cosas que estudio no ocurren todas al mismo tiempo, así que incluyo la idea de cambio o proceso en mis análisis. Cuando en aquello que estudio desaparece una relación que permanecía estable, no lo considero un desafortunado fracaso de la teoría que estoy evaluando, sino una oportunidad de aprender sobre algunas partes del proceso que hasta entonces no había visto. No como una falla de programación –según dirían quienes trabajan con computadoras–, sino como una característica.

Asimismo, sé que aquello que estoy estudiando en este momento se relaciona con otros elementos fuera del marco que he construido para mi trabajo y que, considerados desde otra perspectiva, bien podrían ser el centro de mi análisis. Intento no confundir mis elecciones deliberadas en cuanto al enfoque con aspectos ineludibles de la realidad.

Por consiguiente, mi trabajo no produce generalizaciones atemporales sobre relaciones entre variables. El resultado, en cambio, es la identificación de nuevos elementos en una situación, nuevas cosas que pueden variar en modos que afectarán el resultado que me interesa o nuevos pasos en un proceso que creí comprender hasta que se produjo una consecuencia diferente de la que esperaba. Puedo usar esos nuevos elementos de organización y proceso en mi siguiente investigación. Así, según entiendo, funciona la ciencia social. Utilizo el estudio exhaustivo de casos específicos para producir nuevas preguntas cuyas respuestas, en los casos específicos, pueden ayudarme, a mí y a otros, a comprender qué es lo que ocurre en el mundo social.[4]

Muchos piensan que el objetivo de la investigación y la teorización sociológicas es simplificar nuestra comprensión de la vida social al encontrar las leyes subyacentes que rigen su funcionamiento. Por el contrario, creo que el objetivo es definir la índole de todo lo que, de manera observable, contribuye a producir los resultados que me interesan e incluirlo en nuestra forma de pensarlos. Quiero que mi análisis, mi teoría, contenga todo cuanto necesito describir y dé cuenta de lo que mi caso de estudio me haya forzado a ver.

Ahora bien, muchos científicos sociales toman la física nuclear como modelo del tipo de teoría al que querrían que se asemeje su propio trabajo. Considero que un modelo más realista y útil es el de algunas de las ciencias biológicas. En fisiología, por ejemplo, la realidad que debemos explicar incluye innumerables casos de las cosas que nos interesan (por ejemplo, los cuerpos humanos y sus componentes); pero, a diferencia de lo que exploran los físicos o los químicos, ninguno de esos objetos de estudio es igual a otro, como son (o podría hacerse que fueran) muestras de cobre u oxígeno. Debemos explicar de qué modo un mecanismo subyacente, como el sistema circulatorio (cuyo diseño fundamental no varía mucho entre especímenes individuales), produce resultados enormemente diferentes (la presión arterial, por ejemplo) según la actividad de los demás sistemas que interactúan con él (esa es la esencia de las máquinas de entrada-salida, o cajas negras, que trataré en los capítulos 3 y 6).

Al igual que la fisiología, la sociología explica cómo un mecanismo subyacente produce una gran variedad de experiencias, que dependen de los demás procesos cuyos resultados interactúan con el proceso que genera esos resultados (por ejemplo, la manera en que las expectativas que tienen los consumidores sobre el efecto de una droga afecta lo que de hecho les produce cuando la usan).

Si uno piensa que la sociología debería producir un modelo sencillo que lo explique todo, no encontrará atractiva esta manera de trabajar. Pero si uno piensa que una comunidad científica que funciona se desarrolla menos por acumular montones de conclusiones que por crear un flujo continuo de nuevos problemas para resolver –que para mí es uno de los mensajes de Thomas Kuhn (1970) cuando describe la actividad científica–, considerará que este enfoque nos mantendrá ocupados mucho tiempo en el futuro. No sólo la complejidad de la vida social, sino también el cambio histórico, que sigue produciendo nuevas formas de actividad colectiva, garantizan este flujo continuo. Que a su vez provoca nuevas ideas, nuevos problemas de investigación y nuevas categorías de elementos cuya variación obra sobre esas nuevas formas.

Los capítulos siguientes retoman una variedad de preguntas que surgen cuando uno trabaja en una búsqueda constante de nuevos elementos para agregar al esquema explicativo; elementos que se vuelven visibles a partir de la inspección minuciosa de los detalles de casos específicos, y razonando a partir de los detalles de un caso hacia una idea más general. Cada capítulo utiliza casos específicos, en su mayoría trabajos que hice y expuse en el pasado, que ejemplifican de una manera u otra ese modo de razonar y dan cuenta de cómo lo hice. Los casos específicos son interesantes por sí solos, pero el énfasis está puesto en lo que pueden enseñar sobre esta manera de trabajar y cómo hacerlo de forma productiva.

1 Un análisis sobre preguntas relacionadas, más abstractas y relevantes a la filosofía de la ciencia, la epistemología, o versiones más abstractas de la teoría sociológica puede encontrarse fácilmente, por ejemplo, en Hedström y Swedberg (1998), Hedström y Ylikoski (2010), Hedström y Bearman (2009) y Ragin (1987).

2 Los ensayos que compilamos con Charles Ragin en What is a Case? (1992) incluyen importantes debates sobre esos asuntos, no haré un resumen aquí.

3 Véase, en especial, el iluminador ensayo de Passeron y Revel (2005).

4 Véanse los ensayos de Vaughan (2004, 2006, 2009) sobre razonamiento analógico, que exponen un punto de vista algo diferente, aunque afín.