La colección Emaús ofrece libros de lectura

asequible para ayudar a vivir el camino cristiano en el momento actual.

Por eso lleva el nombre de aquella aldea hacia la que se dirigían dos discípulos desesperanzados cuando se encontraron con Jesús,

que se puso a caminar junto a ellos,

y les hizo entender y vivir

la novedad de su Evangelio.

Rodolf Puigdollers

Las figuras bíblicas,testimonios de Cristo

Colección Emaús 99

Centre de Pastoral Litúrgica

CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA

Calle Nápoles 346,1. 08025 Barcelona

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Ilustración de la cubierta: Escenas de la historia de Abrahán, en San Vitale de Rávena

Diseño de la cubierta: Mercè Solé

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cualquier procedimiento sin la autorización escrita de la editorial.

Primera edición:febrero de 2020

ISBN: 978-84-9165-299-1

Introducción

La luz de Jesucristo no se contempla sólo en su vida, sino también en los diversos personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento que van marcando la Historia de Salvación. san Lucas en el episodio de la aparición de Cristo resucitado a los discípulos de Emaús, indica que Jesús mismo, «comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras» (Lc 24,27). Este es el convencimiento de las comunidades cristianas más antiguas y éste es también el convencimiento que expresó el Concilio Vaticano II: «Los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo» (DV 16). San Jerónimo lo había expresado ya con aquella frase tan rotunda y tan cierta: «El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo» (In Isaiam, prólogo).

Por esto el propósito de este libro es ayudar a recuperar los personajes bíblicos, en la Historia de Salvación, a la luz de Jesucristo, a partir de los relatos de la Biblia y de la vivencia de la liturgia cristiana. Este escrito tiene su origen en el cursillo «Los personajes de la Historia de Salvación», dado en la Setmana catequètica, en el edificio del Seminario Conciliar de Barcelona, el mes de julio de 2011.

En la primera parte, dedicada a personajes del Antiguo Testamento, se ha procurado prestar una atención especial a las referencias que hace de ellos el Nuevo Testamento, así como a su utilización en la liturgia cristiana. La mirada ha ido dirigida, en primera lugar, a todo el Antiguo Testamento (la Ley y los Profetas, según la expresión de la Biblia griega), teniendo en cuenta que hay breves resúmenes de la Historia de Salvación en los capítulos 44-50 del libro del Eclesiástico, en los capítulos 10-19 del libro de la Sabiduría, en las genealogías de Jesús en los evangelios según san Mateo (Mt 1,1-17) y según san Lucas (Lc 3,23-38), en las palabras que Jesús dice de personajes veterotestamentarios en los cuatro evangelios, en el discurso de san Esteban en los Hechos de los Apóstoles (Hch 7,2-53), en los comentarios que se encuentran en las cartas de san Pablo, en el capítulo 11 de la carta a los Hebreos y en los comentarios que hace la segunda carta de san Pedro.

La liturgia hace una selección extensa de lecturas del Antiguo Testamento en dos momentos especiales: la noche de Pascua, con las siete lecturas de la Vigilia, y la vigilia de Pentecostés, con una selección paralela, aunque menos conocida. Sigue igualmente el esquema de la Historia de Salvación el plan de lecturas de los domingos de Cuaresma [1) Los principios; 2) Los Patriarcas; 3) El Éxodo; 4) El Rey, ungido del Señor; 5) Los Profetas] y el plan de lecturas de los domingos de Adviento (a través de las figuras emblemáticas: Isaías, Juan Bautista y María).

Hay una cierta tendencia a acercarse a la Biblia sólo desde una óptica de crítica histórica, como si se tratase simplemente de un capítulo más de la historia universal. Hay, entonces, el riesgo de perder de vista el conjunto de la Historia de Salvación, que encuentra en Jesucristo su meta y su fuente. De esta manera se puede dejar de lado, con demasiada facilidad, la dimensión profética de los textos bíblicos y, por tanto, su incidencia para el creyente en Jesucristo.

La Biblia, según la tradición judía, realiza siempre una continua relectura de los textos recibidos. Esta relectura tradicional judía se conserva en los evangelios y en los escritos neotestamentarios, y se mantiene también en los Padres de la Iglesia, en la liturgia, en el arte sagrado y en los escritos cristianos, especialmente hasta el siglo XVI. A partir de este momento se empieza a mirar con desconfianza este tipo de lectura viva, que pide el discernimiento del Espíritu, los criterios de la tradición y la experiencia vital de la fe, y se tiende a una lectura más erudita y menos profunda. La lectura catequética, litúrgica y vivencial de la Biblia va quedando arrinconada, bajo la pretendida lectura a partir de su sentido original. Pero la Escritura bíblica es siempre relectura, en el seno de la comunidad creyente y en el caminar según el plan de Dios.

El esquema de la Historia de Salvación en el Antiguo Testamento queda marcado por las figuras de Adán y Eva (Abel, Noé), Abrahán y Sara (Isaac, Jacob), Moisés (Josué), David (Salomón) e Isaías (y los demás profetas). Del Nuevo Testamento, centrado en la figura de Jesús, conviene destacar por su singularidad y significado las figuras de Juan Bautista y María de Nazaret, María Magdalena y el Discípulo amado (con el protomártir Esteban), Pedro y Pablo.

La visión de la Historia de Salvación que presenta el evangelio según san Juan nos muestra a Jesucristo como «el contenido último y más profundo del Antiguo Testamento» (O. Tuñí, «Personatges veterotestamentaris en l’evangeli de Joan», a Tradició y traducció de la paraula, Montserrat 1993, p. 241). Jesús dice de Abrahán: «Saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría» (Jn 8,56). De Moisés, Jesús dice: «de mí escribió él» (Jn 5,45). Y de Isaías, el evangelista dice, comentando uno de sus textos: «Esto dijo Isaías cuando vio su gloria y habló acerca de él (Jesús)» (Jn 12,41). De esta forma el evangelio puede afirmar que Abrahán contempló el día de Jesús y se alegró de él; Moisés escribe de Jesús; e Isaías contempló la gloria de Jesús y habló de ella. Es decir, la luz de Jesús ilumina toda la Historia de Salvación. Las Constituciones apostólicas, de finales del siglo IV, describen así algunas de las cualidades que ha de tener el responsable de las comunidades: «Debe ser, ante todo, indulgente, paciente en su manera de amonestar, muy capaz de instruir, dedicado a meditar los libros del Señor; que lea mucho, a fin de poder interpretar bien las Escrituras; que interprete el Evangelio de acuerdo con los Profetas y la Ley; que sus interpretaciones de la Ley y de los Profetas concuerden también con el Evangelio» (Const. Apost. 2,5,4, trad. J. Urdeix).

Los personajes del Antiguo Testamento no sólo van preparando la figura de Jesús, sino que la persona de Jesús y su gloria muestran el sentido profundo de estos personajes, que contemplan, hablan y se alegran de Cristo. De forma parecida, en el episodio de los discípulos de Emaús, se indica que Jesús exponía a sus discípulos «lo que se refería a él en todas las Escrituras» (Lc 24,27) y se recuerdan sus palabras: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí» (Lc 24,44).

El único deseo de este libro es ayudar a profundizar en la fe en Jesucristo, que se manifiesta tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y que es vivida en la liturgia y en los sacramentos de la comunidad cristiana.

Los textos bíblicos son citados según la Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (Madrid 2010). En algunos casos he introducido algunos retoques para poder resaltar determinados aspectos del texto original que no me parecían suficientemente recogidos.

Rodolf Puigdollers Noblom

La Torreta, 22 de julio de 2011