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Paola Palomino es licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) y Magíster en Administración y Dirección de Proyectos, certificada por DeSales University, por la Escuela de Posgrado de la misma casa de estudios. Es especialista en comunicación corporativa y responsabilidad social. Hace siete años, recorrió lugares remotos de la selva y la sierra del Perú apoyando a diversos grupos étnicos en los ámbitos de la comunicación, la gestión de proyectos sociales y el planeamiento estratégico. El último año estuvo en Europa tomando estudios sobre nuevas formas de comunicación. En la actualidad se desenvuelve en el ámbito académico, como docente en el Área de Humanidades de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Este es su primer libro.

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Primera publicación: agosto de 2016

Edición:

Diana Felix

Corrección de estilo:

Luigi Battistolo

Diseño de cubierta:

Christian Castañeda

Diagramación:

Diana Patrón Miñán

Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas S. A. C.

Av. Alonso de Molina 1611, Lima 33 (Perú)

Teléf: 313-3333

www.upc.edu.pe

Primera edición: agosto de 2016

Digitalizado y Distribuido por Saxo.com Perú

S.A.C. www.saxo.com/es

yopublico.saxo.com

Telf: 51-1-221-9998

Dirección: Av. 2 de Mayo 534 Of. 304, Miraflores

Lima-Perú

BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ

Centro Bibliográfico Nacional

D.L. 2016-09933

ISBN de la versión impresa: 978-612-318-057-7

ISBN de la versión PDF: 978-612-318-068-3

ISBN de la versión epub y mobi: XXX-XXX-XXX-XXX-X

BNP: 2016-173

Contenido

Prólogo

Introducción

Capítulo 1. La esencia de una victoria no lograda

Capítulo 2. El aroma del éxito

Capítulo 3. El verdadero sabor

Capítulo 4. El mejor café del mundo en el sitio más hostil del Perú

Capítulo 5. La antesala del olvido

Capítulo 6. A la conquista del mundo

Álbum fotográfico

A todas aquellas personas apasionadas, perseverantes,
amantes del café. Y, por supuesto, a ti
.

Prólogo

Por Karissa Becerra Biaggioni1

Todavía me resulta sorprendente hasta dónde ha llegado el café peruano: gracias a un poco más de cuidado, un poco más de capacitación, mucha voluntad, las manos maravillosas de los agricultores y la ayuda de la tierra, el sol y el agua, en los últimos diez años la calidad del café producido en el Perú mejoró inconmensurablemente.

Esta evolución se puede ver reflejada en la vida de Wilson Sucaticona y su esposa Luz Delia, agricultores comprometidos que hacen su trabajo con pasión y con una determinación invencible.

El rey Tunki muestra la cotidianeidad de estas personas especiales, su lucha por vencer los obstáculos, su hermosa vida en el monte, sus sueños, su fuerza, su fe y cómo todo esto puede ser transformado en algo mágico, como el café que producen. Café que no podría producirse bajo ninguna otra circunstancia.

También muestra el otro lado del éxito, el de las frustraciones, las desilusiones y la tristeza, así como su acercamiento a las reglas demoledoras del mercado. Todo lo que forma parte de la vida de las personas fuertes que nunca dejan de tratar, que saben lo que tienen que hacer de su vida y se dedican a ello de la mejor manera posible.

Es difícil comprender la cantidad de esfuerzo y trabajo emocional y físico alrededor de un cultivo. Solo quien es testigo puede empezar a entender las inmensas dimensiones de esta labor. Creo que, con este libro, Paola Palomino nos ayudará a conocer el valor de este trabajo y el valor de las personas detrás del cultivo, detrás de ese café de la mañana que nos hace tan felices durante todo el día.

Introducción

El hombre que ha hecho de su café una leyenda vive en una de las zonas más lejanas y hermosas del planeta, entre las nubes de la húmeda y agreste selva en la región de Puno, en el Perú; y, desde lo alto, hace su sueño realidad: cultivar el café orgánico más rico del mundo.

Para llegar a este mágico lugar, donde cada mañana el cielo se viste de azulvioleta, he viajado durante varios meses a Juliaca, también conocida como La Ciudad de los Vientos, ubicada a 3825 metros sobre el nivel del mar. Recorrí 1267,6 km por carretera durante 15 horas de camino accidentado, crucé el Altiplano, subiendo y bajando montañas, laderas, quebradas, ríos y, finalmente, anduve por una imponente montaña empinada cuesta arriba durante tres horas, aproximadamente. Desde lo alto, aves, mariposas, monos y serpientes me daban la bienvenida sobre el estrecho camino que abre paso a un maravilloso colchón de nubes. Da la impresión de estar suspendido en el cielo. Pensé que con el paso de los años se tenderían puentes, carreteras, nuevos caminos, pero no fue así. Llegar a Wilson Sucaticona nunca fue fácil. El periplo de casi cuatro días de movilización desde Lima siempre fue agotador pero gratificante. Sacar fuerzas de donde no había para llegar finalmente a ese lugar que colinda con el cielo y confluye con la selva amazónica hace que uno se llene de una energía especial, no percibida en otra ciudad; ese lugar, que aún conserva suelos vírgenes, aguas cristalinas y un ecosistema casi intacto. Tan intacto que apenas tiene servicios básicos, los caminos están hechos a comba y pala y cada paso a la luz de la luna es incierto.

Durante el tiempo que escribía el libro, Wilson y yo nos sentábamos de madrugada en una banca frente a la chacra a esperar a que aclare el día, para iniciar la faena diaria. Recuerdo como si fuera ayer cuando Wilson me miró y me preguntó si sentí el sabor del chocolate. Yo le dije que sí con un movimiento de cabeza. Su taza estaba vacía ya, y sus manos mostraban las cicatrices del trabajo en la tierra, el entrañable cómplice de sus sueños.

Cuando lo conocí, apenas pudimos entablar una conversación. Él se incomodaba con mi castellano y yo hacía esfuerzos denodados por comprender su aymara (lengua materna). Con el paso del tiempo aprendí a conocerlo mejor. Intentó enseñarme su lenguaje y, cuando no se sentía muy conversador, su cuerpo, su rostro y sus manos hablaban por él. Conocer de cerca la historia del hombre que cultiva el mejor café del mundo, cosecharlo junto con él y su familia, vivir de sol a sol su pasión y compartir el arduo trabajo al que se enfrentan cada día terminaron por minimizar los peligros a los que me he tenido que enfrentar cada vez que realizaba esas largas travesías.

Hoy, a pesar de haber emprendido una nueva etapa y cruzado fronteras, sigue siendo la misma persona sencilla que conocí, continúa disfrutando del rancho frío y los amaneceres en la chacra. Sus 41 años están llenos de vitalidad y sobre todo de esa energía contagiosa que se desborda cada vez que conversamos de su pasión.

Convivir con los Sucaticona, cosechar con ellos, compartir su paraíso terrenal y disfrutar del café recién molido en su chacra, en casa de su familia en Juliaca o en Lima, y catarlo con expertos baristas en California, Estados Unidos, representó para mí un quiebre mental entre la realidad y lo que uno desea perseguir. Después de haberlos acompañado durante años, seguido de cerca y de lejos, hoy valoro más la fortaleza con la que deciden enfrentar la vida día a día, con el único motivo de perseguir y hacer realidad su sueño.

Image Gracias por acompañarme en este viaje.

Capítulo 1. La esencia de una victoria no lograda

«¡El ganador por el mejor café especial y campeón mundial de 2010 es el Tunki de Wilson Sucaticona, del Perú!», se escuchó por los parlantes del Hall B en el Centro de Convenciones de Anaheim en California, donde se realizaba la XXII Feria de la Asociación de Cafés Especiales de América, la convención anual de café más importante del mundo.

La ovación del público era interminable. Muchos estaban gratamente sorprendidos de que ganara por primera vez un peruano en la categoría de mejor café especial de origen. Era un domingo de abril del año 2010 alrededor de la una de la tarde, y la delegación peruana apenas podía creer el resultado. La espera había sido agobiante. Todavía sin asumirlo, el ingeniero Javier Cahuapaza Mamani, en ese entonces secretario comercial adjunto de la cooperativa que presentó el café Tunki al concurso, subió al escenario del auditorio principal para recibir el premio. «No lo podíamos creer, habíamos vencido a fuertes competidores de Brasil, Vietnam y Colombia —recuerda ahora, sentado en su oficina en Lima—. De pronto éramos campeones».

Unas 10 000 personas de 75 países diferentes —entre ellos traders, brokers, tostadores, importadores, retailers, baristas y público relacionado con el mundo cafetalero— se habían reunido en esta feria.

La Asociación de Cafés Especiales de América (SCAA por sus siglas en inglés) es la organización de café sin fines de lucro más grande del planeta. Supera los 10 000 miembros en todo el mundo y, desde 1982, organiza anualmente una exposición en la que se premia a los mejores cafés en el ámbito internacional. La feria fue creada en 1988 por un grupo de profesionales en café. Desde entonces, la Specialty Coffee Association of America ha celebrado 28 ediciones en Estados Unidos y ha promovido la calidad, estableciendo altos estándares internacionales.

Ese domingo de abril de 2010, la sala estaba atiborrada de gente y los integrantes de la Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras de los Valles de Sandia (Cecovasa) que lograron viajar celebraban el triunfo del café peruano Tunki. Esta delegación estuvo compuesta por Javier Cahuapaza Mamani; Miguel Paz, gerente de Ventas; Daniel Apaza Canaza, presidente del Consejo de Vigilancia; Hernán Tito, trabajador del Consejo; y César Rivas, presidente de la Junta Nacional del Café (JNC).

La emoción tenía una razón, más allá de la normal satisfacción que produce un triunfo. El premio entregado por la SCAA era un diploma de certificación que acreditaba que en ese fundo peruano llamado Tunki se producía el mejor café orgánico del mundo. El Perú había participado en la Feria de Cafés Especiales desde el año 19972. En 2002 tuvo la oportunidad de participar con la Comisión de Promoción del Perú para la Exportación y el Turismo (PromPerú) y, desde 2007, con la JNC3. Desde entonces hasta 2010, esta junta llevó a la feria un promedio de 20 organizaciones, pero ni el más optimista de los cálculos pudo prever la consecución de un título mundial.

La elección había sido ardua, en dos tandas de votación a cargo de 30 catadores, quienes degustaron 139 muestras de café de 25 países durante dos días. Primero se había escogido a los nominados de una lista ya propuesta, de la que resultaron cinco finalistas. En la segunda tanda de votaciones se seleccionó al ganador.

El ComercioLos AndesPerú 21