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Epicuro

Epicuro

Estudio preliminar, selección y traducción de textos de
Esteban Bieda

Epicuro

Epicuro / Epicuro ; comentarios de Esteban Bieda ; compilado por Esteban Bieda. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2016.

Libro digital, EPUB - (La revuelta filosófica / Soares, Lucas; 1)

Archivo Digital: online
Traducción de: Esteban Bieda.
ISBN 978-950-556-674-7

1. Filosofía Antigua. I. Bieda, Esteban, com. II. Bieda, Esteban, comp. III. Bieda, Esteban, trad. IV. Título.

CDD 181

Diseño de tapa e interior: Margarita Monjardin

©2015, Esteban Bieda

©2015, Queleer S.A.

Primera edición en formato digital: julio de 2016

Digitalización: Proyecto451

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ISBN edición digital (ePub): 978-950-556-674-7

ESTUDIO PRELIMINAR

I

LA REVUELTA FILOSÓFICA DE EPICURO

Y así han también vivido hombres singulares, así se han sentido permanentemente en el mundo y al mundo en sí, y entre ellos uno de los hombres más grandes, el inventor de una manera heroico-idílica de filosofar: Epicuro.

Friedrich Nietzsche (1)

La filosofía antigua ha sido, a lo largo de la historia de Occidente, un territorio recurrente no sólo para filósofos, sino también para poetas, científicos, teólogos e intelectuales en general. Rastrear los orígenes griegos de cualquier afirmación o idea propia fue, durante siglos, un modo prácticamente incuestionable de darle relevancia y envergadura filosófica. Una prueba más o menos evidente de esto es el hecho de que, con adhesiones y detracciones, las áreas principales de la filosofía occidental han sido, y siguen siendo, las griegas: ética, gnoseología, epistemología, estética, lingüística, política, historiografía, psicología, entre otras disci-plinas, fueron fundadas y desarrolladas, en sus primeras versiones, por pensadores griegos. Hay quien ha llegado a afirmar –aunque exageradamente, sin dudas– que toda la filosofía occidental no es más que un conjunto de notas a pie de página de la filosofía de Platón. Es difícil, en este sentido, encontrar algún filósofo de los últimos dos mil quinientos años que no haga referencia, aunque más no sea marginal, a cuestiones o problemas presentes en el pensamiento griego clásico.

Sin embargo, con el correr de los siglos, y muy especialmente en las últimas décadas, la filosofía antigua fue encerrándose progresivamente en claustros académicos cada vez más especializados y ajenos, en muchos casos, a los temas y problemas que las propias teorías estudiadas abordan. Esto ha hecho que los especialistas en la materia se enfrenten con un interrogante que, poco a poco, fue adquiriendo tintes de acusación: ¿qué actualidad puede tener una investigación en torno al pensamiento de Parménides, Heráclito, Platón o Aristóteles? ¿Qué otro sentido, además del puramente histórico-arqueológico, tiene conocer el pensamiento de quienes han vivido en un mundo no globalizado, sin medios masivos de comunicación, bombas nucleares o redes sociales?

Este interrogante es, así planteado al menos, demasiado vago, pues los filósofos griegos han tematizado una diversidad tal de problemas que, si hablamos de “filosofía griega” sin más, es tan sólo porque sus protagonistas han escrito y vivido en una misma época y territorio geográfico. La pregunta necesita ser, en ese sentido, especificada. Si por “actualidad” se entiende algo así como “¿qué tiene para decirnos hoy acerca del cosmos la física aristotélica, irremediablemente geocentrista?”, la salida casi estandarizada sería que siempre es útil conocer el pasado para delinear mejor el futuro. Algo similar ocurre con los intrincados problemas metafísicos que los griegos han abordado, hoy más parecidos a una pieza de museo que al pensamiento acerca de la naturaleza del mundo contemporáneo y del hombre que lo habita. Sin embargo, más allá de las dudas, desarrollos y observaciones ulteriores que todo esto podría merecer, hay un territorio filosófico que parece más permeable a la diacronía: la filosofía práctica. Porque si es indudable que el mundo de los griegos no es nuestro mundo, las preguntas del hombre en relación con su propia vida no parecen haber cambiado demasiado, al menos esencialmente: qué está bien y qué está mal; el conflicto entre los deseos que presionan y la racionalidad que trata de contenerlos; las dudas acerca del placer como criterio para determinar los cursos de acción a seguir; el lugar del prójimo ante el insoslayable egoísmo que define a la raza humana, entre otras, son todas cuestiones que nos siguen interpelando como seres sociales que somos. Lo que suele denominarse “filosofía práctica”, esto es, el pensamiento acerca del porqué y el cómo de nuestras acciones en virtud de su corrección o incorrección, no resulta tan alejada, en sus versiones griegas, de nuestras propias problemáticas. Quizá la razón sea sencilla: desde sus orígenes, la filosofía práctica tuvo un objetivo claro y preciso, a saber: formular cómo los hombres podemos convivir del mejor modo posible, en armonía con nosotros mismos y con los demás. Aunque con excepciones, claro está, siempre se ha tratado de lo mismo: cómo ser feliz. Y ocurre que, en este terreno tan estrechamente vinculado con el hombre, las cosas no han cambiado tanto como en cuestiones cosmológicas, astronómicas, gnoseológicas o metafísicas. De allí que la actualidad de la filosofía antigua no sea, en este territorio, algo tan difícil de justificar, habida cuenta de la existencia contemporánea de éticas comunitaristas, universalistas o hedonistas, cuyos fundamentos pueden rastrearse en sus pares griegos.

En el presente libro nos dedicaremos a exponer la obra de uno de los filósofos griegos cuyo pensamiento sigue resonando en la actua-lidad. Identificado como uno de los referentes del hedonismo, Epicuro fue un pensador comprometido con la consecución de las metas que su filosofía pregona: alcanzar una felicidad entendida como la obtención de la mayor cantidad de placer posible y la evitación de la mayor cantidad de dolor, tanto en el cuerpo como en el alma. La irrupción de Epicuro en la escena filosófica ateniense resultó, sin dudas, renovadora frente a referentes como Sócrates, Platón o Aristóteles. Según veremos, tras la caída del sistema político-cultural de la ciudad-estado griega, la pólis, Epicuro se diferencia tanto de sus antecesores que es posible considerarlo parte de algo así como una “revuelta” filosófica. Basta con ver, a modo de anticipo y resumen, las siguientes palabras de Ateneo, escritor del siglo II d.C.:

Recordaré al más amigo de la verdad, Epicuro, quien era considerado feliz por no haber sido iniciado en la educación ordinaria. A quienes se acercaban a la filosofía de modo semejante, les acercó estas palabras: “Te considero feliz porque, puro de toda educación, te aproximas a la filosofía” (fr. 117). (2)

Esa educación de cuya purificación surge la felicidad es ni más ni menos que la educación tradicional, aquella que, como veremos en lo que sigue, fue la del propio Epicuro quien, urgido por los tiempos, encontró un nuevo camino del filosofar capaz de asistirlo en un presente distinto al de los grandes maestros de su pasado. La filosofía epicúrea constituye, así, una revuelta contra ese pasado, una renovación vital que promete al hombre una realización verosímil en el mundo, sin falsas promesas ni exigencias imposibles. En su simplicidad, en su inmediatez y empatía, la filosofía epicúrea habría de hallar sus tintes revolucionarios.

1- Nietzsche (1996 [1878]: 209).

2- Citamos los fragmentos de Epicuro según la numeración de Usener (2010 [1887]), con la abreviatura “fr.” seguida del número de fragmento (salvo cuando se indica otra cosa).

II

UNA NUEVA FILOSOFÍA DESDE EL JARDÍN