Introducción


Triángulo de las Bermudas es el nombre más popular de la “tenebrosa zona“ comprendida en el área triangular formada por las líneas imaginarias que unen a las islas Bermudas, Puerto Rico y la Florida.

El lugar, también conocido como el Triángulo de la Muerte, el Triángulo Diabólico, entre otras muchas denominaciones tétricas, constituye, junto con otros enigmas como la Atlántida o los OVNI (objetos voladores no identificados),1 con los cuales se relaciona, uno de los mitos que matizaron el siglo xx y que ahora salpica el siglo xxi. Las causas de su notoriedad están dadas por la cronología de hechos allí acaecidos, los cuales han sido calificados por muchos como incomprensibles, misteriosos o diabólicos.

1 A sugerencia del autor, se ha mantenido la palabra “ovni“ en su modalidad de acrónimo (OVNI); de igual modo, se ha procedido con el vocablo “osni“ (OSNI). (N. del editor).

Desde la época del descubrimiento de Colón, la zona atlántica se consideró peligrosa, aunque fue un suceso célebre ocurrido en diciembre de 1945, la pérdida de seis aviones —quizá la más inescrutable desaparición múltiple de aeronaves en la historia de la aeronáutica mundial— el que emprendió el comienzo en la consolidación de su triste fama. Tal hecho, unido a las anteriores y posteriores pérdidas de naves aéreas y marítimas, halló eco en páginas de periódicos, revistas y libros que se encargaron de establecer el mito; en este sentido, el máximo logro lo alcanzó El Triángulo de las Bermudas, de Charles Berlitz, publicado en 1974.

¿Quién es Charles Berlitz?

Charles Berlitz (1913-2003). Lingüista y políglota, nacido el 18 de diciembre en Nueva York, Estados Unidos. En la década de los sesenta del siglo xx inició su incursión literaria en los temas esotéricos, por los cuales es más famoso; entre estos figuraron libros sobre la Atlántida y el Arca de Noé, pero fueron tres de sus obras las que obtuvieron mayor relevancia, no tanto por su riguroso apego a la verdad, sino por la influencia que ejercieron en la cultura pop del misterio: El Triángulo de las Bermudas (1974), El Experimento Filadelfia (1979) y El incidente (1980), los dos últimos coescritos junto a William Moore (otro cultor de lo paranormal, sobre todo en el campo ufológico). Al Experimento Filadelfia, Berlitz dedicó una buena parte en su versión sobre el Triángulo de las Bermudas; con posterioridad, el referido experimento sería muy citado en numerosas realizaciones audiovisuales y escritas e, incluso, se realizó un filme que pretendió dejar constancia al respecto.

En relación con El incidente, este fue el primer libro que abordó el Caso Roswell, relanzándolo a la palestra pública, tras más de treinta años de olvido, con lo cual ayudó a convertirlo en lo que es hoy día el caso de OVNI más célebre. Es menos conocido que Berlitz es también autor de El Triángulo del Dragón (1989), que trata sobre el Triángulo del Diablo, presuntamente, existente en aguas aledañas al archipiélago nipón.

En su texto sobre la región bermudiana, Berlitz se auxilia en las hipótesis planteadas por otros autores que desde antes habían fijado su atención en esa región oceánica. En este sentido, presenta a dos de ellos.2

2 Estas citas —y las que, en adelante, serán utilizadas en el texto, salvo que se indique otra fuente— corresponden al libro de Charles Berlitz, El Triángulo de las Bermudas.

John Spencer, autor de Limbo of the lost (1969), fue piloto de la USAF durante 10 años, y es un estudioso de los OVNI. Fue miembro del NICAP (Comité Nacional de Investigación de los Fenómenos Aéreos), que incluye altos funcionarios del gobierno, Marina, organismos especializados en cohetería, etcétera.

Sobre el promotor del Experimento Filadelfia, dice lo siguiente:

El astrónomo Morris K. Jessup, autor de The Case for the UFO (1955), fue un astrónomo experto en selenografía, que dirigió el mayor telescopio óptico de América del Sur, descubrió estrellas dobles y desarrolló experimentos sobre eclipses.

A este dúo, Berlitz agregó los siguientes autores y obras, a los que acudió como referencia: Manson Valentin (1934-?), zoólogo, arqueólogo y oceanógrafo, amigo de Jessup e investigador del Triángulo de las Bermudas; Donal Keyhoe (1897-1988), autor de Flying saucer conspiracy (1955) y Aliens from space (1973); Ivan Sanderson (1911-1973), escritor de Invisible Residents: A Disquisition upon certain; Matters Maritime, and the possibility of Intelligent; Life under the waters of this Earth, todas de 1970; Frank Edwards (1908-1967), autor de Stranger than science (1959) y Stranges of all (1957), y Brad Steiger (1936-?), a quien se debe Atlantis rising (1958). En lo referente al Triángulo de las Bermudas, el grupo de escritores citados por Berlitz es mayor, pero los mencionados parecen ser los que mayor influencia ejercieron en su punto de vista.

Surge el mito

El 5 de diciembre de 1945, en el Triángulo de las Bermudas, cinco torpederos Avenger, con catorce tripulantes a bordo, desaparecieron de forma incomprensible; poco después, un hidroavión enviado en su rescate, también desapareció con trece tripulantes. La búsqueda realizada con centenares de aviones y barcos no ofreció ningún resultado y con ello nació esa aura sibilina achacada a la región.

Aunque el calificativo de “Triángulo de las Bermudas“ aparece en 1955, fue un artículo de Vincent H. Gaddis (1913-1997), publicado en 1964 por la revista estadounidense Argosy, el que impulsó el mito “triangular“. Luego seguirían otros similares que lo afianzarían en la imaginería popular, a tal punto que la Enciclopedia británica le dedicó un acápite en su edición de 1973. Ese año salió Limbo of the lost, de Wallace Spencer, considerado el primer libro exitoso sobre la susodicha ubicación. Al año siguiente apareció El Triángulo de las Bermudas, de Charles Berlitz, el mayor best seller sobre el tema y su principal propagador.

Durante las décadas setenta y ochenta del siglo xx, más de una veintena de buques de investigación científica, en su mayoría de la Unión Soviética, realizaron vastos estudios, en general, del mar y las atmósferas del Triángulo de las Bermudas y el Atlántico.

Luego de 1947, cuando comenzó la “fiebre“ de los OVNI, estos también se asociaron con las desapariciones y los misterios del triángulo, y se llegó a decir que naves extraterrestres eran vistas entrando y saliendo de sus aguas, bajo las cuales, presuntamente, poseen bases submarinas.

Las aparentes conexiones entre las pérdidas ocurridas en la región, civilizaciones antiguas y presuntos visitantes de otros mundos, son recogidas en el libro de Berlitz, al igual que en otros textos que antes o después abordaron el tema. Esto puede haber producido cierta saturación en las afirmaciones de unos y otros, y haber creado redundancias inevitables, de las que tampoco escapa esta obra, pese a lo cual se logra aportar nueva luz y puntos de vistas novedosos sobre un asunto tan manido.

Entre las fuentes esenciales se hallan, Internet y un cúmulo de datos aportados por esta red acerca de agencias gubernamentales estadounidenses, entre las cuales pueden mencionarse las siguientes: USAF, NASA, NOAA y CIA. En otros países sobresalen: ESA y Lloyd Register.

A pesar de las toneladas de papel, los innumerables metros de celuloide y los millones de palabras difundidas acerca de esta célebre región oceánica, no todo se ha dicho. Inevitablemente, se repiten los relatos de hechos bien conocidos, pero, además, se ofrecen nuevas posibles explicaciones a las desapariciones o acontecimientos misteriosos que allí tuvieron lugar, a la vez que se abren otras interrogantes, a las que cada quien podrá dar la respuesta que estime pertinente.

De cualquier modo, su contenido, sin duda, será de interés general para los lectores, que agradecerán contar con una información más amplia —en algunos casos, inédita— sobre esa demasiado popular área conocida como el Triángulo de las Bermudas. Sus inexplorados abismos marítimos, llenos de misterios insondables, siembran el temor en la mente humana... y es, precisamente, ese miedo a lo desconocido el que conforma el terror submarino abordado en esta obra.

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www.edittorialbitacora.com

www.formarse.com.ar

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www.ecured.





Tercera parte

Mares de peligros

¿Cuántos buques, aviones y personas perecen anualmente en los mares del mundo? La cifra es más alta de lo que debiera ser, dado el gran avance en medios de pronóstico meteorológicos y de comunicaciones experimentado, sobre todo, a partir del inicio de la Era Cósmica. El 4 de octubre de 1957, con el lanzamiento del Sputnik 1 desde la Unión Soviética, se creó la posibilidad de orbitar satélites meteorológicos, para las comunicaciones, los estudios oceanográficos y de salvamento, entre otros, de gran beneficio para las navegaciones área y marítima. De tal modo, las estadísticas fatales debieron haber descendido; sin embargo, no ocurrió así. Y es que continúan surcando los mares barcos que no cumplen todas las condiciones con miras a una navegación segura, la contratación de tripulaciones de bajo nivel profesional y las violaciones de normas para la carga de mercancías y pasajeros, tanto en buques, como en aviones. Por si fuera poco, las mafias marítimas lucran hundiendo barcos para cobrar seguros o los “desaparecen“ para dedicarlos al tráfico de narcóticos, armas, personas, desechos tóxicos y otras ilegalidades.

La piratería, un “medio de vida“ que se niega a morir, en 2008 recobró un renovado auge, en especial, en la región el golfo de Adén y las aguas del océano Índico.

A pesar de los grandes avances realizados durante el siglo xx, en general, en el estudio oceanográfico y en la Tierra, ciertos fenómenos, como las “olas monstruo“, indican lo poco que se sabe sobre el planeta Tierra. Entonces, resulta provechoso conocer los detalles de esta frecuente causa de muerte marítima, apenas verificada a fines del siglo xx.

Sexta parte

Destino final

Ante la furia desatada por los más fuertes elementos de la naturaleza, poco importa si un buque o un avión se encuentra solo o acompañado; si la nave no está en condiciones de resistirlos, su destino inexorable será yacer en el fondo del oscuro abismo. Quizá la mayor desaparición marítima múltiple, de la flota mongola en 1281, sea la mejor prueba de ello.

En miles de años de civilización, suman millones los barcos y aviones tragados por las profundidades. En mayoría, las causas de sus pérdidas fueron naturales, aunque en algunos casos se debió a los perennes conflictos bélicos, culpables de un extraordinario porcentaje de víctimas humanas en el mar. Otro motivo se atribuye a la consabida acción de piratas, a veces, con mandato estatal.

Por otra parte, el viejo informe de la marina estadounidense realizado en 1945, tras la desaparición del Vuelo 19, no pudo impedir el inicio de la leyenda del Triángulo de las Bermudas. En este capítulo se propone una versión comentada sobre este; es posible que por vez primera se ofrezca una visión especulativa acerca de lo que pudo suceder a los cinco aviones Avenger y sus 14 tripulantes, luego de que la comunicación con ellos se cortara definitivamente.





Datos de autor


Daniel Domingo Solano Bacallao (Varadero, Matanzas, 1964). Reside en la ciudad de Cárdenas, Matanzas. Es autor de OVNIS: vuelos secretos y misteriosos (2000) y Dinosaurios: gigantes terribles (2000), ambos ganadores del premio Pinos Nuevos de 1999 y publicados por la Editorial Nuevo Milenio; el segundo de estos fue realizado en coautoría con Miguel Ángel Díaz Portillo (MAD). Asimismo, es autor de argumentos para la serie de dibujos animados Filminuto, varios de los cuales están incluidos en cuatro de estos cortos, premiados en diversas ediciones del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.

Es realizador de guiones para historietas y caricaturas, algunas de conjunto con MAD, y fotografías artísticas y periodísticas. En la actualidad, se desempeña como colaborador en varios medios de prensa.

Título original: Triángulo de las Bermudas. Terror submarino y áereo

Edición base: Sergio M. Bello Canto 

Edición para e-book: Aldo Gutiérrez Rivera

Diseño de cubierta: Elvira Corzo Alonso

Corrección: Aida Elena Rodríguez Reiner
Emplane digital: Madeline Martí del Sol

© Daniel D. Solano Bacallao, 2015

© Sobre la presente edición:

Editorial Científico-Técnica, 2016

ISBN 978-959-05-0923-0

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Dedicado, muy especialmente, a Doris Oberländer



Agradecimientos


Mi eterno agradecimiento a mis grandes amigos y sus familiares, quienes con su desprendimiento, paciencia, apoyo múltiple y aguante para con mis reiteradas molestias, respaldaron la terminación de este texto.

En primer lugar, a Hugo César Crespo Arencibia, mi imprescindible gran amigo, fallecido prematuramente durante la gestación de esta obra, a la cual realizó aportes muy variados. Tal apoyo y agradecimiento son extensibles a su mamá Ohilda Arencibia y su fraternal hermano Armando Crespo.

A Doris Oberländer, la solidaria e incondicional amiga, que con su altruismo fue una de las personas decisivas para que esta obra, tras su larga concepción, llegara a buen término.

A Miguel Ángel Díaz Portillo (MAD), gran amigo absoluto y colega, esencial en la demorada concreción de este libro, y a su hermano Frank Díaz Portillo.

A Maikel Reyes Leyva, quien, además, realizó una corrección detallada del texto, y a su mamá Ana Irma Leyva Ramírez.

A mis hermanas María Eugenia y Heidy, por su apoyo, su desprendimiento y su paciencia para conmigo, quienes, de seguro, tuvieron que soportar muchas desatenciones de mi parte.

A mi sobrino Dennis Quaderer, por su pureza, su apoyo sin límites y su fidelidad infinita.

A Ana Núñez González, esa musa que actúa y estimula desde la distancia, y a su mamá Rosa González Portes, por sus apoyos espiritual, maternal y logístico reiterados.

A Rosa Fong, por su estímulo, su orientación y su apoyo múltiple cada vez que los necesité.

A Cary Labrada, “alma de Dios“, de infinita fuerza espiritual, muy estimulante por su fe en la victoria sobre cualquier obstáculo, y a sus hijas Danae y Dania.

A mi entrañable amigo Ricardo Socorro, a Javier Socorro y su compañera Soledad Oramas, a sus hijos Sarita y Abraham, y a Xenia y Sandra.

A Fred Danilo, por su apoyo solidario y su camaradería de siempre, quien fuera un ente decisivo en la impresión de la primera copia del libro terminado; “felicidad“ esta que garantizó el solidario a Nguyen Peña con miras a presentarlo a la Editorial.

A Lianet Cabrera, Isis Ruiz, Jannette M. Cobas, Lili y Antonio Nores, ese reducido pero amabilísimo colectivo de la biblioteca del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo.

A Dulce María Valenzuela Rodríguez, Noemí Vázquez García, Yolanda Guitart García, Grissel Pérez Pérez, Yessica Azquerez Díaz y Odalis González Martínez, ese colectivo, muy amable, de muchachas en el Centro de Documentación e Información Pedagógica (CDIP) de Cárdenas.

No puede faltar el agradecimiento a los miembros del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en especial, Ivonne Galeano, ángel de la guarda de escritores noveles y su compañero inseparable Eduardo Heras León. Imposible sería olvidar a los informáticos Erick Mota y Bernardo Acosta, Yunior Pérez y José Luis Altuna.

A Lissett M. Packard, Tania Tenrrero Cañete, Aneida Fernández Alfonso, Misleidy Valdés, Mirta Cruz Pérez, Odalnis Mora Plunkett, Pedro Luis Hernández Álvarez, Raúl A. Alonso Benavides y Ernesto Torra, todos especialistas del Joven Club Cárdenas 1.

A Greti Rodríguez, Elianet Hernández, Anamaris Sandamil, Arasay Álvarez, Osvaldo Suárez y Alexis Miura, todos especialistas del Joven Club Cárdenas 4, por su amable atención.

Un último “gracias“ para Sergio Bello, quien con su eficaz labor de edición contribuyó a hacer de este libro una obra mejor.

A todos ellos —dedicándoles como tributo el presente título—, mis más sinceros y eternos agradecimientos.

Primera parte

Zona conocida como Triángulo de las Bermudas

Piratas y tesoros, submarinos nazis, la Corriente del Golfo, el Mar de los Sargazos, buques fantasmas, narcotráfico, fosas marinas, la Atlántida, yacimientos de hielo combustible, huracanes, tornados, rayos, OVNI, OSNI, bases navales y aéreas, polígonos de tiro, un cosmódromo, grandes polos turísticos, tiburones, etc. ¡Todo esto y más se conjuga en la historia del célebre Triángulo de las Bermudas!

Cuantiosos libros y una avalancha de artículos, encabezados por el texto de Charles Berlitz, han servido para establecer en la mente humana el mito de su existencia.


CAPÍTULO I
Y lo llaman Triángulo de las Bermudas

Frente a la costa sudeste de EE. UU., en el Atlántico occidental, existe una zona que conforma lo que se ha denominado un triángulo. Se extiende desde las Bermudas, por el norte, hasta el sur de la Florida; va hacia el este, hasta un punto situado a través de las Bahamas, más allá de Puerto Rico, a unos 40 grados de longitud oeste, y luego regresa hacia las Bermudas. Esta zona ocupa un sitial inquietante, casi increíble, en el catálogo de los misterios no resueltos del mundo. Habitualmente, se le llama el Triángulo de las Bermudas, donde más de cien barcos y aviones han desaparecido en medio de una atmósfera transparente. La mayor parte de las desapariciones han ocurrido desde 1945, y en los últimos 26 años se han perdido allí no menos de 1 000 vidas humanas, sin que se haya podido recuperar ni un solo cuerpo, ni siquiera un trozo de los restos de aviones o barcos desvanecidos.

De esta manera presenta Charles Berlitz, en su popular obra, la célebre región oceánica del Atlántico, la cual se ha bautizado con cuantiosas denominaciones a modo de sobrenombre, como: Triángulo de la Muerte, Limbo de los Perdidos, Cementerio del Atlántico, Triángulo Diabólico, Patio de los Perdidos, Triángulo del Diablo, Zona del Crepúsculo, Mar de la Mala Suerte, Rombo Mágico, Triángulo Infernal, Rombo de la Mala Suerte, Trampa del Cielo o Mar de los demonios. Pero, sin duda, la más popular de todas las denominaciones resulta Triángulo de las Bermudas.

A veces, estos calificativos surgían a partir de la publicación de un libro notorio sobre el tema, que luego era reproducido y fijado en la memoria colectiva sobre la base de numerosos artículos o informes de prensa alusivos a las pérdidas de naves aéreas y marítimas en esa área. En algunos casos, al parecer, las denominaciones vienen por extensión, al utilizar las que poseían otras zonas notoriamente “malditas“ aledañas a las del “triángulo“. En tal caso está el cabo Hatteras, conocido desde antaño como Cementerio del Atlántico, por los numerosos naufragios registrados en sus inmediaciones; algo similar sucede con el no menos célebre Mar de los Sargazos, que ha tenido por sobrenombres Mar de la Mala Suerte y Cementerio de Barcos.

Según Wikipedia, la primera referencia al triángulo “maldito“ data de 1951, cuando el periodista estadounidense E. V. W. Jones, de la Asociated Press, escribió acerca de la frecuente desaparición de buques y aviones en la zona de las islas Bahamas, a las cuales calificó de “misteriosas“ y, de paso, bautizó el área como Triángulo del Diablo.

En 1952, George X. Sand publicó en la Revista Fate su artículo “Sea Mystery At Our Back Door“, en el cual mencionaba las “extrañas desapariciones marinas“ que sucedían en esa región atlántica. En abril de 1962, la revista American Legion Magazine dio a conocer “The lost patrol“, de Allan W. Eckert, quien fue el primero en dar connotaciones sobrenaturales a la desaparición del Vuelo 19, línea que seguirían Berlitz y compañía. Luego, Vincent Gaddis, en un artículo para la revista Argosy, en abril de 1964, acuñó el término Triángulo de las Bermudas; al año siguiente, publicó Invisible Horizont: The Mysteries of the Sea, que incluyo el capítulo “El mortal Triángulo de las Bermudas“. Al parecer, esta fue la obra que más inspiró a Berlitz para escribir su best seller El Triángulo de las Bermudas (1974).


1,1


Fig. 1 Algunas de las configuraciones atribuidas al Triángulo de las Bermudas.Obsérvese cómo varias de estas incluyen a Cuba. (Fuente: Carajou).

Lo comúnmente aceptado es que el Triángulo de las Bermudas comprende el espacio delimitado por las líneas imaginarias que unen el extremo sur de la península de la Florida, las islas Bermudas y Puerto Rico. En esa área de 3 900 000 km2 se conjuga un número de elementos considerable que, en la historia de la Tierra, han otorgado a esa región un atractivo singular. En este sentido, podrían mencionarse la caída de grandes meteoritos; la intensa actividad pirata; la existencia del Mar de los Sargazos; el azote de los submarinos nazis al transporte naval durante la Segunda Guerra Mundial; el tráfico ilegal de personas, drogas y armas; la existencia en sus proximidades de uno de los principales cosmódromos del mundo, etcétera.

Cuando se aborda este tema es inevitable realizar una breve referencia al conjunto de países isleños que forman los vértices del triángulo u ocupan sus áreas interiores o aledañas.

Las islas Bermudas deben el nombre a su descubridor, el español Juan Bermúdez, quien las avistó en 1515. Son un conglomerado de 360 islotes e islas de origen volcánico, de los cuales apenas una veintena están habitados, y que se hallan rodeados por profundidades de hasta 4 000. Las islas están ubicadas al sureste de la costa oriental de los Estados Unidos, a 930 km de cabo Hatteras, el punto de tierra firme más próximo a estas. En 1612 pasaron a dominio británico. Desde los años 1930, lo pintoresco del lugar y el agradable clima atrajeron al turismo estadounidense, sobre todo porque de esta manera burlaban la ley seca imperante. En 1940, los Estados Unidos lograron el derecho a establecer allí bases militares. En 1968, las Bermudas obtuvieron la autonomía. En la actualidad, el turismo es su fuente económica principal.

Puerto Rico fue descubierto, en 1493, por Cristóbal Colón, durante su segundo viaje por tierras americanas, y lo bautizó como San Juan; en 1521, el rey de España ordenó nombrarlo Puerto Rico. Tiene 8 897 km2 y es la menor de las grandes Antillas. Está separada de la República Dominicana por el Canal de la Mona; en sus aguas pueden localizarse las fosas de Brownson (9 219 m), el punto más profundo del Atlántico, y las de Tanner (5 000 m).

La península de la Florida, uno de los cincuenta Estados de los Estados Unidos, se extiende entre el océano Atlántico y el golfo de México, en un área de 151 939 km2; tiene una extensión aproximada de 700 km y una anchura promedio de 150 km. Fue descubierta en 1513 por el español Juan Ponce de León, quien le dio ese nombre por la exuberancia de su follaje y flores. Colonizada por Menéndez de Avilés, en el período 1763-1783, perteneció a Gran Bretaña hasta que, en 1819, fue comprada por los Estados Unidos.

Por su costa atlántica se extienden amplias playas de arena, mientras que en la sur los pantanos cubren un área de 130 000 km2; en su centro está la región de los lagos, muchos de estos unidos por canales. Su clima cálido y sus atractivos naturales la convierten en el eje turístico de los Estados Unidos y gran parte del mundo, sobre todo la red hotelera de las playas de Miami y el Disney World, en la ciudad de Orlando. Al sur, limita con el estrecho homónimo, que comunica al golfo de México con el océano Atlántico, y que separa a la península de Cuba y las Bahamas.

Las Bahamas o Lucayas, un conglomerado de 29 islas, 661 cayos y 2 587 rocas o bajos, se extienden en gran parte por dentro de la zona del triángulo; cubren un área de 4 404 km2 y también resultan de gran atractivo turístico, en especial para el buceo. Estas islas se levantan sobre una meseta submarina, la cual constituye extensos bancos que suben verticalmente desde grandes profundidades (3 000 m a 4 000 m) y no alcanzan, por unas pocas brazas, a emerger a la superficie marina; desde este banco, las principales islas apenas sobresalen 2 m. En estos arrecifes encontró su fin una extensa relación de buques.

Los tres vértices del triángulo, las Bahamas y demás países que lo circundan (Estados Unidos, México, Cuba, República Dominicana y Jamaica), integran un conjunto de polos turísticos de primer orden, en auge y expansión plenos, lo cual hace que esta región sea muy concurrida. Anualmente, las líneas aéreas y de cruceros trasladan millones de turistas, tanto por aire como por mar.

Los buques procedentes de Europa con rumbo al Canal de Panamá y otros muchos provenientes de este con destino al viejo continente, contribuyen al intenso tráfico en la zona del Caribe y el golfo de México, sitio donde, además, existen enormes reservas petrolíferas y cuantiosas plataformas marinas para la extracción de petróleo, el número de estas, entre fijas y móviles, oscila entre 3 500 y 4 000.

En tiempos prehistóricos, grandes meteoritos cayeron en la costa occidental de los Estados Unidos, cuyos fragmentos, de acuerdo con el radio de los cráteres descubiertos en tierra y la presunta trayectoria de impacto, reposan en las profundidades del Atlántico. Aún falta por explorar detenidamente sus fondos marinos.

El Mar de los Sargazos, situado en el Atlántico Central, abarca extensas millas de la zona atribuida al triángulo. Desde la época de la conquista, debió llenar de terror a los ignorantes marineros, creyentes de que al hacerse cada vez más densos los sargazos, estos terminarían por atrapar sus naves y, por ende, todos sus ocupantes perecerían de hambre y sed. Además, como muestran los mapas viejos, en estas aguas se temía la presencia de gigantescos monstruos, capaces de destrozar embarcaciones y devorar a sus tripulantes.

Al mítico continente Atlántida, de entre los tantos asentamientos en que han tratado de situarlo, sobresalen aquellos que lo fijan en las Bahamas, en especial, su isla Bimini, donde se descubrieron presuntas calzadas de origen artificial.

Meteorológicamente, esta región tropical goza de gran actividad, puesto que a las habituales tormentas se suma la presencia de ciclones y huracanes, que resultan verdugos colosales para los buques, y de tornados, denominados trombas marinas cuando se forman en el mar.

A lo largo de la costa oriental estadounidense se encuentra la Corriente del Golfo (Gulf Stream, en inglés), que es un factor esencial de desequilibrio para las condiciones climáticas del continente americano y el mundo, y que también se vincula con los fenómenos de esta región. Con origen en el golfo de México, este flujo acuático que bordea la Florida y asciende rumbo al Atlántico Norte, posee una velocidad superficial de 5,6 milla/h; por ello, cualquier objeto flotante puede ser arrastrado y alejado de la ubicación en que originalmente se fijó.

Desde antaño, la región fue sitio predilecto para los malhechores de todo tipo; los piratas y corsarios, que asolaron cuanta embarcación se ponía a su alcance, fueron quienes primeros encontraron refugio seguro en las abundantes islas e islotes de este archipiélago. Durante la Segunda Guerra Mundial, los submarinos nazis implantaron otro tipo de terror, no menos dañino, en su afán de neutralizar los suministros marítimos de los aliados; con la pretensión de lograr un giro a su favor durante esta cruda contienda, arruinaron las comunicaciones marítimas del Atlántico, y en sus incursiones hundieron numerosos buques que navegaban próximos a las costas de Estados Unidos, Bahamas, Cuba y el golfo de México. Su actividad letal no quedó impune y muchos de estos “lobos de acero“ nunca retornaron a su base, tras ser descubiertos y hundidos por las fuerzas navales y aéreas. En la actualidad, desde la segunda mitad del siglo xx, narcotraficantes; terroristas; traficantes de personas, armas y cuanta cosa pueda generar jugosas ganancias, han utilizado estas aguas como un paso obligado de sus “mercancías“, lo cual ha ocasionado un saldo luctuoso muy alto y, en parte, sus actividades criminales pueden ser culpables de la aparición de los “buques fantasmas“.

Luego de 1947, fecha del inicio de la Era de los OVNI, estos fueron asociados con los fenómenos ocurridos en el triángulo; llegó a decirse que los “objetos“ volantes no identificados eran vistos entrando y saliendo de sus aguas, bajo las cuales estarían instaladas sus bases submarinas. De cualquier modo, el espacio cósmico está vinculado con el Triángulo de las Bermudas. En Cabo Cañaveral, península de la Florida, está uno de los más activos cosmódromos del mundo, desde donde despegan cohetes cuyas etapas impulsoras caen en aguas del Atlántico, aledañas al susodicho triángulo.

A grandes rasgos, estos son los elementos fundamentales que han de considerarse cuando se quiere dilucidar las múltiples causas de los enigmáticos sucesos en el Triángulo de las Bermudas. Con posterioridad, se hará un análisis más detallado.

Un triángulo que no es triangular

Los que aseguran que el triángulo no existe tienen razón en cierto sentido, porque el “mar de las desapariciones inexplicables“ podría no ser un verdadero triángulo, sino más bien una elipse, o tal vez el segmento gigante de un círculo cuyo ápice estaría cerca de las Bermudas y cuyo fondo curvo se extendería desde la baja Florida hasta más allá de Puerto Rico, describiendo una curva hacia el sur y el este a través del Mar de los Sargazos, y volviendo luego hacia las Bermudas. (p. 20)

Con estas palabras Berlitz, en su libro, hace alusión a los límites y formas de la zona de pérdidas. Más adelante agrega:

Ivan Sanderson, que se ocupó del tema en su obra Invisible resident y en numerosos artículos, llegó a la conclusión de que la zona tenía la forma de una elipse, o punta de diamante, y de que habría otras doce zonas similares, esparcidas en todo el mundo a intervalos regulares, entre ellos, el tristemente célebre Mar del Diablo, en el Japón. John Spencer piensa que el área peligrosa sigue la plataforma continental, parte de un punto frente a Virginia y se dirige luego al sur, a lo largo de la costa Norteamericana, y pasa más allá de la Florida para continuar alrededor del golfo de México. Cree también que la región incluiría los escalones submarinos de las islas del Caribe y la periferia de las Bermudas. (p. 19)

Luego se refiere a lo que dice Vincent Gaddis:

[…] es una línea que va de la Florida a las Bermudas, otra desde las Bermudas a Puerto Rico, y una tercera que vuelve a Florida a través de las Bahamas. Y continúa con la sugerencia de John Godwin, en su libro The Baffig World: […] es una especie de cuadrado, cuyos límites se extienden entre las Bermudas y la costa de Virginia y cuyo extremo sur está formado por las islas de Cuba, Hispaniola y Puerto Rico. (p. 20)

Más adelante cita cuál es el parecer de la guardia costera estadounidense sobre el Triángulo de las Bermudas, el cual está reflejado en el registro 5720 del séptimo distrito del servicio:

El Triángulo de las Bermudas o del Diablo, es una zona imaginaria situada frente a la costa atlántica sudoriental de EE. UU., que es conocida por la alta proporción de pérdidas inexplicables de barcos, pequeños botes y aviones. Los vértices generalmente aceptados del Triángulo son las Bermudas, Miami (Florida) y San Juan (Puerto Rico). (p. 21)

Mucho antes de producirse los incidentes aéreos de la década del cuarenta y los cincuenta, la región marítima que abarca el Triángulo de las Bermudas que incluye al Cabo Hatteras, las costas de Carolina del Norte y del Sur y el Estrecho de la Florida, era ya conocida como el “Cementerio de Barcos“. Los naufragios se debían habitualmente a grandes marejadas y terremotos repentinos. También suele llamarse “Cementerio de barcos“ y “Mar de los barcos perdidos“, al Mar de los Sargazos, pero por la razón contraria: allí las naves no se perdían a causa de las tormentas, sino debido a las calmas. A lo largo de los años se había advertido ya en esta inhóspita región, la pérdida de grandes barcos sin que se produjesen llamadas de SOS y sin que tampoco se hallasen con posterioridad restos o cadáveres flotantes. (p. 54)

Finalmente, Berlitz se “lava las manos“ y deja a elección de los lectores la forma que más les guste atribuir a esta zona atlántica, cuando plantea lo siguiente:

Si el lector observa el mapa en el que se indican las desapariciones importantes de barcos y aviones, podrá sacar sus propias conclusiones acerca de la forma del Triángulo de las Bermudas y verificar si es un triángulo, o tal vez uno pequeño dentro de otro mayor, una elipse gigante, un cuadrado, o un fenómeno que se desplaza paralelamente a los escalones continentales y de las islas. (p. 21)

Como escribe Berlitz:

En esta zona de la muerte habrían de encontrarse buques de vapor, yates, balleneros, clipers, paquebotes, bergantines, barcos piratas y, para que la historia resulte mejor, galeones españoles repletos de tesoros. (p. 60)

En resumidas cuentas, allí hay todo un superarsenal arqueológico subacuático; entonces, dilucidar los misterios que encierra constituye un desafío más para la ciencia.


Fig. 2 Durante la Segunda Guerra Mundial, Alemania contó con 1 223 submarinos o U-boot.
De 1939 a 1945, estos asolaron los mares del mundo y hundieron 2 779 buques mercantes, de pasajeros y de guerra,
para un total de 14 119 413 t. (Fuente: Rama).


CAPÍTULO II
Última misión del vuelo 19