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Johannes Kabatek

Lingüística coseriana, lingüística histórica,

tradiciones discursivas

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LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA

VOL. 72

DIRECTORES:

MARIO BARRA JOVER, Université Paris VIII

I\GNACIO BOSQUE MUÑOZ, Universidad Complutense de Madrid, Real Academia

Española de la Lengua

ANTONIO BRIZ GÓMEZ, Universitat de València

GUIOMAR CIAPUSCIO, Universidad de Buenos Aires

CONCEPCIÓN COMPANY COMPANY, Universidad Nacional Autónoma de México

STEVEN DWORKIN, University of Michigan, Ann Arbor

ROLF EBERENZ, Université de Lausanne

MARÍA TERESA FUENTES MORÁN, Universidad de Salamanca

DANIEL JACOB, Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau

JOHANNES KABATEK, Universität Zürich

EUGENIO R. LUJÁN, Universidad Complutense de Madrid

RALPH PENNY, University of London

Johannes Kabatek

Lingüístca coseriana, lingüística histórica, tradiciones discursivas

Edición de Cristina Bleorţu,

David Paul Gerards

Iberoamericana · Vervuert · 2018

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ISBN 978-84-16922-93-2 (Iberoamericana)

ISBN 978-3-95487-749-2 (Vervuert)

ISBN 978-3-95487-750-8 (ebook)

Diseño de la cubierta: Carlos Zamora

En memoria de Peter Koch y Wulf Oesterreicher

ÍNDICE

Nota de los editores

Nota del autor

1.Eugenio Coseriu, las tesis de Estrasburgo y el postulado de una lingüística lingüística

2.“Determinación y entorno”: 60 años después

3.Lingüística empática

4.Sobre usos y abusos de la terminología lingüística

5.Algunos apuntes acerca de la cuestión de la “hibridez” y de la “dignidad” de las lenguas iberorrománicas

6.Nuevos rumbos en la sintaxis histórica

7.¿Es posible una lingüística histórica basada en un corpus representativo?

8.Tradiciones discursivas y cambio lingüístico

9.Las tradiciones discursivas del español medieval: historia de textos e historia de la lengua

10.Tradición discursiva y género

11.¿Cómo categorizar las tradiciones discursivas?

Referencias bibliográficas

Índice de nombres propios

Índice temático

NOTA DE LOS EDITORES

En diciembre de 2013 propusimos a Johannes Kabatek la idea de recoger en un libro algunos de sus trabajos sobre las tradiciones discursivas (TD), tema del que lleva ocupándose desde hace varios años. En esta edición reunimos los más relevantes: algunos de ellos escritos originalmente en español y otros traducidos de otras lenguas (portugués o alemán). Con ello respondemos a una inquietud del propio autor: según el lingüista de Zúrich, el creciente número de estudios especializados en TD sin la existencia de una monografía publicada en una lengua de alcance internacional sobre este concepto no solo ha llevado al efecto positivo de su aceptación cada vez mayor, sino también a una serie de imprecisiones y confusiones. Además, el concepto, aunque presente en ámbitos como el de la lingüística histórica, no lo está tanto en otras áreas donde también tiene relevancia. Hemos creído oportuna, en consecuencia, la publicación de este libro, como contribución a una descripción global de las TD, concepto que, a nuestro parecer, todavía no ha recibido la atención merecida.

El título que el autor y nosotros hemos elegido es Lingüística coseriana, lingüística histórica, tradiciones discursivas. Lingüística coseriana, ya que el fundamento teórico del libro, más allá de la teoría de las TD que debemos a Peter Koch, remonta a Eugenio Coseriu y algunos de los trabajos se refieren directamente a conceptos de la teoría coseriana; lingüística histórica, pues el enfoque histórico es una especie de hilo conductor de los trabajos; y, por último, tradiciones discursivas: el concepto central del libro, introducido en la lingüística por Koch en 1987 como ampliación de la concepción coseriana del lenguaje.

En nuestra labor de editores hemos tratado de quedar al margen y seguir los artículos con la máxima fidelidad a lo largo de la edición: presentamos los trabajos, organizados en función del título elegido, sin apenas cambios y hemos consultado al autor cada vez que ha surgido alguna duda con respecto al texto. Aun así, a las notas del autor de los textos originales se han añadido unas pocas de los editores y traductores, que son generalmente aclaratorias y se indican por medio de corchetes. También se han traducido las citas del alemán que se intercalan a lo largo de los artículos en español, puesto que se ha creído útil para la comprensión. Con respecto a los ejemplos lingüísticos en los textos traducidos, cabe añadir que se han adaptado al español o aclarado mediante comentarios explicativos de los traductores.

En cuanto a las referencias bibliográficas, se han juntado al final del libro por razones prácticas, incluyendo, además de las obras citadas en los diferentes capítulos, otras obras del autor y algunas obras cuya inclusión nos ha parecido provechoso para una mejor comprensión de los conceptos desarrollados a lo largo del libro.

Del mismo modo y puesto que el propósito último de este volumen es ofrecer un punto de partida para la mayor divulgación de un tema concreto —y contribuir así a la generación de trabajos e ideas alrededor del concepto de TD en los años venideros—, hemos considerado oportuna la adición de los índices temáticos y de nombres propios. No obstante, a pesar de estos pequeños añadidos, nuestra contribución como editores ha sido mínima.

Y para acabar, debemos dejar constancia de nuestro agradecimiento a Johannes Kabatek por la revisión de las dos traducciones y por sus numerosas observaciones y enmiendas, hechas después de la lectura muy atenta de una versión anterior de esta edición. Este volumen es también deudor de una edición previa en rumano, que hemos editado en 2015 con Adrian Turculeţ, Carlota de Benito Moreno y Miguel Cuevas Alonso, a quienes queremos dar las gracias por el acceso a la bibliografía general y a los gráficos. También debemos agradecer a Alba García Rodríguez por la revisión de la traducción de unas pequeñas citas en español.

Los editores

Oviedo-Zúrich, abril de 2018

NOTA DEL AUTOR

1. La relación entre Eugenio Coseriu y el concepto de las tradiciones discursivas (TD) —nunca usado por él y entonces, a primera vista, ajeno a su teoría del lenguaje— se da como una especie de supuesto en los artículos reunidos aquí, y se explica mediante la relación entre Coseriu y sus discípulos o a partir de algunas nociones en su obra. Para no repetir lo que se dirá más adelante en los diferentes trabajos, me parece oportuno aprovechar estas líneas preliminares para dar respuesta a dos preguntas más bien personales que podrán contribuir a una mejor comprensión del desarrollo de la concepción de las TD aquí defendida. En primer lugar, expondré en qué sentido la noción de las TD estaba desde el inicio ligada a la teoría de Eugenio Coseriu. En segundo lugar, contaré cómo se desarrolló la noción de TD en mis propios trabajos y cuál es su relación con trabajos de otros autores.

2.1. ¿Qué tiene que ver la teoría del lenguaje de Eugenio Coseriu con la concepción de las TD? ¿Para qué hablar de un autor que no emplea ese concepto y que, sin embargo, está omnipresente en los trabajos aquí reunidos1? Hay dos respuestas a estas preguntas, la primera más general y la segunda más personal.

2.1.1. El término tradiciones discursivas fue acuñado por Peter Koch en su tesis de habilitación (desafortunadamente aún inédita) de 1987, una obra exhaustiva que trata de la enseñanza retórica de la Ars dictaminis y los respectivos productos textuales en la Edad Media italiana (Koch 1987). En la introducción teórica, Koch discute la cuestión de la historicidad lingüística y la idea de una historicidad propia de los textos. El desarrollo de esa idea se efectúa a partir de una discusión del modelo de tripartición de los aspectos lingüísticos tal como había sido presentado por Eugenio Coseriu. Como es sabido, Coseriu distingue entre un nivel universal del hablar en general, el nivel histórico de las lenguas y el nivel individual de los textos. Cada uno de estos niveles se puede considerar desde diferentes aspectos, desde la actividad (enérgeia), el saber (dynamis) y el producto (érgon). Peter Koch, a la hora de discutir el contenido propio del saber al nivel de los textos (el saber expresivo en términos de Coseriu), niega la existencia de un saber textual en el nivel individual y actual, ya que un saber, según él, presupone la comparación de un texto con otros textos. A partir de ahí entra en juego el término de las tradiciones discursivas:

Was nun andererseits das expressive Wissen betrifft, so ist es weder aktuell noch auch individuell. Die […] Diskursregeln geben, wie wir jetzt präzisieren müssen, dem Sprecher Muster an die Hand, um den aktuellen Diskurs angemessen zu gestalten. Sie verweisen auf Diskurstraditionen, nämlich auf bestimmte Stile, Gattungen, Textsorten, Diskursuniversen, Sprechakte usw., die jeweils Klassen von Diskursen zusammenfassen. Insofern es sich hier um ein durch und durch historisch geprägtes Wissen handelt, gehört das expressive Wissen auf dieselbe Ebene wie das idiomatische Wissen2 (Koch 1987: 31).

A continuación, Koch presenta una serie de esquemas que postulan la inserción de la historicidad textual en el nivel histórico coseriano. Es decir que, en vez de tres niveles unitarios, se añade un cuarto aspecto, con la duplicación del nivel histórico y su división en una historicidad idiomática, por un lado, y una historicidad textual, por otro lado. El esquema que presenta Koch es el que reproducimos en la siguiente página3.

Hablar sería, pues, decir algo no solo de acuerdo con la gramática y el léxico de una lengua particular (Einzelsprache), sino además realización de algo según una tradición discursiva o textual. Nótese que un papel importante lo tiene aquí también la Individualsprache (‘lengua individual’), es decir, el acervo lingüístico (tanto idiomático como textual) y la actividad de un individuo.

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Fig. 1: Esquema según Koch (1987)

2.1.2. En cierto sentido, es este (restando el factor de la Individualsprache) el esquema que reproduje en algunos de mis propios trabajos y que después a veces ha sido citado como “mi” concepción de las tradiciones discursivas, aunque no sea ni mía ni se corresponda exactamente con la que he ido defendiendo: frente a la concepción de Peter Koch y de acuerdo con Coseriu, veo una profunda diferencia teórica del estatus de la historicidad —primaria— de la lengua (en cuanto sistema gramatical y léxico) y la historicidad —secundaria— de las tradiciones discursivas. La historicidad primaria lleva de hecho a una liberación de la historia en el sentido de que el hablante asume la lengua, aunque heredada y aprendida, como suya y puede construir libremente enunciados completamente nuevos. Es en este sentido que el hablante se puede volver “ahistórico” y encontrarse “ante un estado” (Saussure 1916/1984: 117). Esa construcción libre es enérgeia en el sentido humboldtiano, actividad libre y creadora, mientras que los enunciados son érgon, obra hecha, y su repetición y tradicionalidad sigue siendo una repetición y tradicionalidad de érgones. Obviamente, y es importante subrayarlo, la repetición misma es a su vez un acto creativo, érgon en enérgeia. Cuando Peter Koch cita la tripartición coseriana, considera que el nivel individual, en el sentido de Coseriu 19804, se refiere únicamente a las realizaciones individuales y únicas, a la parole en un sentido estricto. Sin embargo, encontramos algo como una “respuesta anacrónica” a Koch en un texto inédito de Coseriu (y por lo tanto desconocido para Koch) de los años 1950, El problema de la corrección idiomática, donde Coseriu trata, entre otras cuestiones, precisamente la de la tradicionalidad textual. Coseriu habla en ese manuscrito exhaustivo de la “historicidad expresiva”, es decir, de la historicidad del nivel individual, al lado de una “universalidad expresiva”. El nivel individual tendría, pues, su propia historicidad y su propia universalidad, así como el nivel histórico tendría también su propia universalidad. Coseriu distingue, en primer lugar, las fórmulas y otros textos breves que pueden escapar a la técnica idiomática libre ya que son transmitidos como tales:

Existen, por cierto, “textos” transmitidos como tales por la tradición idiomática (refranes, proverbios, fórmulas de saludo, etc.), pero tampoco en estos casos puede decirse que la estructuración de los textos sea, en cuanto tal, un “hecho de lengua”. No hay razones de técnica idiomática, y, sí, solo razones de tradición “textual”, para que se diga buenas tardes, buenas noches —y no buena tarde, buena noche o tarde(s) buena(s), noche(s) buena(s)—, para que buenas mañanas no se diga como fórmula de saludo, para que en rumano se diga bună dimineaţa, bună ziua, bună seara (‘buena la mañana’, ‘bueno el día’, ‘buena la tarde’) pero noapte bună (‘noche buena’). La diferencia entre lo idiomático y lo expresivo se presenta con toda claridad al traducir esas fórmulas a otros idiomas. La traducción “idiomática” española del alemán Guten Morgen es ‘buena mañana’, pero su traducción “expresiva” (es decir, la traducción de esta fórmula en cuanto “texto” por lo que los hispanohablantes suelen decir en circunstancias análogas) es ‘buenos días’. Adviértase que la verdadera traducción es siempre traducción expresiva: solo se traducen textos, y no hechos de lengua. La llamada traducción “textual” (es decir, “literal”) no es, en este sentido, “textual”, sino, precisamente, “idiomática”.

Frente a la negación de Koch de la posibilidad de existencia de un “saber” en el nivel individual, Coseriu afirma:

Hay que observar, asimismo, que —si bien es cierto que el escalón del lenguaje al que corresponde el saber expresivo es “particular”, en el sentido de que se trata de realizaciones concretas, individuales y ocasionales de la actividad lingüística— ello no implica que ese saber sea particular en cuanto a su contenido y a su esfera de aplicación, ni que sea necesariamente individual en cuanto a su extensión en las comunidades lingüísticas.

Por su contenido, el saber expresivo se aplica a tipos de circunstancias y, por ende, de discursos; no se refiere, por ej., a cómo hablar con este niño, aquí y ahora, sino a cómo hablar con los niños o, por lo menos, a cómo hablar con este niño en varias situaciones: de otro modo, no sería un saber. Y en cuanto a su extensión, este saber puede, por ciertos aspectos, pertenecer a comunidades muy limitadas, y hasta a un solo individuo, pero presenta también aspectos de extensión mucho más amplia. Así, cómo hay que hablar con Juan Pérez Alonso cuando está enfadado porque acaba de perder una apuesta, lo sabrán los íntimos de Juan Pérez Alonso, y quizás solo lo sepa su buen amigo José Sánchez; pero el saber cómo hablar con un amigo pertenece a un número indefinido de individuos. De todos modos, salvo casos especiales, los aspectos interesantes del saber expresivo son los que presentan, en ambos sentidos, cierto grado de generalidad. Tales aspectos pueden ser “universales” o “históricos”. Son universales los que se relacionan con la naturaleza propia del hombre y con la experiencia humana general; son históricos los que dependen de ámbitos históricamente determinados de experiencia o de cultura. Es decir que el saber expresivo posee su propia universalidad y su propia historicidad. Existen, en efecto, modos universales (no-idiomáticos) de hablar en tipos de circunstancias y modos universales de estructurar ciertos tipos de discursos (por ej., discursos narrativos) […], y, análogamente, modos históricos de ambas especies.

Como ejemplo concreto de la historicidad expresiva, Coseriu menciona las diferencias culturales de decir las cosas en diferentes lugares de una comunidad idiomática, diferencias que son independientes de las (también existentes) diferencias idiomáticas:

Nos referimos a la historicidad del saber expresivo, aunque no de una manera muy precisa, cuando observamos, por ej., que tal expresión es perfectamente correcta en inglés (y corresponde objetivamente a lo que se quiere decir), pero que un inglés no la diría en esa circunstancia. Por la misma historicidad expresiva, para hablar de manera apropiada en España, no es suficiente saber hablar en general y saber el español, sino que es necesario, además, saber cómo hablan (qué suelen decir) los españoles en tal o cual circunstancia. Se percatan de ello, no solo los extranjeros que, habiendo aprendido el español, visitan España, sino también los hispanoamericanos, que no son idiomáticamente “extranjeros”.

De hecho, encontramos aquí todo un esbozo de una teoría de las tradiciones discursivas avant la lettre, de tradiciones del nivel individual y del saber correspondiente además de su relación —compleja— con el saber idiomático:

Los aspectos históricos del saber expresivo pueden superar en extensión las comunidades idiomáticas abarcando varias de ellas (ser, por ej., propios de la “cultura occidental”), superar los límites de las comunidades idiomáticas sin abarcarlas (ser, por ej., propios de los estratos cultos de las comunidades “occidentales”), corresponder a comunidades menores dentro de las comunidades idiomáticas; y pueden hasta coincidir con las comunidades idiomáticas, en la medida en que los límites de ciertos hechos de experiencia o de cultura coincidan, precisamente, con los límites de esas comunidades. En este último caso, la separación entre lo idiomático y lo expresivo puede ser difícil, en el nivel de los procedimientos lingüísticos. Sin embargo, aun en este caso es necesario tratar de mantener la distinción, preguntándonos si es que algo se dice o no se dice, por ej., simplemente en francés o si los franceses suelen o no suelen decirlo, si se trata de la tradición propiamente idiomática o de hechos de conducta verbal determinados por una tradición de experiencia y cultura no-idiomática, de la historicidad del instrumento lingüístico como tal (es decir, de la “lengua” en cuanto técnica histórica del hablar) o de la historicidad de los discursos realizados por medio de ese instrumento. […]

Los dos tipos de historicidad pueden reconocerse con toda evidencia en el caso de los llamados “géneros” literarios y de las formas métricas fijas. Por ej., un soneto escrito en español aplica, en este aspecto, la técnica lingüística española, que tiene su historia en cuanto tal técnica. Pero aquello por lo que un soneto es un soneto no es un hecho de lengua española, sino que pertenece a una tradición expresiva no ligada a una lengua determinada y tiene su propia historicidad. Ello sería así aun cuando tal tipo de texto existiese en una sola comunidad lingüística. En cierta época, el soneto existía solo en la comunidad lingüística italiana, mas no era por ello un hecho de lengua italiana (para saber italiano no era necesario saber componer sonetos). Claro está que la distinción es mucho más difícil en el caso de los discursos cuya estructuración no obedece a normas rigurosas y en los que, además, los aspectos de tradición no-idiomática varían de un discurso a otro.

Me he permitido esta presentación tan larga de citas del trabajo inédito de Coseriu por dos razones: en primer lugar, porque en ellas se ve que Coseriu para nada ignoraba el lado tradicional de los textos, todo lo contrario: esbozó claramente las dimensiones de la tradicionalidad textual; al mismo tiempo, se confirma la concepción coserianamente “ortodoxa” que defendemos en diversos lugares en los textos de este libro cuando distinguimos dos tipos de historicidad y cuando localizamos las tradiciones discursivas en el nivel individual de la historicidad de los textos5.

2.1.3. Peter Koch siempre insistió en que su concepción de las TD tuvo dos influencias fundamentales, la de la teoría coseriana como marco de referencia y el desarrollo de la misma presentada por Brigitte Schlieben-Lange en su libro Traditionen des Sprechens (‘tradiciones del hablar’), publicado en 1983. Brigitte Schlieben-Lange, que a partir de 1991 sería la sucesora de Coseriu en la cátedra de filología románica de Tubinga, había estudiado con Coseriu a finales de los años 1960 y principios de los 1970. Fue la época de esplendor de la Escuela de Tubinga en la que había cursos de Coseriu cuyos participantes casi todos resultarían después a ocupar cátedras de lingüística románica en distintas universidades alemanas y en otros países. Coseriu era prácticamente el centro indiscutido de la lingüística románica en aquel entonces y quien salía de su enseñanza tenía altas posibilidades de tener la vida académica resuelta.

Sin embargo, el centro de la actividad de Peter Koch y de su compañero Wulf Oesterreicher, coautor junto a él de numerosos trabajos fundamentales que marcaron la romanística de las últimas décadas, era Friburgo de Brisgovia. Allí, Hans-Martin Gauger y Wolfgang Raible habían logrado crear lo que en los años 1980 sería el lugar más activo de la lingüística románica alemana. El tema que habían elegido y alrededor del cual se desarrolló un debate importante y una actividad científica de enorme productividad fue el de la tensión entre oralidad y “escrituralidad”6, o, para decirlo con los términos de Peter Koch y Wulf Oesterreicher, entre “inmediatez” y “distancia”. Aunque los numerosos trabajos de la escuela de Friburgo incluían una amplia gama de influencias de diferentes autores y teorías, el fondo coseriano era claramente el más destacado en los trabajos centrales de Koch y Oesterreicher, que servían como punto de referencia para la cuestión lingüística (el centro de investigación abarcaba además proyectos sobre diversas cuestiones históricas y culturales). En 1985, Koch y Oesterreicher publicaron en el Romanistisches Jahrbuch un artículo que sería el más citado de la romanística alemana en los años siguientes: “Sprache der Nähe — Sprache der Distanz. Mündlichkeit und Schriftlichkeit im Spannungsfeld von Sprachtheorie und Sprachgeschichte” (‘Lenguaje de inmediatez – lenguaje de distancia. Oralidad y escrituralidad en la tensión entre teoría del lenguaje e historia de la lengua’)7. El punto de partida de este artículo es el edificio variacional de Coseriu con las tres dimensiones de variación (diatópica, diastrática y diafásica), al que Koch y Oesterreicher añaden una cuarta dimensión idiomática (la de inmediatez y distancia), afirmando al mismo tiempo que todo el edificio variacional está regido por la dimensión universal de inmediatez y distancia8. Al artículo de 1985 le siguió un estudio exhaustivo sobre la Lengua hablada en la Romania en 19909 y una serie de artículos en manuales y en revistas. Rápidamente, los términos inmediatez y distancia (Nähe y Distanz) llegaron a canonizarse y a formar parte del acervo común de la romanística alemana (y de ciertos ámbitos lingüísticos más allá de ella10).

La cuestión de las TD estaba estrechamente relacionada con esos trabajos, aunque el término mismo solo aparecía marginalmente en ellos11. Las TD eran tradiciones del hablar entre inmediatez y distancia, y así lo había concebido Peter Koch en la mencionada tesis de habilitación. Koch mismo no había estudiado con Coseriu, pero su conocimiento de la teoría coseriana tampoco se limitaba solo a la lectura: en Friburgo, sus amigos Brigitte Schlieben-Lange y Wulf Oesterreicher eran discípulos directos de Coseriu, y su director de tesis Hans-Martin Gauger, aunque fuera más discípulo de Mario Wandruszka y no tanto de Coseriu, sí había estudiado también con él en Tubinga en los años sesenta. Había, pues, una amplia presencia de la teoría coseriana en Friburgo.

Dado el enorme interés por la cuestión de la inmediatez y la distancia, el otro término, el de TD, tardó un poco más en difundirse ampliamente, aunque estuvo ya presente desde la segunda mitad de la década de los ochenta. Koch y Oesterreicher lo tratan en sus respectivas contribuciones al homenaje a Coseriu publicado en 198812, y el concepto estaba presente en el debate cotidiano en el ámbito del proyecto de Friburgo. Pero solo en 1997, en uno de los volúmenes de la exitosa serie ScriptOralia de la editorial Narr de Tubinga, se publican dos artículos programáticos sobre el tema de las TD: uno de Peter Koch y el otro de Wulf Oesterreicher13. Estos trabajos servirán luego de referencia a la mayoría de los estudios siguientes. En ellos, no solo el término es presentado en primer plano; se ofrecen, además, numerosas reflexiones alrededor de las TD, con una ligera diferencia entre los dos autores: mientras que para Wulf Oesterreicher se trata sobre todo de recuperar la importancia de los “moldes tradicionales” de los textos, los géneros, para Peter Koch la concepción de las tradiciones es más amplia y abarca también ciertas formas de hablar que de ningún modo se podrían comparar con lo que tradicionalmente se consideraba género. En todo caso, ambos autores se basan en Coseriu, así que se puede decir que el concepto de TD es, por lo menos de manera indirecta y en parte sin conocimiento de todos los escritos de Coseriu sobre el tema, un concepto coseriano (o, si se prefiere, poscoseriano).

2.1.4. La base coseriana de los términos de Peter Koch y Wulf Oesterreicher fue la que me sirvió como punto de partida para una concepción propia de las TD dentro de la teoría del lenguaje, concepción basada no solo en los trabajos de la escuela de Friburgo sino en la teoría coseriana misma. La “apropiación simpatética” de la que se hablará en uno de los trabajos de este volumen14 la veía justificada no solo por la amistad con los autores y el interés común por una concepción adecuada, sino también desde mi propia relación con el pensamiento coseriano.

Hubo distintas generaciones de discípulos de Coseriu, pero claramente la escuela que más impacto tuvo fue, como decíamos, la formada en Tubinga en los años sesenta y setenta. Me ahorro enumerar nombres para no caer en el peligro de olvidarme de alguno ya que son tantos. A partir de los años setenta, los discípulos de Coseriu dominaban las universidades alemanas. Cuando llegué a Tubinga en el año 1984, Coseriu ya era un mito. Desde el primer semestre no me perdí ni una clase suya, y en poco tiempo mi preferencia por la literatura se quedó arrinconada por la lingüística. La sabiduría y la claridad de exposición de Coseriu eran impresionantes; aun así, éramos muy pocos los que íbamos a sus clases magistrales, donde la asistencia era voluntaria. Otros profesores tenían más éxito, los de Coseriu éramos un grupo muy reducido, y todos nos interesábamos no por este o aquel tema sino por el edificio entero: Coseriu ofrecía una visión sistemática en la que cada detalle estaba relacionado con un conjunto complejo y completo de pensamiento. El que se había dado cuenta del enorme tesoro que esto suponía no podía dejar de buscar su cercanía. Era como si Coseriu tuviera una clave de acceso a un saber más sublime y más completo, sin por ello abusar de ella: Coseriu seducía (y lo sabía), pero no aprovechaba su atracción para la doctrina. Lo que hacía era indicar un camino que cada uno al final tenía que ir por su cuenta.

Hubo momentos en los que pensaba cambiar de lugar: Berlín me atraía, por la fascinación que ejercía en aquel momento. Pero en la Universidad Libre de Berlín me encontré con un pensamiento coseriano de segunda y de tercer mano. Me quedé en Tubinga al final, no sin una serie de estancias en otros países, pero sin alejarme de la persona de la que intuía que me podría enseñar más que cualquier otra que había conocido.

Mi último año de carrera coincidió con la jubilación de Coseriu. Me había quedado, no como parte de una generación, sino como una especie de último discípulo. Coseriu me apreciaba y hacía todo para apoyarme. Fue gracias a él que conseguí mi primer puesto en Tubinga, como asistente de su sucesora Brigitte Schlieben-Lange. Su pensamiento me acompañaba y me intrigaba; descubrí fenómenos empíricos (como los fenómenos del contacto de lengua) y me di cuenta de que la teoría coseriana me daba las herramientas para una descripción adecuada; descubrí otras teorías, y me percaté de que la visión coseriana me ayudaba a apreciar sus alcances y límites. Y vi modificaciones del edificio coseriano hechas por discípulos e intentaba averiguar si eran justificadas o no. Y así llegué también a la cuestión de las tradiciones discursivas, de manera más bien indirecta: de hecho, ya llevaba trabajando intensamente sobre un problema relacionado con la cuestión de las TD sin haber mencionado nunca el término. Fue solo a partir de 1998, después de haber pasado seis años en la Universidad de Paderborn y ya de vuelta en Tubinga y en contacto con Brigitte Schlieben-Lange y Peter Koch cuando empecé a introducir esa noción en mis propios trabajos.

2.2. Ya antes, todavía en Paderborn, había empezado a trabajar sobre la relación entre la historia de las lenguas románicas y la historia del derecho en la Edad Media. El punto de arranque fueron algunas nociones de esta relación en la obra de Ramón Menéndez Pidal, el padre de la filología española, y un famoso artículo de Antoni Badia i Margarit en el que comparaba “dos tipos de lengua”15 que parecían no estar determinados por factores diacrónicos sino por otra cosa. En la lingüística histórica, a veces se distinguía entre “textos literarios” frente a “prosa científica”, “prosa jurídica”, etc., y mi objetivo era demostrar que dentro del ámbito jurídico había diferentes mundos que producían textos distintos, y que esa diferencia no solo era de contenido sino también de medios lingüísticos. No recuerdo exactamente el momento a partir del cual empecé a adoptar el término tradiciones discursivas para describir las diferentes tradiciones jurídicas. Sería alrededor del coloquio sobre tradiciones textuales que organizamos con Daniel Jacob en el Congreso de Hispanistas alemanes en 1999 en Berlín: en el Call for papers todavía hablamos de “tradiciones de textos”, pero después, en la publicación del libro, cambiamos el título y pusimos Lengua medieval y tradiciones discursivas en la Península Ibérica —y nos dimos cuenta de la necesidad de este concepto por el enorme eco que tuvo el libro en el mundo hispánico no solo por el contenido sino también por el término—. El tema en general venía en un momento adecuado: la teoría de la gramaticalización y los nuevos grandes corpus habían dado un nuevo auge a la lingüística histórica, y en el ámbito de la lingüística hispánica hubo una especie de oleada de estudios de sintaxis histórica. Entre la tradición filológica española y una nueva lingüística de índole más bien teórica y basada en datos masivos faltaba algo: una diferenciación de las tradiciones de los textos y una crítica de una diacronía demasiado simplista que ignoraba la diversidad de las tradiciones textuales.

El problema que se presentaba entonces era el de la metodología. Mientras para hacer diacronía (sin diferenciación de tradiciones discursivas) solo era necesario disponer de textos bien fechados de una lengua (cosa no tan trivial, sobre todo para épocas remotas), para la diferenciación de TD parecía ser necesario conocer a fondo texto por texto. Pero una filología tradicional de descripciones detalladas individuales poco parecía compatible con una lingüística basada en grandes corpus. Ya en el libro sobre el Renacimiento boloñés16 había empleado toda una serie de métodos para “medir” las TD, y en parte me había servido de métodos cuantitativos y de herramientas informáticas. Así, se midió, para cada texto, la extensión media de las frases, la relación type-token y otros parámetros. Lo más prometedor, sin embargo, parecía ser el análisis de las técnicas de organización textual, criterio ya aducido por la lingüística textual desde los años setenta para caracterizar los tipos de texto. Para ello, me apoyé en la noción de junción tal como la concibió Wolfgang Raible —junto con Hans-Martin Gauger la cabeza de la escuela de Friburgo— a principios de los años noventa. La presencia de diferentes técnicas de junción parecía ser un rasgo caracterizador de diferentes tradiciones discursivas: tenía, de esta manera, un criterio formal que permitía identificar las tradiciones sin tener que recurrir al conocimiento filológico detallado de los textos.

En 2001 me trasladé a Friburgo como sucesor de Hans-Martin Gauger, y Wolfgang Raible llegó a ser mi colega más directo. En 2003, por invitación de José Luis Girón Alconchel, participé en un curso de doctorado sobre lingüística histórica en Soria, España. Allí coincidí con todo un grupo de investigadores jóvenes muy bien formados y muy interesados en lingüística histórica (a los que después llamaría la “generación de Soria”), y en las discusiones con los presentes me di cuenta de que el mero análisis cualitativo de los elementos caracterizadores de las tradiciones discursivas no era todo lo que se podía hacer. Fue entonces cuando propuse cuantificar los análisis y medir la cantidad relativa de juntores, de elementos que establecen nexos entre las proposiciones.

En 2004 me trasladé a Tubinga. Brigitte Schlieben-Lange había fallecido teniendo solo 57 años en el 2000 y Coseriu en el 2002. Asumí, pues, las tareas de la cátedra con la obligación de ocuparme del legado de mis dos antecesores y maestros. La lingüística en Tubinga se había ido por otros caminos, dominaban los enfoques formales, y dentro del gran proyecto de investigación que unía a los lingüistas de diferentes orientaciones bajo el título de Estructuras de datos lingüísticos hubo que escoger un terreno “neutro” para evitar los conflictos teóricos. Por lo tanto, decidimos lanzar un proyecto sobre el análisis cuantitativo de TD y creamos, con la ayuda del informático Wolfgang Maier, la herramienta TraDisc, una aplicación que permitía medir los esquemas de junción y otros parámetros en los textos17.

Paralelamente, en varias ocasiones y motivado por la sensación de que el término se empleaba en muchos lugares sin demasiada precisión, publiqué una serie de textos y reflexiones sobre la teoría de las TD. En Tubinga, durante casi diez años, Peter Koch y yo organizábamos un seminario para estudiantes avanzados, doctorandos y colegas en el que tuvimos muchas y vivas discusiones sobre tradiciones discursivas. Organicé, además, varios encuentros sobre el tema, en parte en colaboración con colegas como Christophe Gérard o Álvaro Octavio de Toledo y Huerta. Intentamos señalar la importancia de las tradiciones desde distintos ángulos, sobre todo desde la perspectiva de la gramática histórica, no sin señalar continuamente que no se trataba de un término de la lingüística histórica sino de un concepto con relevancia en vastos ámbitos de la lingüística.

3. Hace algún tiempo, una colega suiza me dijo después de una conferencia sobre TD que ella, especialista en pragmática, había vivido muy bien sin la noción de TD y que mucho de lo que le había presentado eran cuestiones de pragmática. Otro colega decía que todo en la lengua era tradición, y que en realidad solo había TD. Creo que ambas posturas, aunque posibles y en cierta medida coherentes, nos imponen limitaciones que la noción de TD supera: no es lo mismo actuar espontáneamente según las condiciones de una situación determinada sin recurrir a patrones ya establecidos que hacerlo aprovechándolos; y no es lo mismo una tradición que consiste en la repetición de textos o formas textuales que una tradición que consiste en la mera aplicación de una técnica asumida.

Lo que he querido demostrar a lo largo de estos años ha sido que la cuestión de la tradicionalidad de los textos es un aspecto con amplia relevancia: en estudios históricos como en estudios de la lengua actual. La lingüística no se acaba con las TD, pero para hacer lingüística es necesario saber que el hablar se puede basar en la repetición de los textos o de las formas textuales y que esto tiene numerosas consecuencias. Así, la noción de las TD es, antes de entrar en debates de teorías y escuelas, framework-free18: se refiere a un fenómeno esencial del lenguaje humano que no se puede negar ni desde un punto de vista generativo, ni cognitivo, ni de ningún ángulo teórico. Evidentemente, va a tener más o menos relevancia para esta o aquella teoría, pero incluso para una teoría que postula la total autonomía de la sintaxis, la tradición de los textos tiene su importancia, aunque sea negativamente, para excluir ciertos fenómenos que por tradición textual dejan algo turbios los datos de la “pura” sintaxis.

Más allá de la noción de la tradicionalidad de los textos y su relevancia general, también he intentado demostrar la utilidad de la noción de las TD dentro de un marco coseriano de la teoría del lenguaje. Y esto en ambas direcciones: por un lado, creo que el estudio de las TD resulta particularmente fructífero si está anclado en un edificio amplio y si se relaciona la historicidad de los textos con la historicidad de la lengua. Y al mismo tiempo, la lingüística coseriana encontrará en los estudios de las TD un nuevo campo para demostrar su actualidad y vigencia. Si algo de esto se logra con las páginas de este libro, el esfuerzo —tanto del autor como el de los editores y traductores— ha merecido la pena.

Quisiera, finalmente, expresar mi profundo agradecimiento de que salga este libro con trabajos míos sobre el tema de las TD en el marco de la lingüística coseriana y poscoseriana. El agradecimiento se dirige, en primer lugar, a Cristina Bleorţu y a David Paul Gerards. Sin ellos y su capacidad de convertir la ilusión en realidad, este libro no existiría. El admirable equipo ha mostrado, en los meses de preparación del presente volumen, un caso casi ejemplar de eficacia y de rigor. Asimismo, quiero dar las gracias a los editores de la versión rumana anterior a esta y preparada por Carlota de Benito Moreno, Miguel Cuevas Alonso, Adrian Turculeţ y Cristina Bleorţu por iniciativa de esta última. Mi agradecimiento se dirige además al equipo de la editorial Iberoamericana/Vervuert que acogió este libro en la colección “Lingüística Iberoamericana”; en particular al lamentado amigo Klaus-Dieter Vervuert quien generosamente me prometiera publicarlo cuando poco antes de su inesperado fallecimiento le mandé un primer borrador.

Me siento honrado por ese reconocimiento de mis trabajos, y me siento feliz más que por mí por los hechos mismos tratados aquí, por un enfoque de la lingüística que sigue la que para mí siempre ha sido la línea más fructífera, la más madura y la más adecuada: la esbozada y perfilada por Eugenio Coseriu.

Johannes Kabatek

Zúrich-Tubinga, abril de 2018

1 En algunos casos, la referencia explícita también se debe a los contextos en los que los trabajos fueron presentados originalmente, así, tres de los capítulos de este libro (“Lingüística empática” [3, en este tomo], “Las diez tesis…” [1, en este tomo], “Sobre usos y abusos de la terminología lingüística” [4, en este tomo]) tienen su primera base en conferencias dadas en congresos o coloquios sobre Coseriu.

2 [‘En cuanto al saber expresivo, este es ni actual ni tampoco individual. Las reglas discursivas —según lo que hay que precisar ahora— le ofrecen al hablante pautas para la configuración adecuada del discurso actual. Hacen referencia a Tradiciones Discursivas: estilos, géneros, tipos de texto, universos discursivos, actos de habla etc., las cuales, a su vez, agrupan respectivamente clases de discursos. Como se trata aquí de un saber clara y absolutamente marcado por la historia, el saber expresivo pertenece al mismo nivel que el saber idiomático.’]

3 De hecho, Koch presenta el esquema en dos direcciones, una vez desde lo universal hasta lo individual y en otro esquema al revés, desde lo individual hasta lo universal: en cada acto individual se juntan aspectos individuales, aspectos doblemente históricos y universales.

4 Koch se refiere en sus reflexiones a un artículo de Coseriu de 1973 [“Die Lage in der Linguistik”] y a la edición alemana de la Lingüística del texto de 1981.

5 Véase también, en el mismo sentido, la crítica de Lebsanft a la ubicación de las tradiciones discursivas en el nivel histórico (Lebsanft 2005 y 2006).

6 El centro de investigación SFB 321 Übergänge und Spannungsfelder zwischen Mündlichkeit und Schriftlichkeit [‘Transiciones y tensiones entre oralidad y escrituralidad’] existió entre 1985 y 1997.

7 Koch y Oesterreicher 1985; cf. también la traducción al inglés en Koch y Oesterreicher 2012.

8 Para una visión crítica de esta concepción, véase Kabatek 2000b.

9 Koch y Oesterreicher 2007.

10 Véase p. ej. el volumen editado por Feilke y Hennig 2016.

11 De hecho, la traducción española (realizada por Araceli López Serena) del libro citado en la nota 8 y la edición alemana de 2011 amplían la referencia a esta noción y su importancia para la cuestión de inmediatez y distancia.

12 Veáse Koch 1988 y Oesterreicher 1988.

13 Koch 1997 y Oesterreicher 1997.

14 “Sobre usos y abusos de la terminología lingüística” [4, en este tomo].

15 Véase “TD y cambio lingüístico” [8, en este tomo].

16 Kabatek 2005c.

17 Véase Kabatek et al. 2010.

18 Veáse Haspelmath 2010.

1. EUGENIO COSERIU, LAS TESIS DE ESTRASBURGO Y EL POSTULADO DE UNA LINGÜÍSTICA LINGÜÍSTICA*

1.Introducción

1.1. Entre los escritos de los últimos años de la vida de Eugenio Coseriu (1921-2002) coleccionados en el Archivo Coseriu de la Universidad de Tubinga se encuentra una serie de manuscritos de discursos y otros textos relativamente breves que resumen algunos de los aspectos más fundamentales de su obra1. Así, Coseriu explica en varias ocasiones cuáles fueron los principios fundamentales que guiaron su labor científica, destaca cuál fue, en su opinión, su aportación más importante a la lingüística y expone cuál debe ser el punto de partida para un planteamiento adecuado de las cuestiones lingüísticas. En lo que sigue me ocuparé sobre todo de este último aspecto, sin por ello dejar de mencionar brevemente a qué se refieren los primeros dos.

Del primero de estos tres aspectos Coseriu se ocupa en varios de los numerosos actos de investidura como doctor honoris causa y en otras ocasiones en las que recibió distinciones de diversa índole. Así, por ejemplo, en la investidura como doctor honoris causa de la Universidad de Granada que tuvo lugar en 19912, Coseriu enumera los siguientes cinco principios que guiaron su labor:

el principio de la objetividad científica;

el principio del humanismo o del “saber originario”;

el principio de la tradición;

el principio del antidogmatismo;

el principio del bien público o de la responsabilidad social.

El primer principio, el de la objetividad científica, será tratado más abajo, ya que vuelve a aparecer en el texto que aquí nos ocupará más en detalle. Es el principio correspondiente al lema coseriano-platónico Ta onta os estin légein (‘Decir las cosas tal como son’), que supone, por lo menos como ideal y finalidad última del trabajo científico, tanto la posibilidad de acceso a las “cosas” como la posibilidad de nombrarlas de manera objetiva.

El principio del saber originario se refiere al postulado de una diferencia fundamental entre ciencias naturales y humanidades: en las ciencias del hombre, los objetos investigados no son ajenos a nosotros mismos, son productos de nuestra propia actividad y corresponden, entonces, a un saber originario de las cosas. La tarea del científico es aprovechar este saber originario, partir de él y objetivarlo, sin por ello confundirlo con el saber científicamente objetivo. Se rechaza, pues, la idea frecuentemente defendida por la lingüística actual de la necesidad de hipótesis arbitrarias y su verificación o falsificación: las hipótesis no son arbitrarias, sino derivadas de nuestro saber originario, y tratar el lenguaje como si fuera una sustancia química o un mineral no sería solo limitarnos inútilmente, sino pretender algo imposible, ya que somos incapaces de acceder al lenguaje sin al mismo tiempo estar condicionados por él.

El principio de la tradición impone el respeto por todo lo que se ha dicho y pensado en la historia de la humanidad: no se empieza a hacer lingüística ayer o hace diez años, los problemas que se plantean ahora se han planteado, aunque de otra forma, en diferentes momentos de la historia del pensamiento humano y hay que ser consciente de ello y buscar las soluciones adecuadas teniendo en cuenta aquellas que ya se han propuesto en otros momentos de la historia. Este principio está en estrecha relación con el anterior, ya que deriva de la continuidad del objeto y de la continuidad del saber originario: el lenguaje no era distinto en tiempos de Aristóteles y el saber originario del Estagirita no era otro que el de un lingüista actual. Frente a las ciencias naturales, donde la evolución técnica ha hecho descubrir objetos anteriormente desconocidos, el lenguaje sigue siendo lenguaje; las lenguas, lenguas y los hablantes, hablantes. Con lo cual no se quiere negar el avance de las ideas ni el avance de la disciplina, pero el avance solo es real si toma en consideración la tradición de esta; y a veces un supuesto avance vuelve a plantear ideas erróneas ya identificadas como tales y superadas en el pasado.

El principio del antidogmatismo postula la absoluta libertad del pensamiento y una postura crítica frente a cualquier doctrina preconcebida: el investigador no debe partir de principios impuestos por otros ni seguir ciegamente las pautas de esta o aquella escuela. Es cierto que esto también vale para el rechazo de posibles ideas: no hay “religión” lingüística y no se nace siendo estructuralista, formalista o funcionalista, como tampoco se nace rechazando de antemano ninguna orientación. El lingüista debe cultivar su propia formación y tener el horizonte más amplio posible; debe criticar allá donde ha llegado a la convicción libre de que se halla ante el error, y defender aquellas ideas que, tras un examen crítico, son las que en mayor grado corresponden al primer principio, el de la objetividad.

Por último, el principio del bien público se opone a una ciencia desconectada de los problemas de relevancia social o del interés de las personas ajenas a la torre de marfil académica3: no se hace solo lingüística para los lingüistas, no hay derecho a la arrogancia frente a las preguntas que le hacen al lingüista los hablantes que quieren saber algo sobre el lenguaje o la lengua, ya que quieren saber algo sobre ellos mismos. El lingüista no tiene derecho a contestar: “tú no me vas a entender”, tiene que ser capaz de escuchar y de responder, de aplicar, de ayudar en la medida de lo posible con su saber para que se pueda enseñar, traducir, interpretar, hablar, escribir y argumentar lo mejor posible. Y debe también criticar allá donde mediante el lenguaje se manipula, se miente o se tiraniza.

Estos principios Coseriu no solo los postula para la actuación propia; por ellos deberían guiarse también los lingüistas en general: son principios que a primera vista parecen simples y convincentes, pero que son en realidad incluso radicales y se oponen a varias de las corrientes dominantes en la lingüística contemporánea.

1.2. El segundo de los aspectos arriba mencionados se refiere a la cuestión de lo que Coseriu consideraba su aportación más importante a la lingüística, y se encuentra también en estrecha relación con lo que se presentará aquí. Podríamos pensar que lo que Coseriu más apreciaba de su obra fuera la tripartición entre sistema, norma y hablauniversalhistóricoindividualactividadsaberproducto45alcanceslímitessimpatética