Introducción

Si una civilización ajena a nuestro planeta nos hubiera visitado durante los cinco primeros años del siglo xxi, se hubiera percatado de ciertas conductas entre nuestros congéneres que probablemente habrían llamado su atención: fabrican una esfera con piel y caucho que algunas personas patean hasta introducirla en una red, mientras son observados por miles de otras personas que gritan y pelean entre sí; que existe una gran preocupación por evitar la desaparición de mamíferos marinos gigantescos, a los que persiguieron y mataron durante siglos para extraerles su grasa; que los humanos han arrasado vastas extensiones de bosques de su planeta para sembrar alimentos, pero una vez cultivados los someten a complejos procesos químicos que ocasionan serias enfermedades; que aun cuando son capaces de comunicarse entre ellos, casi no lo hacen si no es a través de unos aparatitos llamados teléfonos celulares; que aunque los humanos dependen del aire y el agua para vivir, aun así los contaminan y desperdician.

En cambio, si esos mismos visitantes hubieran llegado a la Tierra hace cinco millones de años, nos hubieran encontrado cubiertos de pelo, desnudos, comunicándonos a gruñidos, en escasa cantidad sobre la superficie terrestre, utilizando piedras y palos como instrumentos, y guareciéndonos, si acaso, en alguna cueva, pues carecíamos de cualquier tipo de construcciones.

¿Pensarían estos visitantes que se trata de la misma clase de seres?

Muy probablemente dichos extraterrestres no hubieran asociado a los humanos actuales con los que vivieron hace cinco millones de años, pues en ese lapso hemos cambiado demasiado como resultado de un proceso llamado evolución, que se ha ido verificando durante la historia de la Tierra.

De hecho, no sólo los humanos hemos ido cambiando debido a las presiones selectivas del ambiente, sino también los demás seres vivos, entre los que se incluyen las plantas, los hongos, las bacterias y el resto de los animales.

Pocas personas aún creen que todos los seres vivos fueron creados tal y como los vemos ahora, pues existen numerosas evidencias del cambio evolutivo ocurrido a lo largo de millones de años. Muchos se preguntan ¿cómo pudo haber sucedido la evolución? o ¿cómo se pudo modificar una especie hasta convertirse en otra?

Hace poco más de 120 años, a Charles Darwin, un genial naturalista inglés, se le ocurrió una manera de explicarlo, misma que propuso en el libro llamado El origen de las especies por medio de la selección natural. El título de esta obra, que desde su primera aparición ha destacado entre las más discutidas, controvertidas e incomprendidas de la historia de la ciencia, nos indica que las especies tienen un origen pero, ¿qué es exactamente una especie?, ¿se pueden formar especies nuevas?, ¿pertenecemos todos los seres vivos a alguna especie? Para ninguna de estas preguntas existe una respuesta elemental, y el origen de las especies constituye hoy un tema que se presta a interesantes discusiones, como cuando Darwin publicó por primera vez su teoría de la evolución.

En dicho libro Darwin explica la evolución a través de un mecanismo que llamó selección natural. Se trata de una idea bastante sencilla, y es posible encontrar entre los seres vivos muchas pruebas que la demuestran. Darwin la desarrolló con base en cuatro observaciones importantes acerca de las especies: el potencial de reproducción, los efectos del ambiente, la variación y la herencia.

Tales observaciones se presentan aquí a partir de una amplia variedad de ejemplos del mundo natural. Además, se expone el modo como estas ideas se pueden relacionar entre sí para plantear la teoría de la selección natural, y se discute el papel que ésta podría desempeñar en la formación de especies nuevas.

En algún momento hablaremos de la genética, necesaria para comprender la variación y la herencia, y ofreceremos las pruebas que los científicos utilizan para comprender la evolución.

Después de leer este libro, encontrarás que no solamente los humanos, sino todos los seres vivos, han sobrevivido para reproducirse y transmitir sus características a las nuevas generaciones, en la medida en que estuvieron mejor adaptados a su ambiente.