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Composición: Ileana Fernández Alfonso

Composición para e-book: Ana Molina

© Silvio Castro Fernández, 2016

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    Editorial de Ciencias Sociales, 2016

ISBN 978-959-06-1830-7

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A Gladys, Aneisah, Victoria y Chata.

A todos los que contribuyeron a fundar un nuevo continente que deberá ser zona de paz y progreso.

A los que cayeron en esta lucha en América y África.

Muchas veces lo que la historia escribe se aparta tanto de la verdad que resulta difícil comprender a la perfección y con absoluta seguridad las cosas del pasado.

Fidel Castro

4 de abril de 1959



Porque la gran realidad es que la historia de nuestros pueblos, la historia del mundo, la han escrito los colonialistas, los imperialistas. Nos corresponde a nosotros escribir la nueva y verdadera historia de nuestros pueblos y de nuestros héroes.

Fidel Castro

Kingston, Jamaica, 16 de octubre de 1977

Introducción

John Locke, el filósofo que proclamó la libertad,
era accionista de la Royal Africa Company,
que compraba y vendía esclavos.

Eduardo Galeano

El negro africano llegó a América en calidad de esclavo y fue él, con su trabajo forzado, quien completó la actividad del conquistador. Es por tanto la situación de esclavitud la que marca, como trazo fundamental, la presencia del negro en estas tierras. Arribó con sus culturas quebrantadas. Arrancado de su terruño por la fuerza, transportado y trasplantado a un nuevo hábitat, obligado a integrarse a una sociedad que no era la suya y en la que se encontraba en una posición de absoluta subordinación económica y social, forzado y forzada vieron así destruidas su organización tribal y política, sus formas de vida familiar y, en fin, todas sus estructuras sociales originarias. Mientras el español se limitó a importar su sociedad y civilización, no teniendo que hacer otra cosa sino adaptarlas a un nuevo medio, la esclavitud, al desgarrar la cultura africana original, solo permitió que el negro trajera consigo sus creencias y valores, debiendo sujetarse, en cambio, a una sociedad distinta a la suya e impuesta por su amo blanco.

Aun cuando el trasplante de esclavos negros tuvo como escenario un hábitat similar al existente en la costa occidental africana, las características singularmente dramáticas de ese trasplante impidieron que aquellos pudieran mantener intactas sus culturas. La sacudida violenta y atroz que significó para ellos el desarraigo de su medio y el régimen de opresión a que fueron sometidos, ni siquiera les dejó utilizar enteramente sus técnicas en relación con el nuevo ambiente. De ahí que, en la actualidad, tal como dice Roger Bastide, “no puede hablarse de civilizaciones o culturas africanas en América, sino de culturas negras o más bien de rasgos, restos de esas culturas”.

A partir del siglo xv con la expansión marítima europea, cambiaría la historia del continente africano y sobre todo la de la costa occidental. En los tres siglos siguientes más de catorce millones de seres humanos serían arrancados de su tierra para ser esclavizados en América.

Después, a finales del siglo xix, el continente que proveyó mano de obra barata a las potencias coloniales, continuó siendo despojado por estas, que se apoderaron de territorios por la fuerza de los ejércitos y establecieron fronteras arbitrarias, que hoy en día son la causa principal de los conflictos bélicos entre los estados-nacionales liberados en la segunda mitad del siglo xx.

Estas empresas coloniales de las potencias europeas, destruyeron civilizaciones y hábitos de vida e ignoraron sistemáticamente las civilizaciones africanas, al igual que hicieron con las civilizaciones amerindias, islámicas, hindúes y china. Señalamiento especial merecen las quebrantadas civilizaciones prehispánicas de América, que construyeron los formidables sistemas de regadío hallados por los conquistadores, el calendario azteca, el alto desarrollo de la civilización nazca, a juzgar por los hallazgos arqueológicos y las líneas que trazaron en el terreno, algunas de cuyas figuras de más de ciento cincuenta metros necesitaron del dominio del cálculo y las matemáticas.

La conquista y colonización abrieron el camino para la expansión vertiginosa del capitalismo europeo y que la historia de la humanidad se contara desde un punto de vista eurocentrista, donde supuestamente la única civilización existente había sido la clásica grecoromana hasta las civilizaciones occidentales de la Edad Moderna; donde no se tenían en cuenta las civilizaciones no occidentales. Los llamados “descubrimientos” europeos, en realidad dieron lugar a lo que el filósofo mexicano Leopoldo Zea llamó “recubrimiento de otras civilizaciones”.

No debemos ver al África como un todo, pues son muchas las etnias, las culturas. El término África fue inventado por los europeos, los esclavos que venían de esas tierras tenían el concepto de su terruño, no del Estado nacional que apenas hace unos decenios empieza a calar en las conciencias, así que mucho menos podían pensar en África en singular, en realidad debemos pensar en plural, debemos pensar en muchas Áfricas, porque alberga desde antaño gran diversidad de pueblos y culturas.

La antigüedad de África se remonta a épocas inmemoriales, a tal punto de que la ciencia moderna sitúa allí la cuna de la humanidad.

Pero durante mucho tiempo se tuvo por parte de Occidente una imagen racista de sus habitantes. Al extremo de que luminarias del pensamiento con proyecciones sociales positivas, a la hora de valorar a las personas de piel negra, proponían raseros muy diferentes a los de los europeos o discriminaban a aquellos con respecto a estos.

Vale, por tanto, la pena desmitificar a importantes lumbreras que, a pesar de haber aportado enormemente al pensamiento moderno, no tuvieron la lucidez suficiente para encarar con objetividad la discriminación racial.

Las teorías originadas por la trata, pretendían justificar la esclavitud y el tráfico de seres humanos —por lo que estos se mantuvieron durante siglos— y lógicamente combatían todo lo que pudiera contradecir los intereses de los esclavistas, sobre todo aquello que dejara a la vista el desarrollo de las culturas de los esclavizados y que pudiera mostrar la existencia de una igualdad, no solo física sino también intelectual.

Intelectuales como Charles-Louis de Montesquieu1 —uno de los padres de la democracia burguesa actual— manifestaba que era impensable que Dios haya puesto un alma en un cuerpo negro.

El filósofo Immanuel Kant decía: “Los negros de África carecen por naturaleza de sensibilidad que se eleve por encima de lo insignificante”.2 Por su parte David Hume,3 en Inglaterra, autor entre otras obras del Tratado de la naturaleza humana, pensaba que el negro puede desarro­llar algunas cualidades, como el loro puede hablar algunas palabras, desafiaba a que se le presentara un negro que haya demostrado talento y afirmaba que entre los cientos de millares de negros transportados a tierras extrañas, aunque muchos de ellos hubieran obtenido la libertad, no se ha encontrado uno solo que haya imaginado algo grande en el arte, la ciencia o en cualquier otra cualidad honorable.4

En 1781 se publica un libro escrito por un médico y naturalista holandés, P. Camper,5 donde se plantea que el negro estaba más cerca del mono que el hombre blanco. La teoría exponía que el ángulo frontal del cráneo de los primates va cambiando en determinada secuencia de los monos antropoides a los africanos, y de estos últimos a los blancos. Este libro, ampliamente divulgado después, fue utilizado por otro facultativo, el escocés J. Hunter, quien en 1791 llegó a afirmar que el europeo era de un nivel mucho más elevado por su desarrollo físico e intelectual que el africano.

La teoría del pastor anglicano Thomas Robert Malthus descargaba la culpa de la pobreza sobre las víctimas al plantear: “(…) Si los pobres son pobres es por su culpa (…) Su intemperancia sexual los ha conducido a proliferarse hasta el límite de los recursos disponibles, su fecundidad es excesiva (…)”.

Ninguno de los grandes filósofos del Siglo de las Luces exigió a las autoridades la supresión de las leyes que validaban el tráfico de esclavos.

El emblemático constructor de la grandeza imperial francesa, de sus instituciones históricas, de su sistema de formación de élites, que ha sido rodeado de un aura de esclarecido, también ha legado su contribución al racismo de los franceses, por la suerte dejada a los mulatos, a los hombres y mujeres de origen africano, pues llegó hasta a legislar la segregación antinegra. Este Napoleón Bonaparte fue el que restableció la esclavitud en las colonias el 20 de mayo de 1802 y el que dictó, el 2 de julio de ese mismo año, la prohibición de la entrada de negros y mestizos a Francia. A pesar del rol de primer plano desempeñado por los soldados negros y mulatos en las guerras napoleónicas, a pesar del heroísmo del general Dumas,6 hijo de una esclava africana, y padre del célebre novelista Alejandro Dumas, el emperador no vaciló en restablecer para los negros africanos, como él los llamaba, el infierno de la servidumbre total del esclavismo en las colonias.

Es de señalar que Bonaparte ordenó al general Dumas conducir la expedición para la reconquista de Saint Domingue —futuro Haití—, lo cual fue rechazado por este. La encarcelación de Toussaint Louverture, el libertador de la Isla, se inscribe en este contexto; es la visión de un diseño general que reservaba Bonaparte para los originarios de África.

Por el Decreto del 18 Brumario del año xv (7 noviembre de 1805), Napoleón promulgó un Código Civil para las colonias, su artículo 3 es muy explícito en lo conceptos referentes a las relaciones interraciales: “Las leyes del Código Civil relativas al matrimonio, la adopción, el reconocimiento de los hijos naturales, los derechos de sucesión de sus padres y madres (…) no serán nada más ejecutadas en las colonias que para los blancos, de blanco a blanco entre ellos, de los libertos entre ellos; sin que por ninguna vía directa o indirecta, ninguna de estas disposiciones pueda tener lugar de una clase a otra”. También, el 8 de enero de 1803, prohibía los matrimonios interraciales. En las anteriores disposiciones no se mencionan, por supuesto, a los esclavos que no eran considerados seres humanos. Ante la insurrección en Guadalupe, Napoleón propuso que debían ser exterminados todos los negros pero uno de sus generales nombrado Decaen lo alertó de que sería una catástrofe económica pues no habría quien produjera azúcar en lugar de los negros.

El diputado francés Jules Ferry, que vivió en el siglo xix, expresó que los derechos del hombre no habían sido escritos para los negros, pero también dijo: “Proletarios conviértanse en propietarios, vayan al África”.

La Francia republicana, la que proclamó los derechos del hombre, era colonialista y racista, pues no solo Jules Ferry pensaba así: para solo poner dos ejemplos de los que proclamaban un África sometida a Europa tenemos al escritor Víctor Hugo y al eminente pensador y excura Ernest Renan.

Muchos de los llamados prohombres de América Latina no ocultaron su menosprecio a los no blancos, fueran autóctonos, negros o mestizos. A lo largo de los siglos xix y xx continuaron la exclusión y la segregación.

José Antonio Saco, ilustre prócer cubano, con un análisis simplista ataca duramente a los antiesclavistas franceses al escribir: “En medio de la exaltación de aquellos tiempos, las palabras de Danton revelan que al decretarse el decreto de la emancipación de los esclavos, mezcláronse con los sentimientos de libertad, otros de odio y venganza contra los ingleses (…) Las palabras del terrible Decreto que lanzó, la esclavitud de los negros en todas las colonias queda abolida (…)”. Y añade: “Este decreto atropellando las graves consideraciones que eran de guardarse en materia tan delicada, produjo las más funestas consecuencias (…) Así quedó resuelta en pocos minutos, una de las cuestiones más delicadas que se pueden presentar en la arena parlamentaria. Pero no fue solo la libertad lo que a los negros se concedió, también se les declaró ciudadanos franceses, y con aptitud para ejercer los derechos políticos; de manera que los seres degradados que hasta entonces habían arrastrado las cadenas de la esclavitud, se encontraron repentinamente llamados a ejercer las más altas y más nobles funciones del Estado”.

Sobre la lucha emancipadora de los negros de Haití escribió Saco en Historia de la esclavitud de la raza africana, tomo I, pp. 214-215:

La catástrofe que cupo a esta (se refiere a Haití) provino de los desaciertos y locuras de la Revolución francesa a fines de la última centuria. Ensangrentada ya la Isla por la guerra civil entre los blancos y la gente de color. La Convención votó por aclamación y por sorpresa la repentina y absoluta libertad de los esclavos (…) creyeron que al grito de libertad, los esclavos de España y de Inglaterra se alzarían contra sus amos. El diputado Lacroix prorrumpió: “Proclamemos la libertad de los hombres de color. Demos este grande ejemplo al universo; que este principio consagrado solemnemente, resuene en el corazón de los africanos esclavizados”.

Por último diremos que se refirió con júbilo al hecho de que Napoleón Bonaparte restituyera la esclavitud en las colonias el 30 floreal del año X (año 1801).

Cuando la llamada Conspiración de la Escalera, José de la Luz y Caballero, a quien en la enseñanza primaria nos enseñaron a respetar, corrió desde París a La Habana para rechazar el estar envuelto en una conspiración de gente de color.

Pero no terminan ahí los deslices de los prohombres en materia de discriminación racial: ¿acaso Domingo Faustino Sarmiento no veía otro motor de progreso que poblar con contingentes de población blanca europea?; según sus palabras ellos “deberían desplazar la barbarie de la población nativa”. Es conocido que Sarmiento alabó el exterminio de los guaraníes en la Guerra del Paraguay y al referirse a los gauchos decía: “su sangre únicamente sirve para abonar la tierra”.

Durante los días de las invasiones inglesas en el año 1806, se originó un levantamiento de esclavos negros en Buenos Aires, alentados por el auge del abolicionismo en Inglaterra. El general inglés, William Carr Beresford, no miró con simpatía este movimiento. Entonces el vocero de los porteños criollos, Juan Martín de Pueyrredón (que días después reorganizara la reconquista), argumentando que la ruina amenazaba al país si no se suprimía la ilusión de los esclavos, le reclamó a Beresford medidas en favor de sus haciendas y en consecuencia este emitió un bando en el que ordenaba que se le hiciera entender a los esclavos que su condición de tales no variaría.

“(…) Se los atajó a tiempo (…)”, escribiría Pueyrredón en julio de 1806 en carta a su suegro en Cádiz. Esta medida contribuiría a la derrota de los ingleses, porque impulsó a los esclavos a combatir contra ellos.

José Ingenieros calificó en 1905 a los negros como “oprobiosa escoria”, y que merecían la esclavitud por motivos “de realidad puramente biológica”. También escribía: “Poblar no es civilizar, cuando se puebla con chinos e indios de Asia, con negros de África (…) seres más próximos a los simios antropoides que al hombre civilizado (…) Todo lo que se ha hecho a favor de las razas inferiores es anticientífico (…)”.

Más tarde, en 1906, Ingenieros escribía en su libro titulado Las razas inferiores:

Los hombres de raza de color no deberán ser política y jurídicamente nuestros iguales; son ineptos para el ejercicio de la capacidad civil y no deberían considerarse personas en el concepto jurídico (…) cuanto se haga en pro de las razas inferiores es anticientífico, a lo sumo se les podría proteger para que se extingan agradablemente (…).

El pensador mexicano José Vasconcelos expresaba:

La nación de más vigoroso empuje es la República Argentina, en donde se repite el caso de una mezcla de razas afines, todas de origen europeo (…) Resulta entonces fácil afirmar que es fecunda la mezcla de linajes similares y que es dudosa la mezcla de tipos muy distantes, según ocurrió en el trato de los españoles e indígenas americanos (…).

Y en La raza cósmica sostiene que “(…) a las diferencias físicas hay que agregar las profundas peculiaridades de historia que construye a cada uno de los grupos étnicos de América contemporánea (…) Nosotros procedemos de una cultura hispánica y latina (…)”.

Evidentemente, para Vasconcelos no pesa ni tiene valor la ascendencia africana de nuestros pueblos de América. No obstante lo anterior, Vasconcelos también escribió en el prólogo de Misión de la raza iberoamericana:

(…) y se da el caso de que aún darwinistas distinguidos, viejos sostenedores del spencerismo, que desdeñaban a las razas de color y a las mestizas, militan hoy en asociaciones internacionales, como la Unesco y proclaman la necesidad de abolir toda discriminación racial y de educar a todos los hombres en la igualdad (…) Vuelve, pues, la doctrina política reinante a reconocer la legitimidad de los mestizajes y con ella sienta la fusión interracial reconocida por el derecho (…).

En Francia Albert Sarrault, en un discurso a los alumnos de la Escuela colonial afirmaba: “Sería pueril oponer a las empresas europeas de colonización un pretendido derecho de ocupación, que haría imperecedero en manos incapaces la vana posesión de riquezas”. Por su parte el sociólogo francés George Vacher de Lapouge7 planteaba que era normal la reducción a la esclavitud de las razas inferiores y abogaba por una sola raza superior.

En tanto, el novelista venezolano Arturo Uslar Prieti decía en 1937: “No se puede crear un Estado moderno con indios que son flojos y negros que son holgazanes”. En otra ocasión también expresó:

Los negros no trajeron un aparato cultural visible que pudiera contribuir a la construcción de un Estado moderno (…) el negro por su parte no constituye un aporte que pueda beneficiar la raza. La mezcla resultante no ha superado los componentes originales. Lo que pudiéramos llamar raza venezolana es, en rasgos generales, tan incapaz de una concepción moderna y dinámica del trabajo (…) Esto quiere decir que si no modificamos grandemente la composición étnica de nuestra población, sería casi imposible hacer de este país un Estado moderno.

A contemporáneos como Jorge Luis Borges o Arnold Toynbee les resultaba “evidente la esterilidad cultural de los negros”.

Aún hoy en día se mantienen tamañas aberraciones: en 2007 el doctor James Watson, Premio Nobel de Medicina de ese año, declaró que “los negros son genéticamente inferiores”.8 Esto no es nada nuevo, pues de tiempo en tiempo surgen científicos que avalan la inferioridad del negro, como dijera el fallecido paleontólogo Stephen Jay Gould.9

Ya en 1969 el siquiatra norteamericano Arthur Jensen, en un artículo en la Harvard Educational Review, llegó a la conclusión de que la diferencia en el coeficiente de inteligencia entre negros y blancos era de 15 puntos —por supuesto los negros tenían 15 puntos menos según él—. Las ideas de Jensen fueron acogidas por otros racistas norteamericanos como el sociólogo Richard Hermstein y Charles Murria, que publicaron una obra racista que, según la revista Life, vendió más de 400 000 ejemplares, titulada The Bell Curve. Otros premios Nobel de ciencia también han hecho pronunciamientos racistas como Charles Richet10 y William Shockley.11

Frente a todos estos discriminadores, anteriormente se había erguido el pensamiento del Libertador en Angostura:

Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y de América (…) Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis estatutos y decretos; pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República.

O la frase martiana “Dígase cubano, que es decir más que blanco, más que negro…”.

En Cuba, Nicolás Guillén le salió al paso a Ramiro Cabrera en un artículo publicado a principios de la década del cuarenta, en El Siglo; donde este señor planteaba que la educación en Cuba tenía que ser separada para blancos y negros, porque estudiar juntos perjudicaba a los blancos porque los embrutecía. Guillén le respondió, pues justamente Nicolás Guillén fue uno de los paladines que trató de evitar por todos los medios que se implantara el modelo americano del desarrollo separado. Por eso escribió su famoso artículo “Camino de Harlem”, donde decía que en Cuba teníamos que evitar eso que pasaba en los Estados Unidos.

El pensamiento prejuicioso hacia el negro no solo provenía de la derecha. El pensador peruano Carlos Mariátegui, intelectual marxista, sostenía que

la contribución del negro que llegó como esclavo pareciera ser menos valiosa y más negativa. El negro trajo consigo su sensualidad, su superstición y su naturaleza primitiva. No está en condiciones de contribuir a la creación de cultura alguna, sino de obstruirla por medio de la influencia cruda y viviente de su barbarie (…).

Mariátegui en su ponencia al Congreso Constitutivo de la Confederación Sindical Latinoamericana expresó: “El problema no es racial, sino social y económico; pero la raza tiene su rol en él y los medios de afrontarlo”.

Al hablar de raza y su rol, Mariátegui se refiere a la población autóctona como nacionalidad y excluye la población afrodescendiente.

Este tema incluso lo planteó Aimé Césaire en su carta a Maurice Thorez, rebelándose contra el paternalismo de izquierda al escribirle que “el comunismo esté al servicio de los negros y no al contrario”.

En realidad estos pueblos nuevos están vinculados y son producto de ese llamado ajiaco que señalara Fernando Ortiz.

La fisonomía española impresa por los peninsulares —al decir de Darcy Ribeiro— y por los criollos, pero principalmente por los mestizos españolizados se impone también a los nuevos contingentes. El negro, que bajo la presión de la esclavitud es en parte deculturado y, por la convivencia con el mestizo, lingüísticamente españolizado, también se va integrando a la nueva sociedad. La etnia resultante, por lo tanto difería casi igualmente de las tres matrices (…) El contingente demogenéticamente más dinámico era el de los mestizos —predominantemente mulatos— que crecía por el entrecruzamiento y por la absorción constante de nuevas inyecciones de genes blancos, negros e indios.

La reacción tiene otro punto de apoyo en Capellati, citado por José M. Herrera:

En el caso de América Latina solo el positivismo podía brindar una fe: la fe en la ciencia, y con ella garantizar el predominio de la burguesía criolla y fundamentar los esfuerzos para sus planes modernizantes (…) La filosofía positivista es el instrumento ideológico de que se vale la burguesía para luchar contra los remanentes del feudalismo y la monarquía sin dejar campo libre a las clases populares (…) Se trata de combatir el pasado y prevenir al mismo tiempo el advenimiento de una sociedad sin clases. Al ritmo de esta corriente surgirán las primeras teorías sobre la discriminación (…).

Algunos intelectuales les dieron uso político a las teorías racistas, como Vallenilla Lanz, Gil Fortul, César Zumeta; frente a ellos se alzaron entre otros Jorge Amado y Augusto César Sandino, que proclamó su orgullo por la sangre india que corría por sus venas.

Sin embargo, quiérase o no, la herencia africana está latente en nuestras tierras —y no solo en la cultura, el idioma o la religión—. Sobre todo está en los genes, ya que en todas las colonias hubo mestizaje. Un número importante de hijos de amos y esclavas, que desde luego eran mulatos, entraban en el grupo de los libres y con frecuencia heredaban el nombre y los bienes de los padres; pero eso sucedía sobre todo en los territorios españoles y franceses, porque en las dependencias inglesas un mulato equivalía a un negro: los dos eran gente de color y nunca tendrían el derecho de vivir en la sociedad de los blancos.

El mestizaje también se dio en gran medida entre africanos y aborígenes, y aumentó a causa del matrimonio de mestizos con mestizas o de estos con otros grupos; las mezclas interétnicas adquirieron gran complejidad y llegaron a aproximarse al 50 %. Donde existía numerosa población de negros y mestizos, como en el Caribe colombiano, la mezcla de india y blanco era asimilada como mestiza, se consideraba también dentro de esta categoría a los mulatos. Incluso se llegaron a hacer exóticas pruebas de sangre para demostrar ser pardo puro, con el objetivo de lograr ingresar en las milicias de pardos.

Se plantea que en muchos lugares hubo apatía de las autoridades eclesiásticas y civiles para el castigo del rapto y violación de mujeres negras y se permitió el amancebamiento de blancos con negras y todo esto coadyuvó al crecimiento de los mestizos.

En otro orden de cosas tenemos que la explotación de la mano de obra esclava se extendió a todos los países del continente americano. Al igual que hoy el petróleo se ha convertido en una maldición para algunos países de África con grandes yacimientos en el subsuelo, pues no ha engendrado beneficios para la población sino devastación del medio ambiente traducida en contaminación de las aguas, el aire y la tierra, enfermedades respiratorias, corrupción galopante…; el azúcar también fue una desgracia para el Caribe —además de traer como resultado los actuales monocultivo y subdesarrollo debidos a los precios de miseria en el mercado mundial, el mismo que Fidel Castro calificara de “basurero”—,12 engendró el exterminio de los aborígenes y la brutal esclavitud de millones de seres humanos arrancados de sus hogares en el África para obligarlos a plantar, cortar la caña y molerla en los trapiches, a fin de enriquecer a los oligarcas europeos. En Cuba, posteriormente, además produjo la deforestación de provincias enteras y la quema indiscriminada de maderas preciosas para que pudiera sembrarse la caña de azúcar que necesitaban las compañías norteamericanas.

Este sistema de plantación fue adoptado por españoles, ingleses, franceses, holandeses y hasta dinamarqueses; con él lograron altos rendimientos. Millones de africanos fueron secuestrados y traídos a América; de ellos poco sabemos, pues son ignorados por la historiografía oficial.

Los explotados no siempre se comportaron sumisamente. Los primeros luchadores por la libertad y la equidad en nuestro continente fueron los autóctonos, entre cuyas figuras epónimas tenemos a Guaicaipuro, Yaracuy, Guamá y Hatuey, por solo mencionar algunos, y los africanos esclavizados y sus descendientes, que huyeron, se suicidaron y apalencaron, rompiendo cadenas y arrojando sus eslabones al rostro de los colonizadores esclavistas. En la constelación de héroes anónimos de las independencias americanas tienen ellos y ellas sitial destacado, a pesar de no haberle sido reconocido.

La historia contada por los oprimidos nos está revelando grandes figuras que animan todavía hoy a cuantos luchan por la libertad en cualquier parte del mundo: Rey Miguel,13 Reina Guiomar14 y José Leonardo Chirino,15 en Venezuela; Nat Turner,16 en Estados Unidos; Joseph Satuye de los Garífunas, de San Vicente y Centroamérica; Bayano, de Panamá;17 Domingo Bioho, en Colombia;18 Alonso de Illescas, en Ecuador;19 Francisco Congo, en Perú;20 Zumbí, en Brasil;21 Lemba, en Santo Domingo; Louverture22 y Mackandal,23 en Haití; Cudjoe24 y Nanni,25 en Jamaica; Aponte26 y Carlota,27 en Cuba…; son una fuente privilegiada de inspiración para los jóvenes afrodescendientes de hoy.

Si de esos héroes poco se habla, menos de las heroínas; se las cita en ocasiones, como son los casos de Manuela Sáez, Manana, Micaela Bastida, Mariana Grajales, pero casi no se mencionan las hijas de Mariana, por ejemplo, que fueron a la manigua redentora: Baldomera y Dominga, ni Rosa la Bayamesa ni las nobles negras de los pobrísimos hospitales de campaña en las guerras anticoloniales de Cuba. Esas mujeres del hospital de sangre de Santa Rosa de Jagua en cuyos brazos, entre otros, exhaló el último suspiro Vicente Moro el 22 de abril de 1871.

El desconocimiento de la participación en la historia de estas figuras, forma parte de la estrategia discriminatoria de las oligarquías. Tan es así que, en el caso de Cuba, a pesar de ser un país caribeño, no es hasta después del triunfo de la Revolución que comienzan las relaciones vigorosas y el conocimiento de las realidades de los países del área. Del Caribe solo se estaba al tanto de quienes venían en condiciones infamantes a cortar caña y eso bajo la denominación general de haitianos y jamaicanos; cuando en realidad llegaban también de Guyana, Aruba, Curazao, Granada, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, etcétera.

La población negra de las Américas supera los 150 millones de personas y no es homogénea. Un joven negro de Estados Unidos es portador de considerables diferencias culturales respecto a un coetáneo suyo de América Latina o el Caribe. Como plantea el dirigente afrocolombiano, Amir Smith Córdoba:

(…) Las culturas afroamericanas no se expresan solo en la danza y en la música (…) De ahí la importancia de crear inicialmente las condiciones apropiadas, no para que el negro baile, que como todos saben, baila, y muy bien; lo que queremos no es limitarnos a bailar. El hombre y la mujer negros han dado a las Américas mucho más que lo que cuentan los libros de la escuela (…).

Y no solo a este continente. La gran riqueza que hoy día ostenta Europa brotó del sudor, el sufrimiento y la sangre de los africanos. La esclavitud fue el instrumento que facilitó la revolución comercial europea, la construcción de plantaciones e imperios globales; el desarrollo del capitalismo y eventualmente la industrialización europea.

África estuvo integrada al sistema global —precisamente una de las causas de su subdesarrollo actual es el despoblamiento que sufrió por la trata— desde el mismo comienzo de la construcción de este, en la fase mercantilista del capitalismo incipiente (siglos xvi, xvii y xviii). La mayor zona periférica era la América colonial, donde estaba establecida una política de exportaciones orientada hacia el exterior, dominada por los intereses capitalistas de la Europa occidental, concentrada en el azúcar y el algodón, y cuya base era el trabajo esclavo.

Las fortunas de muchas actuales familias europeas y norteamericanas fueron creadas con la trata, sirva de ejemplo el patrimonio del actual conde de Harewood —Inglaterra— cuyos antepasados se enriquecieron con la esclavitud africana.28

O los descendientes de Humphrey Morice29 —integrante de una de las familias mercantiles más importantes de Londres, miembro del Parlamento, gobernador del Banco de Inglaterra, amigo y asociado con el primer ministro Robert Walpole—.30 Este caballero poseía una flota de barcos negreros que representaba alrededor de 10 % de la capacidad de tráfico londinense en un momento en que esta ciudad superaba a Liverpool en el infamante negocio. Uno de sus capitanes, William Snelgrave que, alrededor de 1730, estaba en contacto con reyezuelos africanos de la llamada Costa de los Esclavos,31 entre ellos el de Ardra (Allada), transportaba regularmente a la isla de Antigua las llamadas cargazones de negros.

A partir del conocimiento de estas realidades y del protagonismo popular en la historia, este libro pretende, más que reverenciar las pasadas luchas de los africanos, afrodescendientes y habitantes autóctonos de América, señalar que esta batalla continúa en los dinteles del siglo xxi y, en segundo término, desmitificar a supuestos prohombres y “preclaros” intelectuales, al exponer su pensamiento racista, tales como Domingo Faustino Sarmiento32 y Arturo Uslar Prieti33 para citar solamente a dos de ellos. No se menciona a Francisco de Arango y Parreño, pues de todos es conocido su pensamiento racista.

Estos apuntes son solo un esbozo para que otros y otras continúen. En ellos se ha recurrido a diferentes fuentes bibliográficas, informaciones dispersas procedentes de diferentes países, compilados en un texto que diera a los lectores una visión general de los africanos y su descendencia en nuestra América.

Otro objetivo es, teniendo en cuenta que el hombre africano comienza a pensar en África a partir del siglo xx, con el panafricanismo de George Padmore y la negritud de León Damas, Senghor y Aimé Césaire, patentar la necesidad de despertar el orgullo de la africanidad, de nuestros héroes, que fueron los primeros en insurgir contra el yugo colonial-esclavista. No solo los conocidos —Zumbi, Reboucas, João Candido, en Brasil; Aponte, en Cuba; José Leonardo Chirinos, en Venezuela—; sino también los menos conocidos, como Manuel Congo, Luiza Mahin, Antonio Minas, María Cabindas y Joanas Crioulas, ignorados por las mayorías.

Es imprescindible abandonar el etnocentrismo y dejar de ver al África como tierra de pueblos salvajes, atrasados e incultos, tierra de hambrunas, desertificación y miseria; como tierra de tambor y guerras fratricidas. Tampoco debemos verla con un paternalismo lastimoso, pues si bien existió la humillante trata negrera, de la que fueron víctimas millones de personas, con la complicidad de reyezuelos africanos; existió también el África de la civilización del Gran Zimbabwe, Aksum (Abisinia), Monomotapa, los imperios de Malí, Ghana, Shongay, los faraones negros de Egipto, el antecesor de Hipócrates, el gran médico egipcio negro Imhothep. Existió también Esopo, que tanto influyó en el pensamiento occidental con sus fábulas y que fue descrito por Planudes el Grande, en el siglo xiv, con gruesos labios y piel negra.

Notas

  1. Charles-Louis de Montesquieu (1689-1755), escritor y jurista francés conocido por sus Cartas persas y, sobre todo, por su obra cumbre, El espíritu de las leyes (1748), en la que analiza las tres principales formas de gobierno (república, monarquía y despotismo), las relaciones entre estas y las áreas geográficas y climáticas y la necesidad de una separación y equilibrio entre los distintos poderes, para poder garantizar los derechos y las libertades individuales.
  2. Immanuel Kant: Observations on the Beautiful and the Sublime, Berkeley, University of California Press, 1960, pp. 110-111 (ed. cast.: Observaciones sobre lo bello y lo sublime, México D.F., Porrúa, 1981, p. 163).
  3. David Hume (1711-1776), filósofo, historiador y economista nacido en Escocia, cuyo pensamiento influyó notablemente en el desarrollo del escepticismo y del empirismo.
  4. David Hume: Tratado de la naturaleza humana. Edición preparada por Félix Duque, Editorial Tecnos, Madrid, 1988. Además citado por Kant en: ob. cit.
  5. Peter, Pieter, o Petrus Camper: médico holandés, anatomista, fisiólogo, antropólogo, paleontólogo y naturalista, de los primeros en interesarse por la anatomía comparada, miembro de la Royal Society, conocido por su “teoría del ángulo facial”. Preocupado porque todos los artistas reflejaban el Mago negro en el pesebre con cara caucásica, estudió y determinó los ángulos faciales de africanos (más cercanos al ángulo facial del orangután), asiáticos y europeos (más alejados). Aunque no necesariamente su estudio tenía motivaciones racistas, manifestó que, de todas las razas humanas, los africanos fueron los más alejados del sentido clásico de la belleza ideal, de acuerdo con la estética europea, claro está, resultados que sí fueron posteriormente utilizados como pseudociencia para justificar el racismo.
  6. Thomas-Alexandre Dumas (1762-1806), padre y abuelo de los famosos escritores franceses que también respondían al nombre de Alexandre Dumas. Hijo del marqués Alexandre-Antoine Davy de la Pailleterie y su esclava negra Marie-Césette Dumas. En 1786 se alistó en el ejército francés con el apellido de soltera de su madre. Durante la Revolución francesa combatió heroicamente. Alcanzó el grado de general con treinta y un años. Se negó a sofocar una rebelión de esclavos en Haití.
  7. George Vacher de Lapouge: El ario y su papel social, (1899).
  8. “El genetista James Watson afirma que la inteligencia no es igual en todas las razas. El codescubridor de la estructura del ADN asegura que eso explica la ine­ficacia de las políticas occidentales hacia África”. Diario El País, Madrid, 17 de octubre de 2007. En: http://ELPAIS.com/ (consultado el 10 de julio de 2004).
  9. Stephen Jay Gould (1941-2002), paleontólogo estadounidense, biólogo evolutivo, historiador de la ciencia y divulgador científico. En los años 60 participó en el movimiento de derechos civiles e hizo campaña por la justicia social. Organizó manifestaciones semanales contra un salón de baile de Bradford que no admitía negros, hasta que esa política discriminatoria fue revocada. En sus escritos y a través de toda su vida, denunció la opresión cultural en sus diferentes formas, sobre todo lo que llamaba pseudociencia al servicio del racismo y el sexismo.
  10. Charles Robert Richet (1850-1935), médico y fisiólogo francés, profesor de Fisiología, conocido, fundamentalmente, por sus investigaciones sobre la anafilaxis —fenómeno que descubrió junto a Paul Portier— y por sus inves­tigaciones sobre la sueroterapia. Recibió el Premio Nobel de Fisiología y Me­dicina en 1913. Fue un pacifista. Escribió Hombre e inteligencia (1884), Ensayo sobre fisiología general (1888), Fisiología (1893-1902), La anafilaxia (1911) y Tratado de metapsíquica (1922). También fue poeta, dramaturgo y novelista.
  11. William Bradford Shockley (1910-1989), físico estadounidense y profesor universitario, coinventor del transistor, compartió en 1956 el Premio Nobel de Física con sus asociados John Bardeen y Walter H. Brattain. Con posterioridad publicó ensayos muy polémicos en los que argumentaba que la inteligencia era ante todo hereditaria.
  12. Discurso en la clausura del XVI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba, en el teatro Karl Marx, 28 de enero de 1990.
  13. Rey Miguel: cimarrón dirigente del primer levantamiento afroindígena venezolano contra el colonialismo español. Estableció una especie de reino de hombres libres. Fue asesinado en diciembre de 1553.
  14. Reina Guiomar: compañera de vida y de luchas del negro Miguel, junto a él participó incluso de los combates. En Venezuela es toda una leyenda.
  15. José Leonardo Chirino: mestizo de padre africano y madre aborigen, líder de la fallida insurrección de negros y zambos del 10 de mayo de 1795 en la serranía de Coro, Venezuela. Fue ahorcado en la ciudad de Caracas. Este levantamiento, considerado el primer movimiento preindependentista de Venezuela, tuvo una gran repercusión política, social y económica para la sociedad colonial de este país.
  16. Nathaniel Nat Turner: esclavo estadounidense que lideró un levantamiento en el condado de Southampton, en Virginia, en 1831; es considerado un símbolo de la resistencia contra el sistema esclavista sureño antes de la Guerra de Secesión.
  17. Bayano: africano que dirigió la mayor de las rebeliones de esclavos a mediados del siglo xvi en Panamá. Algunos afirman que la inició en el mismo barco negrero en que lo trasladaban hacia Mesoamérica.
  18. Benkos o Domingo Biohó: natural de Biohó, Guinea Bissau, cabecilla de cimarrones en la Colombia del siglo xvii. Fue ahorcado y descuartizado el 29 de marzo de 1621.
  19. Alonso de Illescas (nacido en la penísula de Cabo Verde, en Senegal, se le conoce por el nombre del español que fue su amo): importante líder, héroe nacional de Ecuador, que encabezó la resistencia afroindígena en la región de Esmeraldas. Muere en el año 1585.
  20. Francisco Congo, Chavelilla: esclavo de una hacienda de Pisco que huyó a Lima. Encabezó la sublevación de 1713. Fue el jefe del palenque de Huachipa, una comunidad fortificada y organizada para el trabajo, la administración y las acciones militares, donde los principales cargos eran elegidos por la mayoría.
  21. Zumbi (del dialecto quimbundo nzumbi, ‘duende’) Eis o Espírito (1655-1695): nacido libre y capturado por esclavistas portugueses, escapó y se convirtió en el símbolo de la lucha indoblegable de los esclavos del nordeste de Brasil. Famoso por haber sido el último de los líderes del Quilombo de los Palmares. Debido a una traición es capturado y degollado a los cuarenta años. Convertido en leyenda, el abolicionismo brasileño lo reivindicó como héroe y mártir.
  22. François-Dominique Toussaint, Toussaint Louverture, ‘el Precursor’ (1743--1803): militar y líder del movimiento que logró la independencia de Haití en 1801. Derrotado por las fuerzas bonapartistas fue deportado a Francia. Falleció en Fort de Joux el 7 de abril de 1803. Se le considera uno de los fundadores y héroes de la patria haitiana.
  23. Francois Mackandal: africano líder de los esclavos de Haití, que fue torturado y quemado vivo en 1758.
  24. Capitán Cudjoe (c. 1680-1744): natural de la hoy Ghana, miembro de la etnia akan, lideró una rebelión y estableció la primera comunidad de cimarrones en las montañas jamaicanas. Luego de años de lucha logró el reconocimiento de la independencia de su territorio por parte de las autoridades británicas. Es una de las figuras patrias de Jamaica.
  25. Nanni, ‘nana’, conocida también como Reina Niñera (c. 1685-c. 1755): hermana del capitán Cudjoe, una de las pocas mujeres líderes de la resistencia esclava en América, Heroína Nacional de Jamaica. Al igual que su hermano mantuvo libre de la esclavitud un área montañosa cuya independencia también fue reconocida por los británicos.
  26. José Antonio Aponte y Ulabarra dirigió la primera conspiración de carácter nacional en la historia de Cuba. Se alzó en armas el 15 de marzo de 1812 en el ingenio Peñas Altas, en Guanabo. Fue ahorcado sin juicio previo el 9 de abril de 1812 y su cabeza exhibida en una jaula de hierro.
  27. Carlota: esclava de origen lucumí que protagonizó, junto a un grupo de esclavos, la rebelión del ingenio Triunvirato, en Matanzas, el 5 de noviembre de 1843 y liberaron las dotaciones de los ingenios Ácana, Concepción, San Lorenzo, San Miguel, San Rafael, y de cafetales y fincas ganaderas cercanas. Atada a caballos, fue descuartizada viva por las autoridades coloniales.
  28. Miembro de la familia Lascelles, nobles británicos que amasaron su fortuna en el Caribe, donde poseían haciendas, participaban del comercio de esclavos y otorgaban préstamos a plantadores. Esta familia es propietaria de la grande y suntuosa mansión Harewood House, construida entre 1759 y 1771 en el condado de West Yorkshire, Inglaterra, y que exhibe una famosa colección de pinturas y artes decorativas.
  29. Humphry Morice (c.1671-1731): comerciante británico, diputado y gobernador del Banco de Inglaterra. Se enriqueció con la trata de esclavos. Tuvo una importante participación en la British South Sea Company (Compañía británica del Mar del Sur), que en 1713 consiguiera el derecho exclusivo de suministro de esclavos a las colonias. Murió de gota, aunque también se especula que se envenenó por temor al descubrimiento de sus fraudes.
  30. Robert Walpole (1676-1745): político británico portavoz de la política whig. Acusado de corrupción por el Parlamento de mayoría tory estuvo en la cárcel. Con Jorge I recuperó su estatus. De acuerdo con el poder e influencia que alcanzó en determinado período de su vida, se le considera el primero que desem­peñó el cargo de primer ministro británico, a pesar de que el título no fue oficial hasta 1905. En 1742 fue honrado con el título de conde de Orford.
  31. Costa de los esclavos: nombre que en los siglos xviii y xix se daba a la franja costera del golfo de Guinea, comprendida entre el delta del río Níger y la desembocadura del río Volta, en los actuales países de Nigeria, Benín, Togo y Ghana. Fue el centro de la trata holandesa e inglesa.
  32. Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888): político, escritor, profesor, periodista, militar y estadista argentino, autor de la novela Facundo o Civilización y Barbarie (1845).
  33. Arturo Uslar Pietri (1906-2001): abogado, periodista, escritor, productor de televisión y político, considerado uno de los intelectuales más importantes del siglo xx venezolano. Sumamente condecorado por diferentes países, recibió, entre muchas otras, la Orden del Libertador, de Venezuela, y los premios Príncipe de Asturias de las Letras, en España (1990), Rómulo Gallegos por la novela La visita en el tiempo (1991) y el Premio Internacional Alfonso Reyes, en México.