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Presentación. Aportes para pensar el clientelismo sin prejuicios (por Gabriel Kessler)

Prólogo a la edición en español. ¿Cómo viaja el clientelismo? Conceptos, problemas y contextos

Introducción

1. Génesis de los estudios del clientelismo. Circulaciones geográficas y disciplinares

Los primeros estudios sobre las relaciones personalizadas en las sociedades tradicionales y occidentales

De los “primitivos” a los “modernos”

Una aldea andaluza

El lugar del clientelismo en la construcción del dominio de estudios sobre las sociedades mediterráneas

Honor, familia y patronazgo: la “receta” mediterránea

El caso griego, un laboratorio político

La reapropiación del concepto por la ciencia política

De las relaciones interpersonales a los regímenes políticos

Del Estado clientelista a la corrupción

Conclusión

2. Los actores del clientelismo

Las máquinas políticas

El “patrón”: un actor clásico pero hoy olvidado

El “intermediario”: una figura clave

El “cliente”: un actor poco escuchado durante mucho tiempo

Conclusión

3. Una perspectiva europea

El caso italiano

La formación del Estado y la construcción de configuraciones clientelistas en Italia

¿Cultura o estrategia? Las razones del clientelismo italiano

La era del clientelismo moderno: la democracia cristiana y la Italia de la posguerra

El caso francés

Surgimiento del mercado político en el siglo XIX

Córcega: ¿un modelo mediterráneo específico?

Conclusión

4. Una perspectiva latinoamericana

La Argentina

Clientelismo y movilización en el siglo XIX (1810-1912)

Los radicales y la modernización de la participación política

Una sociedad civil renovada: el advenimiento del peronismo

La crisis de la “Argentina peronista” y la renovación de los estudios sobre el clientelismo

México

De las autoridades coloniales a los sobresaltos de la independencia

“Sufragio efectivo y no reelección.” Revolución y posrevolución

El ascenso de los caciques

El control político urbano

Competencia política y “compra de votos”

Conclusión

5. El espacio internacional de la gobernanza y el redescubrimiento del “problema” clientelista

La lucha contra la pobreza y el empowerment de los pobres

La “calidad de la democracia” y la transparencia como retos expertos y políticos

La transparencia y el voto de los pobres

Conclusión

6. Trabajo político y sentido moral en situación de conocimiento mutuo

Repensar los términos del intercambio: los abordajes desde la óptica de la economía moral

Aprehender la relación en la situación de interacción

Estudiar los intercambios en política: un desafío metodológico

Conclusión

Referencias bibliográficas

colección

sociología y política

serie rumbos teóricos

Dirigida por Gabriel Kessler

Gabriel Vommaro

Hélène Combes

EL CLIENTELISMO POLÍTICO

Desde 1950 hasta nuestros días

Traducción de
Horacio Pons

Vommaro, Gabriel

© 2015, Éditions La Découverte

© 2016, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Presentación

Aportes para pensar el clientelismo sin prejuicios

Gabriel Kessler

La sola mención del clientelismo evoca, por lo general, una miríada de imágenes negativas, a tal punto que el discurso político y mediático lo ha convertido en uno de los principales males que la democracia moderna debe erradicar. Sin embargo, como muestra este libro, se trata de un fenómeno político y social de larga data, complejo y heterogéneo, presente a lo largo de la historia en diversas latitudes, y que ha sido objeto de investigación de la antropología, la historia, la sociología y la ciencia política. De este modo, el clientelismo puede considerarse como el plexo donde convergen las relaciones interpersonales en las diferentes escalas de poder, la imbricación entre el funcionamiento formal e informal de las instituciones, las tácticas locales para intentar morigerar o legitimar las asimetrías de clase y de poder, entre otros principios importantes para el desenvolvimiento del juego social.

Este libro es una suerte de diálogo que atraviesa el Atlántico, escrito por Gabriel Vommaro, sociólogo argentino doctorado en Francia que ya cuenta con una obra sumamente interesante, entre otros temas, sobre las relaciones de clientela, el nacimiento y la construcción del partido PRO, las encuestas electorales y los expertos en la cuestión social, y Hélène Combes, politóloga francesa, especialista en partidos y movimientos sociales en América Latina, con resonantes investigaciones sobre el fenómeno clientelar en México. En él recorren los estudios del clientelismo desde 1950 hasta nuestros días y ofrecen un texto de síntesis, a la vez profundo y de ágil lectura.

Los autores conciertan su propia perspectiva del fenómeno, abrevando en la tradición de la sociología de Bourdieu, en la epistemología constructivista, tomando también elementos de la sociología pragmática. Una de sus hipótesis principales es que, más allá de las variaciones nacionales, y en especial en América Latina, hay una tendencia a subsumir en el estudio del clientelismo todas las formas de la participación popular, en virtud del modo en que se configuró en cada país el debate académico y ciudadano sobre la política en los barrios populares. Por supuesto esto resonará familiar para los lectores y las lectoras latinoamericanos donde el clientelismo es, tal como afirman Vommaro y Combes, una categoría política y una etiqueta moral que da cuenta de la supuesta manipulación de los sectores populares por parte de las élites. Así las cosas, se lo circunscribe a lo que sucede con los sectores subalternos y pocas veces se usa este atributo para tipificar y juzgar hechos comparables que involucran a otras clases sociales.

El texto parte de un muy interesante capítulo introductorio en el que los autores exponen su visión y perspectiva teórica sobre el tema. Los seis capítulos que siguen ofrecen una serie de claves de análisis y propuestas para una agenda de investigación presente y futura.

Los primeros capítulos proponen un recorrido por casos nacionales e internacionales y relevan las perspectivas de la antropología, la sociología y la ciencia política, sus interrogantes y paradigmas teóricos. También se ocupan de los actores de esta compleja relación social: en cada época y contexto, unos han concitado más atención que otros. Luego, se describe cómo el clientelismo político se ha transformado en objeto de acción, acusación y deseada erradicación por parte de una de importante red de organismos internacionales y consultores especializados, para concluir con una propuesta analítica y metodológica para estudiar las relaciones clientelares.

En el capítulo 1 se reconstruye el recorrido histórico y geográfico del concepto. Ya en la década del cuarenta la antropología se interesa por cómo las relaciones personales modelan las relaciones políticas en las sociedades modernas. Los años setenta marcan un primer punto de inflexión, cuando la ciencia política comienza a considerar el clientelismo como un rasgo de las sociedades subdesarrolladas, un residuo del pasado. Desde esta perspectiva, Asia, las sociedades mediterráneas (como España y Grecia) y América Latina se convierten en privilegiados territorios de estudio, sobre todo para la antropología social inglesa y norteamericana. Tres son las apuestas de estos estudios pioneros: una, metodológica, validar en Occidente métodos acuñados para estudiar sociedades no occidentales; una segunda, dilucidar los juegos de escala entre mediadores locales e instancias de poder extraterritoriales, y la tercera, ahondar en cómo los regímenes previos de amistad y compadrazgo son incorporados por el sistema político para poder gobernar.

La ciencia política produjo un desplazamiento del interés por los sujetos y las relaciones interpersonales a los actores institucionales. El clientelismo adopta entonces la caracterización que tendrá hasta el presente: será considerado a la vez una de las causas y una de las consecuencias del subdesarrollo y será declinado junto a temáticas y conceptos tales como corrupción, “neopatrimonialismo” (indiferenciación de los recursos privados y los del Estado) y “familiarismo amoral” (un ethos de permisividad normativa para las acciones estratégicas del propio grupo), entre otros. Se emplaza así el dispositivo de evaluación moral persistente hasta hoy. Por lo demás, interesa cómo la ciencia política establece relaciones entre el mayor peso del clientelismo y el carácter más o menos centralizado del Estado, focalizando en el juego de escalas entre el plano nacional y el local.

El capítulo 2 se centra en los actores del clientelismo. También aquí hay un peso de la historia y los contextos nacionales: cada período se interesó más o menos en los distintos actores. Así el texto pasa revista a las “máquinas políticas”, tomando el caso de Japón como ejemplo; aborda la figura clásica del boss y los intermediarios en los Estados Unidos y releva el caso de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Casi ausente en los estudios de décadas previas, la voz de los clientes adquiere relevancia en las investigaciones cuestionando el tinte de pura dominación y manipulación que durante largo tiempo se había adjudicado al fenómeno.

El capítulo 3 se ocupa de los estudios sobre clientelismo en Europa. Se trata de un concepto nodal para reconstruir la edificación de la Democracia Cristiana como partido mayoritario en la Italia de posguerra, a través de una sofisticada trama de redes y asociaciones ligadas a la Iglesia católica. Por el contrario, la noción ha tenido una presencia menor en Francia. El decurso del voto restringido al universal durante el siglo XIX ha sido narrado como el pasaje de una oferta interpersonal por bienes privados hacia otra de bienes públicos, valores abstractos y representaciones de futuro. Con tal matriz de legibilidad, no es de extrañar que un concepto para el cual el intercambio interpersonal y material es central concitara poco interés. Vommaro y Combes cuestionan esta ausencia y muestran cómo la clave explicativa no responde tanto a la falta de hechos que en otras latitudes podrían haber sido caracterizados como clientelares, sino a que rara vez se ha utilizado como una categoría política y moral a la hora de la disputa entre adversarios o en el lenguaje judicial. Más bien abuso de bienes públicos, abuso de confianza, tráfico de influencia han concentrado la atención pública y judicial en el contexto francés. El caso galo contribuye a demostrar una de las hipótesis de los autores en cuanto a que el peso académico del concepto en los diferentes países es indisociable de la centralidad que haya adquirido en el debate público y como criterio de evaluación moral.

La perspectiva latinoamericana se presenta en el capítulo 4, en particular los casos de la Argentina y México, donde cada uno de los autores ha realizado sus aportes. Un recorrido histórico pone de manifiesto el lugar del clientelismo en ambos países. En la Argentina, el concepto sirve como hilo conductor para vincular las formas de movilización de clubes y redes informales a partir del sufragio masculino directo en 1821, los cambios que implicó el voto universal masculino a partir de 1912, el uso que hizo el radicalismo del Estado, la irrupción del peronismo y, más recientemente, del puntero como un agente de “resolución de problemas”. Este recorrido permite restablecer una historicidad compleja a lo que hoy aparece como clientelismo en los medios de comunicación y en parte de la academia.

La historia de México es distinta: el clientelismo está ligado a una forma de construcción y mantenimiento del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder durante casi todo el siglo XX, más en el medio rural que en el urbano, y con un interés de los estudios centrado en la compra de votos. De modo más reciente, y ya con el Partido Acción Nacional (PAN) en el poder, los estudios de clientelismo giran sobre todo en torno a la distribución de programas sociales. Pero, en ambos casos, nos enfrentamos con el signo común de los estudios del tema: la imagen de la manipulación de los medios populares por parte de las élites, imagen poderosa que los autores, con maestría, matizan, cuestionan y deconstruyen.

El capítulo 5 aborda un tema actual y fascinante: el redescubrimiento y la reconfiguración del problema por parte de organismos internacionales de gobernanza y su lucha común para que el clientelismo sea erradicado, en particular, un dictado desde los países centrales para el sur. De modo análogo a lo que Sebastián Pereyra muestra en Política y transparencia sobre la inclusión de la corrupción en el marco del fin de la oposición capitalismo-comunismo y la necesidad de buscar nuevos enemigos políticos durante una impasse de vacancia ideológica que era preciso colmar. El clientelismo es incorporado de lleno en esta nueva agenda con un poderoso “aire de familia” con la corrupción, en tanto es transformado en indicador de una baja calidad de la democracia, una escasa transparencia o un déficit de accountability, en la nueva quimera del fin de la opacidad de lo social. El interés está centrado en detectar la “compra de votos” y al hacerlo −muestran Vommaro y Combes− se quita al concepto su historia, su lugar como mucho más que un intercambio puntual e interesado entre dos actores y, de modo general, toda su densidad como hecho social y como fenómeno complejo de la vida política y social. Erigido en mal moderno, una vasta de red de especialistas, de profesionales de la erradicación del clientelismo recorre el mundo, más atenta a los males de los países del sur que a lo que sucede en las naciones centrales, más concentrada en la base que en la cúspide de la pirámide social.

Los autores cierran el libro con una sagaz conclusión en la que presentan claves de lectura para cubrir las lagunas que aún persisten en el tema y proponen nuevas líneas de investigación. Para evitar la mirada descalificatoria, restablecen el interés del concepto de “economía moral” de Edward Thompson, quien focaliza en pensar los términos de intercambio con formas de circulación de bienes y servicios, pero ligadas a nociones compartidas de justicia. Brindan, asimismo, propuestas para resolver el desafío metodológico de estudiar el clientelismo en terreno, tomando en serio el momento mismo de la interacción y las escenas donde se desarrolla. Plantean también la necesidad de extender la mirada a los intercambios protagonizados por otras clases para desmontar el prejuicio que circunscribe el clientelismo a los sectores populares, entre otros aportes de estas páginas de cierre.

Este libro, publicado originariamente en Francia por la colección “Repères”, es un trabajo que combina profundidad y poder de síntesis, que recorre épocas, países, disciplinas; resalta los aportes teóricos de cientistas sociales del norte y del sur, y, de un modo certero, muestra toda la productividad de las ciencias sociales para echar luz, historicidad, complejidad y establecer relaciones con otros procesos políticos, sociales y culturales sobre un concepto de tanta actualidad y objeto de tantas miradas acusatorias. La serie “Rumbos teóricos” confía en que será un libro insoslayable no sólo para quienes se interesen puntualmente en el tema, sino para los lectores y las lectoras empeñados en comprender de forma cabal cómo se desarrolla la política en la vida cotidiana y su vinculación con historias, culturas y relaciones sociales diferentes.

Prólogo a la edición en español

¿Cómo viaja el clientelismo? Conceptos, problemas y contextos

El concepto de clientelismo es a la vez una categoría analítica y una etiqueta moral. Da cuenta de un fenómeno político –un tipo de relación personalizada en la que intervienen formas de reciprocidad e intercambio– y de un modo de descalificación y denuncia de ciertas desviaciones del ideal político de la ciudadanía democrática. En palabras de Jean-Louis Briquet, cuyo análisis sobre la cuestión fue sumamente inspirador para nuestro trabajo, el clientelismo es un fenómeno vinculado a la dimensión “oficiosa” de las prácticas políticas (Briquet, 1995). Este libro procuró mantener en relación estas dos dimensiones del objeto, lo que implica preguntarse por las maneras en que es movilizado el concepto, en términos analíticos y morales, una vez que viaja de una configuración a otra.

Así, la publicación de esta obra en la serie “Rumbos teóricos” que dirige Gabriel Kessler, escrita originalmente en francés y fruto de largos años de trabajo en conjunto, nos lleva a interrogarnos sobre el modo en que puede ser recibida por los nuevos lectores. ¿Cómo viajan los conceptos de una configuración nacional a otra? Esta pregunta, de gran pertinencia en las ciencias sociales, tiene aún más sentido para nosotros: al escribir este libro en lengua francesa (Sociologie du clientélisme) nunca dejamos de pensar, como esperamos se vea reflejado en el texto, en los debates de las ciencias sociales latinoamericanas. Además, la perspectiva comparatista nos permitió aprehender las diferentes significaciones del concepto en contextos nacionales y momentos históricos también diferentes.

La sociología se ha ocupado de estudiar las formas de importación y exportación de ideas, debates y explicaciones forjados en ciertas condiciones a otras, con los malentendidos, las desnaturalizaciones y los estiramientos conceptuales que se producen en esos viajes. La circulación de ideas es, a la vez, ocasión de “traiciones” al sentido original y condición para que el poder explicativo de los conceptos se extienda, y de ese modo logren dar cuenta de realidades diferentes a las que les dieron nacimiento. Al respecto, Pierre Bourdieu afirmó que las importaciones de autores y conceptos suelen ser producto de estratégicas herejías: “Los autores extranjeros son asiduamente objeto de usos instrumentales: son utilizados por causas que quizás ellos reprobarían o rechazarían en su propio país” (Bourdieu, 2002: 5).

Al mismo tiempo, las traiciones y los malentendidos producidos por los cambios de significado de los conceptos al viajar de una configuración a otra, así como entre perspectivas teóricas y disciplinas, son el precio a pagar para que el diálogo entre científicos sociales de latitudes y paradigmas diferentes sea posible. La comparación no podría realizarse, ni siquiera la comparación controlada, sin correr ese riesgo contextual. En este sentido, los conceptos actúan como dispositivos que permiten conectar actores e instituciones en torno a un lenguaje común que define una problemática que recubre diversas realidades, todas ellas reunidas, en este caso, alrededor de una noción que actúa como “caja negra”, utilizando la terminología de Bruno Latour.

El concepto de clientelismo no es una excepción. Fue utilizado por historiadores, antropólogos, sociólogos y politólogos para referir fenómenos que van desde las relaciones políticas personales de larga data hasta esporádicas transacciones cuasi mercantiles. Su viaje de una configuración nacional a otra lo asoció a debates conceptuales y políticos diferentes, y lo colocó en un trasfondo de crítica o de celebración de los modos en que se practica la política en cada caso. ¿Cómo explicar, entonces, las distintas vidas semánticas del clientelismo?

Digamos en primer lugar que si, como sostenemos, el clientelismo no es sólo un tema de actualidad en los debates académicos, sino también una etiqueta de importancia en las actividades de calificación y descalificación de actores y prácticas políticas llevadas a cabo por los “profesionales del comentario político” (periodistas, intelectuales, opinólogos) (Offerlé, 2011), así como por otro tipo de actores y observadores del mundo político, la desigual presencia del tema en el debate público en disímiles configuraciones nacionales y momentos históricos dará como resultado una configuración diferente del clientelismo como problema social, y por lo tanto, del modo en que es definido como un mal por combatir.

A diferencia del caso francés, en el que la cuestión es menos central, tanto en la Argentina como en México, países en los que realizamos nuestras investigaciones sobre el tema, el clientelismo ocupa un lugar relevante en las querellas público-mediáticas. En la Argentina, por ejemplo, durante la campaña electoral de 2015, buena parte de la crítica periodística a las actividades proselitistas del oficialismo, tanto a nivel nacional como provincial, estuvo enmarcada en la cuestión del clientelismo. Con el concurso de expertos y profesionales del mundo de las ONG, la narrativa del clientelismo contribuyó a instalar un problema público asociado a la necesidad de implementar una reforma del régimen electoral en el país. Informes televisivos y artículos en diarios y revistas daban espacio a denuncias de actores políticos locales, dirigentes sociales y vecinos de barrios populares, que afirmaban haber sido objeto de intentos de compra de voto. Algunas comunidades, como los pueblos originarios del noreste del país, se convirtieron en visita obligada para los periodistas interesados en denunciar prácticas de intercambio de bienes de origen público –bolsones de comida, planes sociales, viviendas– por votos y apoyos políticos.

A diferencia del caso italiano, donde la noción de clientelismo tendió a ser utilizada para dar cuenta de vínculos políticos policlasistas, en América Latina el uso del concepto se concentró en las clases populares, con lo que la etiqueta moral se volvió muchas veces estigma social. En este libro mostramos que, en esas condiciones, los propios actores de los vínculos políticos personalizados en los que intervienen relaciones de intercambio y reciprocidad se ocupan, muchas veces, de evitar ser tratados como actores clientelares. Así, el concepto se vuelve herramienta de querellas morales en las configuraciones locales estudiadas.

Las relaciones entre el debate público y las rutinas del mundo académico están lejos de ser lineales, pero es evidente el deslizamiento de conceptos de un espacio a otro. En el mundo académico latinoamericano y latinoamericanista, la participación política de los sectores populares tendió a ser analizada, cuando no era parte de formas de acción colectiva o de movimientos sociales, en términos de clientelismo. A diferencia del tipo de perspectivas dominantes en otras configuraciones académicas, en las que proliferan los estudios sobre la militancia política o sobre el activismo de la sociedad civil, en Latinoamérica se multiplican los trabajos sobre compra de votos, redes de clientela y patronazgo y movilizaciones electorales particularistas. En Europa, en cambio, junto a la literatura sobre clientelismo se desarrollaron trabajos sobre militancia política en barrios populares. Aquí argumentamos que –más allá de la variación en el tipo de prácticas analizadas– la tendencia a subsumir en el estudio del clientelismo todas las formas de participación política popular se relaciona con la forma como, en muchos países latinoamericanos, se construyó el debate académico, experto y ciudadano sobre la política en los barrios habitados por esos sectores.

Finalmente, a nivel conceptual, la definición del clientelismo se enlaza con el tipo de discusiones y perspectivas dominantes en cada disciplina (la hegemonía de la elección racional en la ciencia política prefigura cierto tipo de actores clientelistas muy diferentes a los de una sociología y una antropología preocupadas por la vida moral de los vínculos políticos), pero también con una concepción general de la dominación, ya que las relaciones de clientela no dejan de ser vínculos entre actores asimétricos en términos de recursos materiales y simbólicos. La atención que se preste a la existencia o no de márgenes de negociación entre dominados y dominantes, la definición del tipo de racionalidad que opera en estos vínculos –el cálculo o los afectos, la deferencia o las evaluaciones morales–, así como la sensibilidad analítica hacia las competencias de los actores para referir los términos en que se establece el lazo político clientelar darán como resultado una concepción muy diferente de estas relaciones.

Este libro toma posición al respecto. Al mismo tiempo que proponemos un marco analítico para estudiar la variedad de vínculos políticos personalizados que incluimos en la categoría de clientelismo, y esbozamos una definición del concepto que expone su carácter bifronte –como categoría analítica y como etiqueta moral–, sostenemos que tomar en serio este último aspecto implica dar cuenta tanto de las relaciones políticas en las que intervienen formas de reciprocidad e intercambio como del modo en que estas se encuentran atravesadas por evaluaciones morales –internas y externas– que definen los criterios de justicia que las regulan. Por eso tiene consecuencias analíticas el hecho de que un tipo de vínculo político sea examinado en configuraciones en las que el clientelismo es un problema público o en aquellas en que no lo es, ya que impacta en los criterios con que los actores juzgan las relaciones en que se involucran y, por tanto, en la constitución misma de esas relaciones.

Lo mismo puede decirse de las categorías con las que el analista se ocupa de estos fenómenos. La movilización del concepto de clientelismo estará investida de diferentes significaciones según se lo considere un término asociado con participación, militancia o activismo, o si, en cambio, el interés está dirigido al análisis del uso de recursos materiales para la compra de apoyos políticos o al develamiento del patronazgo y la dominación.

Nuestra perspectiva, de connotaciones constructivistas, corre el riesgo de deslizarse a una forma de nominalismo que suponga que el fenómeno clientelar sólo existe cuando se lo considera bajo este ángulo. El objetivo explícito de mostrar los dos órdenes de existencia del clientelismo nos llevó a exponernos a este riesgo. Consideramos que los problemas sociales, por el hecho de ser construidos, no dejan de tener la dureza de la materialidad de los hechos sociales. La manera en que investimos significativamente los objetos del mundo forma parte de una objetividad que nos lleva a actuar de un modo que confirma esos significados, como lo ha mostrado la sociología interpretativa. Al mismo tiempo, estos modos de construcción de los hechos se solidifican luego de pasar diferentes pruebas de realidad, por volver a la terminología de Latour, en las que demuestran su capacidad para dar cuenta del modo en que el mundo se nos presenta y se desenvuelve ante nuestros ojos. En otras palabras, tienen una utilidad práctica o son puras fabulaciones, como las que creaba el Quijote.

El concepto de clientelismo, aunque simplificador, reveló la importancia de la presencia de bienes materiales, en especial de origen público, en las relaciones políticas en las que están implicados los sectores populares. Aceptar esta utilidad analítica nos llevó a escribir este libro, así como a proponer las herramientas conceptuales para exponer esas dinámicas de la manera más ajustada posible. Es en ese contexto que nos propusimos retomar la senda de los trabajos sobre las economías morales, regímenes de regulación de las relaciones entre dominantes y dominados en los que está en juego –en negociación, en conflicto, etc.– la justeza de los intercambios. Eso no quiere decir minimizar los efectos de la dominación, es decir, de la asimetría de poder, sino hablar de ellos de modo más realista. Tampoco restar importancia a los problemas que trae a las clases populares el hecho de que sus relaciones cotidianas con el Estado estén signadas por la discontinuidad y la incertidumbre. En cambio, implica ver cómo esa discontinuidad e incertidumbre son procesadas en los vínculos políticos recurrentes que muchos actores mantienen con organizaciones territoriales.