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Índice

Tapa

Índice

Colección

Portada

Copyright

Agradecimientos

Introducción. El boom agrícola en debate

Parte I. Desarrollo, agro y tecnología. La modernización de la mano de la Revolución Verde

1. La cuestión agraria en perspectiva

La cuestión agraria y el papel de los terratenientes ante el agotamiento del modelo agroexportador

¿El fin del latifundio? El peronismo en el poder

De la reforma agraria a la modernización tecnológica

2. De estancieros a empresarios

Nueva visión del desarrollo agrario de los terratenientes

“De nosotros depende que los cambios se hagan con nosotros y según nuestra filosofía”

1959-1975: a la vanguardia tecnológica

Los imperativos morales de la práctica empresarial

Un movimiento a escala nacional: la ampliación del campo de poder

3. Cristalización de la Revolución Verde

Emergencia de una nueva estructura productiva

Maduración de la Revolución Verde en el escenario local

El proceso de agriculturización en la Argentina

4. Permanecer empresarios, repensar el liderazgo

¿Crisis de un proyecto o crisis de un actor?

¿Negocio o servicio? ¿Lobby o altruismo?

Nuevo modelo de empresa CREA

Parte II. La globalización capitalista y sus traducciones en el agro

5. De cara a la globalización del capitalismo

Capital, tecnociencia y espectáculo: la triple frontera del capitalismo globalizado

Hitos sobresalientes del campo biotecnológico argentino

La agrobiotecnología: fortalezas y desafíos

Dinámicas y actores de la cadena agroalimentaria

La mediación de la siembra directa

Regulación, mercado, (i)legalidad

Tierra, capital financiero y comoditización

6. El nuevo mundo rural

Ganadores y perdedores

7. El empresario CREA del siglo XXI

Entre la empresa familiar y el negocio agrícola

Las asociaciones empresarias: una nueva forma de organización empresarial

Sistemas productivos interrogados

Viraje institucional: la AACREA se define como una “organización de servicios”

8. Hacerse un lugar en el mundo. La Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa

La era de la técnica y la liturgia conservacionista

La pedagogía AAPRESID

El agricultor y sus aliados

El territorio de actuación de la aapresid: con la técnica en lo local y las alianzas en lo global

9. Los tiempos de la revolución paradigmática

Forma y contenido paradigmáticos

Un hombre nuevo: competencias y experticias requeridas por el agronegocio

Geometría de la agricultura innovadora

El conocimiento como ideología: los sin tierra, protagonistas de una revolución desde el conocimiento

El conocimiento como producto-mercancía

Más allá de la sociedad del conocimiento: la crisis de 2001

10. El agronegocio como proyecto de desarrollo nacional

Biotecnologías y desarrollo: un modelo para la Argentina

El ámbito mediático: la aldea sojera

El ámbito político

El ámbito empresarial: materializar el conocimiento

La imagen del cambio

11. La nueva lógica de los negocios en el agro

Un lugar en el paradigma del agronegocio

De las virtudes morales a los talentos empresariales

La segunda revolución de las pampas: reinterpretación de la matriz católica ruralista

Refundación del liderazgo social: del país a la comunidad

12. La heterogeneidad del actor empresarial

Los grandes protagonistas del agronegocio

Las grandes empresas de base nacional

Las pequeñas y medianas empresas

Reflexiones finales

Listado de siglas

Bibliografía

colección

sociología y política

Carla Gras
Valeria Hernández

RADIOGRAFÍA DEL NUEVO CAMPO ARGENTINO

Del terrateniente al empresario transnacional

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a Emilio, Francisco, Milena y Tomás

Agradecimientos

Este libro no podría haber sido escrito sin el apoyo de colegas, instituciones y seres queridos. Nuestros trabajos de campo fueron posibles gracias al financiamiento que nos brindaron el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, la Agence Nationale de la Recherche (ANR) y el Institut de Recherche pour le Développement (IRD), en diferentes proyectos nacionales e internacionales realizados desde 2005.

Las reflexiones aquí volcadas se nutrieron de los aportes, críticas y rigurosas discusiones mantenidas con colegas, estudiantes y profesores de diversos espacios académicos nacionales e internacionales. En primer lugar, queremos agradecer a los estudiantes y colegas que integran nuestro ámbito de trabajo, el Programa de Estudios Rurales y Globalización (PERyG), del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), y a los colegas del eje Travail, Finances et Globalisation de la UMR Centre en Sciences Sociales des Mondes Africains, Américains et Asiatiques (CESSMA, París VII, IRD, Inalco). También fueron fundamentales los intercambios con colegas que estudian otros países de la región (Uruguay, Paraguay, Bolivia, Brasil), cuyos puntos de vista nos permitieron poner en perspectiva los procesos que analizamos en la Argentina: Diego Piñeiro, Sergio Pereira Leite, Miguel Urioste, Gonzalo Colque, Sergio Gomez, Jaques Chonchol, Samuel Frederico y Julia Aldao Bernardes. Otro espacio sumamente estimulante fue el proyecto “Modelos de desarrollo en disputa (2009-2013)”, coordinado por Maristella Svampa, en el marco del cual recibimos valiosos aportes de estudiantes y colegas. Por último, un lugar privilegiado para debatir muchas de las hipótesis que guiaron nuestra investigación fue el laboratorio internacional Agriterris: agradecemos a sus directores Julio Elverdín y Christophe Albaladejo, así como a los colegas brasileños, franceses y argentinos que en dicho marco de trabajo frecuentamos hasta el día de hoy.

Introducción

El boom agrícola en debate

América Latina está llamada a ocupar un rol central en la economía política contemporánea. En un escenario internacional que anticipa importantes incrementos en la demanda de alimentos y de energía, la abundancia de recursos naturales en la región y la extensión de tierra agrícola potencialmente útil llevaron a los organismos multilaterales a proyectarla como una proveedora clave de materias primas. Durante las últimas décadas, bajo gobiernos de muy diferente signo político, vimos emerger lineamientos económicos con un denominador común: el rol estratégico de los commodities. Haciéndose eco de los escenarios futuros proyectados por las usinas de gobernanza global, las administraciones nacionales comenzaron a pensar estos productos primarios –sean de origen agrícola, minero o energético– como palanca para el desarrollo local. Este enfoque sobre el rol de nuestros países en el capitalismo global se ha visto corroborado por el fuerte crecimiento en la demanda de materias primas en lo que va del siglo XXI, así como por el incremento del área cultivada a escala regional.

Para algunos, se configura de este modo un contexto sumamente propicio para el subcontinente, mientras que para otros, críticos de este sendero de desarrollo, avanzar en esa dirección comportaría una “reprimarización” de las economías. Los primeros advierten que no se trata de restituir el viejo paradigma de las “ventajas comparativas”, en las que ancló el papel subordinado de la región en la división internacional del trabajo, sino de desarrollar “ventajas competitivas”, poniendo en marcha un “círculo virtuoso” en el que “todos ganan”. Se trataría, entonces, de profundizar el papel estratégico como proveedores de alimentos y bioenergía (sobre la base de cultivos de soja, maíz, palma africana, azúcar), conjugando la abundancia de recursos naturales con la aplicación de tecnologías de avanzada. El desarrollo de nuestros países sería posible a partir de la constitución de América Latina como una “gran fábrica de alimentos”, gracias a la adopción de la dinámica ultramoderna de la bioeconomía. Esta “biofábrica” pondría fin a los viejos dilemas que atravesaron los debates sobre la modernización, el desarrollo y la dependencia en las décadas de 1960 y 1970. Nos referimos a una agricultura industrial, cuya impronta sería el uso de tecnologías de avanzada en constante innovación, y por tanto, una actividad que moviliza el crecimiento de tramas económicas complejas: industria química, metalmecánica, electrónica, informática, biotecnología, nanotecnología, servicios especializados de todo tipo.

La inscripción de América Latina como proveedor de alimentos y bioenergía en el actual régimen global ha suscitado intensos debates críticos acerca de la configuración de un nuevo orden económico y político-ideológico, que entraña renovadas formas de dominación y dependencia. Esta forma de colonización del poder (Teubal y Palmisano, 2012) supone un cambio en el modo de acumulación a escala nacional y global, signado por la hegemonía del neoliberalismo (Otero, 2014; McMichael, 2009). Lejos de posibilitar un desarrollo genuino, se pondría en juego una “lógica de ocupación de los territorios claramente destructiva” (Svampa, 2013: 34) y una “desacumulación relativa y despojamiento de [sus] recursos naturales y económicos, debido a la constante reaparición de la acumulación originaria de capital de la potencia hegemónica” (Prada Alcoreza, 2012: 158).

Entre los elementos característicos de esa lógica destructiva, caben destacar el agotamiento de los recursos naturales, la destrucción de la biodiversidad y el avasallamiento de comunidades locales. También se insiste en las restringidas articulaciones de las dinámicas sociales, económicas y territoriales, locales y nacionales. Como consecuencia del desanclaje de la producción agropecuaria respecto de las necesidades de los países productores, se genera un creciente desplazamiento de la producción de alimentos a la de productos destinados a satisfacer requerimientos cada vez más específicos de los consumidores globales (como el caso de las proteínas animales). Un tema especialmente debatido es la evolución alcista de los precios de los alimentos básicos en la región. En ese contexto, el boom agrícola no sólo reaviva la cuestión de la seguridad alimentaria, sino también la de la soberanía para definir las políticas de producción, gestión y distribución de los recursos.

Algunos datos reflejan a cabalidad la apuesta que sitúa a América Latina, y en particular a los países del Cono Sur, como una plataforma global de alimentos y bioenergía: en 2013, estos últimos aportaron el 53% de la producción mundial de soja y el 41% de la de caña de azúcar (dos de los cultivos que lideran el incremento del área cultivada global), mientras que en 1980 lo hacían con el 23% en ambos casos. Según las proyecciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hacia 2022 se espera que los países agrícolas americanos provean el 93% de la canasta mundial de oleaginosas. Este liderazgo productivo de la región ha sido resultado de la expansión de lógicas de acumulación de capital que configuran el llamado modelo de agronegocios, y que, en el caso argentino, explica hoy más del 80% de la producción agrícola para el mercado internacional. Este modelo retoma la asimilación entre tecnología, crecimiento de la productividad y desarrollo, principios característicos de la oleada modernizadora de la década de 1960 que, con variantes, primó como orientación de la economía luego de la caída del peronismo en 1955.

En la actualidad, el modelo de agronegocios se plantea un horizonte mayor: un desarrollo que excede el mero crecimiento económico, pues aspira a fundar una sociedad con capacidad de integrar en su dinamismo a todos los sectores, principalmente porque los nuevos esquemas empresariales no van a depender de la propiedad de la tierra, sino de la articulación de una economía de servicios orientada tecnológicamente. Actores de diverso perfil y procedencia sectorial (incluidos los industriales) podrán integrarse al negocio agrícola bajo la dirección del agronegocio.

Si bien en algunos países arreciaron las críticas a este modelo, en otros (como la Argentina) los debates se mantuvieron inicialmente restringidos a ciertos ámbitos académicos o a espacios políticos acotados. Fue recién en 2008, en ocasión del llamado “conflicto del campo” –que enfrentó a las organizaciones sindicales y corporativas del agro[1] con la administración de Cristina Fernández de Kirchner por el aumento de los derechos de exportación–, que la cuestión se instaló en el centro de la agenda pública. Para entonces, dicho modelo había cristalizado en el campo argentino, profundizando tendencias históricas y generando transformaciones inéditas. Había adquirido una configuración económica y sociopolítica de gran consistencia, que atravesó los imaginarios sociales al introducir nociones valoradas socialmente, como las de desarrollo, progreso y modernidad. Ese grado de consistencia no es otra cosa que la construcción de hegemonía en el sentido en que Gramsci conceptualizó la articulación de las relaciones de poder. Como nos recuerda el político revolucionario italiano, la hegemonía no sólo involucra el nivel de dominio de un grupo o clase social, sino también la capacidad política de dotar a determinada concepción del mundo de un contenido “universal”.

Comprender la hegemonía alcanzada por el agronegocio en la Argentina implica considerar una compleja trama de elementos de orden histórico, económico e ideológico. Dar cuenta de la “organización cultural que mantiene en movimiento el mundo ideológico y examinar su funcionamiento práctico” (Gramsci, 2004: 380) fue el norte que guió la redacción del presente libro. En el recorrido que propone, trataremos de dilucidar el proceso por el cual una particular forma de organizar una actividad económica devino hegemónica. O lo que es lo mismo: cómo el modelo de desarrollo vigente se estructuró en torno de megajugadores internacionales y nacionales, a los que se sumaron estratégicamente socios locales de diverso perfil. Así, nos abocamos a definir los rasgos que singularizan las dinámicas de funcionamiento y los contenidos ideológicos, económicos y políticos del modelo tal como resultan de las prácticas de los actores que lo constituyen, así como la construcción de legitimidades desde las posiciones de poder que estos fueron conquistando. Para eso, tomamos en consideración la última mitad del siglo XX, sin que ello signifique en modo alguno un estudio histórico, sino sólo una temporalidad que nos permitió abordar las condiciones de emergencia y los procesos de cristalización del modelo hoy dominante.

Esos fueron los ejes que guiaron nuestro trabajo en los últimos años. Desde el comienzo, advertimos que nuestro recorrido nos llevaba a retomar problemas de índole histórica, relacionados con la constitución de las clases dominantes en la Argentina y con cómo la renta de la tierra continúa estructurando la fisonomía del poder en el país. Resulta interesante recordar que, con el retorno de la democracia en 1983, se produjo un intenso debate en el plano académico y político que retomó la cuestión de la gran propiedad terrateniente, con el objetivo de determinar si seguía siendo un factor decisivo en la economía nacional, a pesar de que los datos censales mostraban la medianización de la estructura agraria. Sin embargo, ese debate quedó inconcluso al calor de las reformas impulsadas a partir de 1991; en gran medida, como ocurrió en relación con otros actores y problemáticas, la mirada de las ciencias sociales se concentró en lo que Juan Carlos Torre designó como la “sociología y la antropología de la descomposición social” (Svampa, 2005).

Durante nuestra investigación, sin embargo, vimos que, para comprender cabalmente la descomposición social, debíamos analizarla a la luz de las nuevas tramas de poder que sobre ese proceso se habían erigido. La exclusión crecía bajo la sombra proyectada por quienes encarnaban nuevas formas de liderazgo económico y de ejercicio del poder. Esta perspectiva nos situó ante una rica tradición académica que, desde hacía tiempo, no concitaba la atención que había merecido en otras épocas. En términos de la comprensión de la hegemonía lograda por el agronegocio en la economía local –en tanto modelo de producción asociado al carácter global de las formas de acumulación capitalistas contemporáneas–, su análisis implicaba desentrañar cómo esas lógicas globales motorizadas por grandes corporaciones transnacionales anclaron en el ámbito nacional. Más concretamente, mostrar la mecánica microsocial de esas alianzas que resultaron centrales para el agronegocio. Esta es una hipótesis central del presente libro, y para desarrollarla debemos considerar el modo en que los empresarios se integraron y participaron de la estructuración del agronegocio en la Argentina a partir de las transformaciones operadas en el interior de ese grupo social, tanto en una dimensión material como simbólico-ideológica.

Nuestro recorrido comienza en el marco de la llamada “Revolución Verde”,[2] focalizado en el proceso de emergencia de una franja de la burguesía agraria cuya vocación de poder se expresó en un proyecto modernizador que lideró su integración a un mercado mundial basado en la hegemonía de los Estados Unidos (capítulos 1 y 2). Desde la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA), fundada en 1957, y mediante un accionar situado en el plano tecnológico, dicha burguesía consiguió rearticular la asociación entre gran propiedad y desarrollo sobre bases diferentes de las que caracterizaron a la vieja elite terrateniente. En contrapunto con la Sociedad Rural Argentina (SRA), tradicional espacio institucional de las clases propietarias, la AACREA invocará la técnica y el conocimiento como valores superiores del empresariado agrario, y postulará la contribución central que podían hacer los grandes propietarios al “bien común”, sustento moral de su proyecto.

El giro del capitalismo hacia una mayor globalización, la creciente subordinación de la producción agropecuaria a las necesidades del capital agroindustrial y la primacía de las lógicas financieras de valorización de capital pusieron coto al proyecto liderado por la AACREA (capítulos 3 y 4). Reconstruir ese límite resulta fundamental para comprender la recomposición –resistencias y tensiones mediante– operada en el empresariado agrario local para insertarse en cadenas productivas comandadas por las grandes transnacionales. Será la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) la que logrará resignificar la relación entre agro y desarrollo en clave neoliberal, mediante la promoción del “nuevo modelo agrícola de fin de siglo”. Luego de examinar los pilares sobre los que se asienta dicho modelo, y su impacto en el proceso de reconfiguración del mundo rural argentino (capítulos 5 y 6), nos abocamos, por un lado, a esclarecer las tensiones que la nueva dinámica de negocio introdujo en el empresariado CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola) (capítulo 7) y, por otro, al análisis de la AAPRESID y el paradigma que esta dirigencia lideró (capítulos 8 y 9).

Con el estandarte de la innovación permanente, la AAPRESID impulsará un modelo de negocio con la tecnología como eje de la acumulación de capital, ya no como mediadora de cambios productivos. También motorizará un modelo de sociedad deseable para el siglo XXI bajo la égida del conocimiento, proponiendo al agronegocio como proyecto de desarrollo nacional (capítulo 10). Asimismo, la configuración del conocimiento como factor productivo y de la innovación como relato de la integración social son resultado de articulaciones específicas de este empresariado a partir de los vínculos establecidos con actores y ámbitos extraagrarios (como el mediático, el académico, el científico, etc.).

La cristalización del modelo de agronegocios supuso, para quienes habían liderado la primera modernización del agro, reacomodamientos no siempre cómodos (capítulo 11). En ese sentido, el carácter de actor nacional de una franja del empresariado rural –del que la AACREA sigue siendo referente– es un elemento clave para enlazar el afianzamiento del agronegocio con el destino del país.

Por último, el recorrido finaliza con el análisis de los perfiles empresariales que sostienen el modelo (capítulo 12), a fin de comprender cómo el giro paradigmático se encarnó en modalidades empresariales, su lenguaje adquirió el estatus de evidencia y su dinámica fue la medida del éxito social.

En las conclusiones ensayamos una mirada retrospectiva sobre los cincuenta años recorridos entre la primera y la segunda revolución modernizadora, con un doble desafío: por un lado, hermenéutico, ya que nos proponemos responder a la pregunta “¿De qué nos habla la voluntad de esas franjas burguesas del agro?”; y, por otro, político, pues nos interesa explicitar el horizonte societal del agronegocio.

En síntesis, buscamos esclarecer el tipo de entrelazamiento entre agro, desarrollo y tecnología que puso en pie la burguesía agraria durante la última mitad del siglo XX. Mediante el análisis de las dos instituciones que esta se dio para asegurarse la dirección del desarrollo agropecuario, procuramos identificar los modelos empresariales, los modos de movilizar los factores productivos (trabajo, tierra y capital) y el progresivo rol del conocimiento, así como el alcance y los límites de dichos modelos empresariales. De esta manera, veremos cómo se fue reconfigurando el perfil de las clases dominantes y sus mecanismos de construcción de hegemonía, y cómo, lejos de suponer la restitución de antiguos grupos de poder, el proceso recompuso –mediante desplazamientos, permanencias e ingresos– la cúpula del sector agropecuario.

El devenir de procesos macro vinculados a los desarrollos tecnológicos, financieros, científicos, productivos y políticos caracterizó la evolución del capitalismo contemporáneo, y en diálogo con configuraciones históricas y políticas precisas produjo modalidades específicas de anclaje de aquellos procesos. Este tercer horizonte, producto de la historia que hacen los hombres, irá surgiendo, en sus propios términos, a lo largo del recorrido que aquí iniciamos.

[1] Sociedad Rural Argentina (SRA), Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Federación Agraria Argentina (FAA) y Confederación Intercooperativa Agropecuaria Cooperativa Limitada (Coninagro).

[2] Nombre con que se conoce el proceso de cambio tecnológico que promovió un importante crecimiento de la productividad agrícola entre 1940 y 1960, primero en los Estados Unidos y luego en numerosos países, entre ellos, la Argentina. Dichos cambios consistieron en el empleo de variedades genéticamente mejoradas de trigo, maíz y otros granos, así como el de fertilizantes y plaguicidas químicos, que permitieron un uso más intensivo del suelo.

Parte I

Desarrollo, agro y tecnología.
La modernización de la mano de la Revolución Verde