1 Cf. B. Pascal, Pensamientos 438 (Chevalier) - 434 (Brunschvicg).

2 Cf. F. Nietzsche, Así habló Zarathustra, Orbis, Barcelona 1982, pp. 46-48.

3 K. Wojtyła, Esplendor de paternidad, BAC, Madrid 1990, p. 129.

4 G. Ceronetti, I tamburi del profeta, en “La Stampa”, 30 de abril de 1986, p. 5.

5 Carta del 31 de julio de 1920, en: F. Kafka, Cartas a Milena, Fundación editorial el perro y la lana, Caracas 2006, p. 83.

6 He tenido la oportunidad de analizar otras significativas implicaciones antropológicas y sociales de la presente situación de dolores de parto de nuestra civilización en: A. Scola – A. Cazzullo, La vita buona. Un dialogo sulla Chiesa, la fede, l’amore, la vita e il suo senso, Milano, Mondadori 2014; A. Scola, No nos olvidemos de Dios, Planeta, Madrid 2014; Id., L’amicizia come virtù civica, Feltrinelli-Vita, Milano 2014; Id., Cosa nutre la vita? EXPO 2015, ITL e Corriere della Sera, Corsivi digitali, Milano 2013; Id., Buenas razones para la vida en común. Religión, política, economía, Ediciones Encuentro, Madrid 2012; Id., Una nueva laicidad, Ediciones Encuentro, Madrid 2007; Id., Hombre-Mujer. El misterio nupcial Encuentro, Encuentro, Madrid 2001.

7 Francisco, Discurso al Consejo de Europa, 25 de noviembre de 2014.

8 J. Maritain, La voie de la paix, en Id., Œuvres complétes, vol. IX (1947-1951), Editions Universitaires Fribourg Suisse - Editions Saint Paul, Paris 1990, pp. 143-164.

9 Cf. A. Charfi, Révolution, modernité, Islam, Sud Éditions, Tunis 2012.

10 Cf. Ch. Taylor, La era secular I-II, Gedisa, Barcelona 2014-2015.

11 Sobre lo “sagrado selvaje” y el politeismo neo-pagano cf. A. Scola, Chi é il cristiano? Duemila anni, un ideale senza fine, Cantagalli, Siena 2000, 23-29.

12 Es suficiente con referirnos a dos obras clásicas: E. Troeltsch, El protestantismo y el mundo moderno, Fondo de Cultura Económica, México 1979; M. Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Orbis, Barcelona 1985.

13 Cf. J. Rawsl, Debate sobre el liberalismo político, Paidós, Barcelona 1998.

14 Cf. E. W. Böckenförde, La formazione dello Stato come processo di secolarizzazione, en: P. Prodi - L. Sartori (a cura di), Cristianesimo e potere, EDB, Bologna 1986, p. 121.

15 G. Chantraine, Entre fondamentalisme et rationalisme: loi et Verbe incarné, en: F. D’Agostino (a cura di), Ius divinum. Fondamentalismo religioso ed esperienza giuridica, G. Giappicchelli Editore, Torino 1998, pp. 87-101, aquí p. 100.

16 Cf. J. Ratzinger, Cristo, la fede e la sfida delle culture: «Nuova Umanità» 16 (1994) n. 6, 95-118, aquí p. 103: «No existe la fe desnuda o la religión pura. Concretamente, cuando la fe dice al hombre quién es y cómo debe comenzar a ser hombre, la fe crea cultura. La fe misma es cultura».

17 El término “misterio” debe ser leído según la concepción integral de san Pablo (cf. Col 1,26-27: «el misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado a hora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál sea la riqueza de gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria»; Ef 1,9-10: «dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que había proyectado realizar por Cristo en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra»). A este respecto sigue siendo insuperable la obra de M.-J. Scheeben, Los misterios del cristianismo, Herder, Barcelona 1950. Sobre la lógica sacramental, cf. A. Scola, ¿Quién es la Iglesia?, EDICEP, Valencia 2008; Id., Eucaristía, encuentro de libertades, Encuentro, Madrid 2005.

18 G. B. Montini, Sant’Ambrogio e la vita civile 6 de diciembre de 1962, en: Id., Discorsi su la Madonna e su i Santi, Arcivescovado di Milano, Milano 1965, pp. 265-272, aquí p. 268.

19 Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la 24ª asamblea plenaria del Pontificio Consejo para los laicos, 21 de mayo de 2010.

20 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción “Libertatis conscientia” sobre la libertad cristiana y la liberación, 22 de marzo de 1986, n. 72.

21 J. Habermas, La condizione intersoggettiva, tr. it. di M. Carpitella, Laterza, Roma-Bari 2005, p. 18.

22 Maritain, La voie de la paix, p. 158.

23 Id., La personne et le bien commun, en : Id., Œuvres complétes, vol. IX (1947-1951), Editions Universitaires Fribourg Suisse - Editions Saint Paul, Paris 1990, pp. 167-237, aquí p. 178.

24 Cf. P. Ricœur, Parcours de la reconnaissance, Editions Stock, collections «Les Essais», Paris 2004.

25 Cf. J. Habermas, Tra scienza e fede, tr. it. di M. Carpitella, Laterza, Roma-Bari 2006, p. 35.

26 H. De Lubac, Catolicismo. Aspectos sociales del dogma, Encuentro, Madrid 1988, p. 242.

27 G. Leopardi, Canto notturno del pastore errante dell’Asia, v. 89.

28 J.-L. Marion, El fenómeno erótico. Seis meditaciones, El cuenco de plata, Buenos Aires 2005, pp. 36-49.

29 Habermas, Tra scienza e fede, p. 34.

30 De Lubac, Catolicismo, p. 334.

31 E. Montale, Huesos de sepia, en: Eugenio Montale, Universidad Nacional Autónoma de México, México 1991, p. 13.

32 C. S. Lewis, Esa horrible fuerza, Encuentro, Madrid 1994, p. 195.

33 Francisco, Encuentro con los participantes en el V Congreso de la Iglesia Italiana, 10 de noviembre de 2015.

34 Cf. A. Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, 1776, edited by R.H. Campbell, A.S. Skinner and W.B. Todd, Oxford University Press, Oxford 1976, I.ii.2.

35 «Ya se ha dicho […] que el hombre es por naturaleza un animal ciudadano; de modo que los hombres aunque no necesiten ayuda unos de otros, no por ello tienden menos a la convivencia. No obstante, también les une el interés común en la medida en que a cada uno le impulsa el deseo de tomar parte en una vida buena. Este es, en efecto, el fin principal, no sólo de todos los que viven en común sino también de cada individuo en particular», Aristóteles, Política, III, 6, 1278b, Itsmo, Madrid 2005. Edición de P. López Barja de Quiroga y E. García Fernández.

36 Francisco, Evangelii gaudium n. 54.

37 Benedicto XVI, Caritas in veritate n. 45.

38 Benedicto XVI, Caritas in veritate nn. 32-36.

39 Francisco, Evangelii gaudium n. 53.

40 S. Kierkegaard, Los lirios del campo y las aves del cielo: trece discursos religiosos, Guadarrama, Madrid 1963, p. 38.

41 Francisco, Laudato sí’ n. 216.

42 Francisco, Laudato sí’ n. 67.

43 G. Biffi, Linee di escatologia cristiana, Jaca Book, Milano 1984, p. 50.

44 Cf. Benedicto XVI, Caritas in veritate n. 51.

45 Cf. Francisco, Laudato sí’ nn. 137-162.

46 Francisco, Laudato sí’ n. 49.

47 A. de Saint-Exupéry, Ciudadela CLXX, en: Id., Obras completas, Plaza y Janés, Barcelona 1967, p. 983.

48 Cf. R. Aron, Un siglo de guerra total, Edit. Hispano-Europea, Barcelona 1958.

49 R. Girard, La violencia y lo sagrado, Anagrama, Barcelona 1983, p. 23.

50 Comisión Teológica Internacional, Dios Trinidad, unidad de los hombres n. 26, BAC-documentos, Madrid 2014, pp. 37-38.

51 Cf. Abot de Rabbi Natan, xxxi, 1, citado en E. Jiménez Hernández, Le ali della Torah. Commenti rabbinici al Decalogo (Chirico, Napoli 20103, p. 144). Este dicho es citado positivamente por el Corán 5,32, al final de la “historia de los dos hijos de Adán”, como una prescripción divina revelada a los hijos de Israel. Además podemos notar que en el texto bíblico Dios impone un signo a Caín (Gén 4,15) para frenar desde el principio el ciclo infernal de la venganza. De este modo, Dios se reserva la solución del drama de la violencia que la rivalidad entre los dos hermanos ha introducido en el mundo.

52 R. Caspar, Théologie musulmane. Tome II. Le credo, Pisai, Roma 1999, p. 128.

53 E. Lévinas, Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, Sígueme, Salamanca 1977, p. 48.

54 Cf. A. Scola, Dios entre la guerra y la paz, in «Nuntium. Edición española» 1 (2000) n. 0, 10-18, aquí 18.

55 R. Spaemann, Società post-secolare?, en: S. Belardinelli – L. Allodi – L. Gattamorta (a cura di), Verso una società post-secolare?, Rubbettino, Soveria Mannelli 2009, p. 94.

56 Carta a Diogneto V,4, en: Padres Apostólicos, Ciudad Nueva, Madrid 2000, p. 561.

57 «Soy hombre y no considero como ajena la preocupación de ningún hombre», Terencio, Heautontimorúmenos I, 1, 77, en: Id., Comedias. 2, El Heautontimorumenos, Formion, Alma Mater, Barcelona 1957, p. 39. Texto traducido y revisado por Lisardo Rubio.

58 Pascal, Pensamientos, 230 (Chevalier) - 294 (Brunschvicg).

59 Juan Pablo II, A la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura – Unesco, París 2 de junio de 1980.

60 Francisco, Evangelii gaudium n. 7.

61 Benedicto XVI, Meditación durante la Primera Congregación General, 8 de octubre de 2012.

62 H. U. von Balthasar, Gloria. La percepción de la forma 1, Encuentro, Madrid 1985, p. 201.

63 K. Wojtyła, Persona y acción, BAC, Madrid 1982, p. 4.

64 Ibid., p. 13.

65 Cf. A. Scola., La experiencia humana elemental. La veta profunda del magisterio de Juan Pablo II, Encuentro, Madrid 2005, pp. 29-42.

66 J. Mouroux, L’expérience chrétienne. Introduction à une théologie, Aubier, Paris 1952, p. 21.

67 Ibid., p. 24: «una experiencia considerada en su totalidad personal, con todos sus elementos estructurales y sus principios de movimiento; una experiencia construida y percibida en la lucidez de una conciencia que se posee y en la generosidad de un amor que se dona».

68 Cf. J. L. Marion, A discussion betwen Jacques Derrida and Jean-Luc Marion, en: J. D. Caputo – M. J. Scanlon (edd.), God, Gift and Post-modernism, Indiana University Press, Birmington-Indianapolis 1999, p. 75. El filósofo francés se inspira en: Agustín, De Trinitate, XV, II, 2; «Rationabiliter comprehendit incomprehensibile esse», Anselmo, Monologion, 64, al que se hace referencia en Fides et ratio 42; y Tomás de Aquino, Summa Theologiae I, q. 12, a. 7.

69 Cf. Scola, El misterio nupcial, pp. 123-154.

70 Cf. Francisco, Amoris laetitia n. 123.

71 Francisco, Lumen fidei n. 51.

72 Cf. H. U. von Balthasar, Epílogo, Encuentro, Madrid 1998.

73 A este respecto es necesario evitar contaminaciones de la experiencia religosa con las reducciones a mero “sentimento religioso” separado de una referenzia concreta a la religión por una parte, y a la experiencia de lo sagrado, por otra parte, aunque ciertamente mantenga con dichas expresiones un vínculo inequívoco. Del mismo modo, la experiencia religiosa no puede ser confundida con la experiencia “mística”, que constituye un estado excepcional de la experiencia religiosa y no su paradigma.

74 Conviene subrayar en nuestra reflexión que esta experiencia se muestra siempre de manera objetiva. La experiencia cristiana, para ser tal, debe ser una experiencia de fe eclesial, que encuentra su norma en la pertenencia objetiva (sacramental) a la Iglesia, y por tanto a la Palabra de Dios y a la autoridad. En ningún modo la experiencia cristiana podrá nunca brotar, vivir y cumplirse fuera o independientemente de estos factores.

75 De este modo se evita la absorción cristologica de la libertad de todo hombre determinando anticipadamente su drama, o reducir formalisticamente la singularidad de Cristo a la estructura trascendental de la libertad humana, cayendo así en una reducción antropológica.

76 Ya lo había visto Søren Kierkegaard cuando escribía el sábado 26 de agosto de 1948: «La única relación ética que se puede tener con la grandeza (y también con Cristo) es la contemporaneidad. Referirse a un difunto es una relación estética: su vida ha perdido el estímulo, no juzga mi vida, me permite admirarlo… y también me deja en una categoría muy diferente: no me obliga a juzgar de una forma decisiva», S. Kierkegaard, Diario íntimo, Planeta, Barcelona 1993, p. 234.

77 J. Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. II Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, Encuentro, Madrid 2011, p. 238.

78 Dei Verbum 2.

79 G. Colombo, Gesù Cristo e il Suo Spirito, Centro Ambrosiano, Milano 2011, p. 113.

80 Una síntesis de la investigación sobre Jesús en: G. Segalla, Sulle tracce di Cristo, Cittadella, Assisi 2006, pp. 146-193; G. Theissen – A. Merz, El Jesús histórico: un manual, Sígueme, Salamanca 1999; J. P. Meier, Un judío marginal 1-5, Verbo Divino, Estella 1998-2017.

81 Cf. G. Colombo, La ragione teologica, Glossa, Milano 1995, pp. 3-12.

82 Cf. Benedicto XVI, Verbum Domini nn. 34-36.

83 Cf. Benedicto XVI, Verbum Domini n. 7.

84 En este contexto, se puede ver la fecundidad –más allá de los muchos aspectos discutibles– de las aportaciones de la llamada Thrid Question, especialmente de aquellas que investigan el ser judío de Jesús.

85 Cf. Scola, ¿Quién es la Iglesia?, pp. 163-168.

86 La analogía esponsal está muy presente en los textos eclesiológicos de Balthasar, el cual, a partir de dicha analogía define a la Iglesia como “Esposa del Verbo”. Cf. H. U. von Balthasar, “¿Quién es la Iglesia?”, en: Id., Ensayos teológicos II. Sponsa Verbi, Cristiandad, Madrid 1964, pp. 175-237. La imagen esponsal tuvo gran fortuna entre los Padres y en la exégesis medieval; después fue dejada un poco de lado y Balthasar había expresado su disgusto ante el perdurar de dicho abandono por parte de la conciencia eclesial de su tiempo. Cf. ibid., pp. 182-183.

87 Cf. Scola, ¿Quién es la Iglesia?, p. 71.

88 Balthasar constataba cómo, en cambio, la Iglesia resulta problemática: «La gran luz del mundo, que hoy buscan los hombres, es Cristo. De muchas maneras e incluso en forma de caricatura surge un interés por él: Cristo como marxista, como “Cristo libertador”, como “principio crístico” de los antróposofos. Millares de grupos bíblicos en todo el mundo se esfuerzan en descifrar el enigma Cristo. Mientras que la Iglesia como institución no interesa en sí misma nadie y es conocido el aforismo: “Cristo sí, la Iglesia no”», H. U. von Balthasar, Vagliate ogni cosa trattenete ciò che é buono. Dialogo intervista di Angelo Scola, Lateran University Press, Roma 2002, p. 15.

89 Cf. Id., Experiencia de la Iglesia en nuestro tiempo, en: Id., Ensayos teológicos II. Sponsa Verbi, pp. 19-56.

90 Cf. Id., El cristiano y la angustia, Guadarrama, Madrid 1960, p. 142.

91 Evidentemente aquí nos referimos a una libertad liberada por la gracia. Cf. A. Scola, Una teologia per il nostro tempo, en: R. Fisichella (ed.), Solo l’amore é credibile. Una rilettura dell’opera di H. U. von Balthasar, Lateran University Press, Città del Vaticano 2007, pp. 27-44, aquí p. 32.

92 Benedicto XVI, Sacramentum caritatis n. 85.

93 El papa Francisco, en una de sus homilías, ha puesto de manifiesto la relación entre la virtud de la humildad y el puesto eminente que la cruz ocupa en la vida del cristiano. «El triunfalismo propio de los cristianos es el que pasa a través del fracaso humano, el fracaso de la cruz. Dejarse tentar por otros triunfalismos, por triunfalismos mundanos, significa ceder a la tentación de concebir un “cristianismo sin cruz”, un “cristianismo a medias”», Francisco, “Homilía en Santa Marta del 29 de mayo de 2013”: L’Osservatore Romano, 30 de mayo de 2013, p. 5.

94 Cf. H. U. von Balthasar, Teología y santidad, en Id., Ensayos teológicos I. Verbum Caro, Cristiandad, Madrid 1964, pp. 235-268.

95 Creo que este es el sentido adecuado de la afirmación según la cual el Concilio Vaticano II ha sido un concilio esencialmente pastoral. Esto, en efecto, no disminuye su alcance doctrinal, sino que lo acentúa. Lejos de debilitar el rigor de la investigación teorética, el horizonte pastoral de la teología le restituye plenamente su carácter “dramático” y testimonial.

96 Enseñanza de los Apóstoles (Didaché) IV,2 en: Padres Apostólicos, p. 43.

97 Dei Verbum 8.

98 C. Tresmontant, Ensayo sobre el pensamiento hebreo, Taurus, Madrid 1962, p. 215.

99 Francisco, Homilía del 21 de abril de 2015.

100 H. U. von Balthasar, Seriedad con las cosas. Córdula o el caso auténtico, Sígueme, Salamanca 1968, p. 19.

101 Juan Pablo II, Tertio Millennio Adveniente n. 37.

102 Francisco, Angelus del 23 de junio de 2013.

103 Cf. Basilio de Cesarea, Panegíricos a los mártires. Homilías contra las pasiones, Ciudad Nueva, Madrid 2007.

104 Cf. H. U. von Balthasar, Gloria 7. Nuevo Testamento, Encuentro, Madrid 1989, p. 210.

105 Sobre la relación entre discipulado e Iglesia primitiva, cf. A. Falcetta, “From Jesus to Polycarp [69-155]: Reflections on the origins of Christian Martyrdom”: Cristianesimo nella storia 27 (2006) 67-98.

106 Cf. “Martirio”, en: A. Di Berardino (dir.), Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana II, Sígueme, Salamanca 1998, pp. 1376-1388.

107 Sobre toda esta problemática véase A. Melloni, “Il martirio volontario e le sue interpretazioni: un’introduzione”: Cristianesimo nella storia 27 (2006) 9-15.

108 Cf. A. R. Birley, “Voluntary Martyrs in the Early Church: Heroes or Heretics?: Cristianesimo nella storia 27 (2006) 99-127.

109 Benedicto XVI, Sacramentum caritatis n. 85.

110 Lo encontramos en un célebre comentario de Orígenes: «Cualquiera que dé testimonio de la verdad, sea con palabras o con obras de cualquier tipo en su favor, puede ser llamado justamente testigo (martyr). Pero la comunidad de los hermanos ha asumido la costumbre, impresionados por el coraje de aquellos que lucharon por la verdad o por la virtud hasta la muerte, de reservar el nombre de testigo (martyres) en sentido propio a aquellos que han dado testimonio del misterio de la verdadera religión con el derramamiento de la sangre», Orígenes, In Johannem, II, 210.

111 Lumen gentium 42.

112 Cf. K. Baus, De la Iglesia primitiva a los comienzos de la gran Iglesia, en: H. Jedin (dir.), Manual de Historia de la Iglesia I, Herder, Barcelona 1980, pp. 429ss.

113 Cf. Metodio de Olimpo, El banquete VII, 3. Una traducción española casi íntegra de este obra en: F. Vizmanos, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva: estudio histórico-ideológico seguido de una antología de tratados patrísticos sobre la virginidad, BAC, Madrid 1949, pp. 989-1088. 

114 Sobre este tema cf. A. Scola, “¿Qué fundamento? Notas introductorias: Revista Católica Internacional Communio 22 (2002) 1, 98-112.

115 En nombre del Padre común, el monje de Chergé tiene curiosidad por saber cómo se realiza en Dios la hermandad con su homicida islámico. Para él es más urgente conocer el amor de Dios –y la posibilidad de amar en Él para siempre a su asesino– que conservar la vida. Esto le conduce hasta el perdón anticipado del culpable: «Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy– ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento a todos los extranjeros que viven en Argelia, yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recuerden que mi vida estaba entregada a Dios y a este país. Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida no podría permanecer ajeno a esta partida brutal […]. He vivido bastante como para saberme cómplice del mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, inclusive del que podría golpearme ciegamente. Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez que me permita pedir el perdón de Dios y el de mis hermanos los hombres, y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido. Yo no podría desear una muerte semejante. Me parece importante proclamarlo. En efecto, no veo cómo podría alegrarme de que este pueblo al que yo amo fuese acusado, sin distinción, de mi asesinato. […] Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista: “¡qué diga ahora lo que piensa de esto!”. Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad. Entonces podré, si Dios así lo quiere, hundir mi mirada en la del Padre para contemplar con Él a sus hijos del Islam tal como Él los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo, frutos de su Pasión, inundados por el Don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias. Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente para este gozo, contra y a pesar de todo. En este gracias en el que está todo dicho, definitivamente, sobre mi vida, yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí, junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos, ¡el céntuplo concedido, como fue prometido! Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías. Sí, para ti también quiero este gracias, y este “a-Dios” en cuyo rostro te contemplo. Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío. ¡Amén! ¡Insciallah!», Ch.-M. de Chergé, “Testamento”: L’Osservatore Romano, 1 de junio de 1996.

116 «El testimonio, el martyrion, se da siempre por Cristo, pero en nombre de la Iglesia y de su representación real: el que da testimonio con la sangre o sin ella, pero siempre con el compromiso de su existencia, habla, obra y “gesticula” no para sí mismo, sino in persona Ecclesiae. La Iglesia se concentra en este individuo que se presenta en su nombre, con o sin misión expresa, quizá allí donde muy pocos osan presentarse, o incluso ninguno fuera de él», H. U. von Balthasar, Teodramática. III: Las persona del drama. El hombre en Cristo, Encuentro, Madrid 1993, p. 415.

Postcristianismo

Angelo Scola

¿Postcristianismo?

Traducción de Gabriel Richi Alberti

Título original: Postcristianesimo? Il malessere e le speranze dell’Occidente

© El autor y Ediciones Encuentro, S. A., Madrid, 2018

Edición original publicada en Marsilio Editori s.p.a., Venecia, 2017

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100XUNO, nº 34

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