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Miguel de Cervantes Saavedra

Don Quijote de la Mancha

Tomo I

Introducción de Sergio Aguilar Gimenez
Edición con ilustraciones y notas

Créditos

ISBN ebook: 978-84-9953-057-4.

Sumario

Créditos 4

Prólogo 9

Vida de Cervantes 9

Cervantes y su universo literario 13

Don Quijote de la Mancha, la invención de un nuevo paradigma novelesco 16

[Preliminares] 24

Prólogo 27

Al libro de don Quijote de la Mancha, Urganda la desconocida 33

Primera parte del Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha 41

Capítulo I. Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha 42

Capítulo II. Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote 49

Capítulo III. Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero 62

Capítulo IV. De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta 71

Capítulo V. Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero 78

Capítulo VI. Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo 84

Capítulo VII. De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha 93

Capítulo VIII. Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de feliz recordación 808

Libros a la carta 817

Prólogo

Vida de Cervantes

La vida de Cervantes es difícil rastrearla en sus obras, ya que poco hay de verdaderamente biográfico o pseudoautobiográfico en ellas, como sí sucede en otros autores anteriores tales como Mateo Alemán, que presenta su Guzmán de Alfarache como la crónica de sus andanzas pasadas. De hecho, en el Quijote, Cervantes se enmascara incluso tras supuestos narradores, principalmente Cide Hamete Benengeli, y tampoco debe inducirnos a engaño esa primera persona con que se inicia el Prólogo dirigiéndose al «Desocupado lector». Sin embargo es innegable que sus obras, y destacadamente el Quijote, suponen una manera nueva de destilar la propia vida en la obra literaria: al ocultarse más la identidad del autor cobra más relieve su libertad para dar rienda suelta al ingenio y la inventiva, así como para otorgar a sus personajes un grado de decisión en lo relatado y un libre albedrío tales que se erigen en protagonistas singulares y autónomos, algo nuevo por entonces. Pero vayamos ya con lo que de Cervantes conocemos por diferentes fuentes documentales.

Miguel de Cervantes Saavedra nació a mediados de 1547, en Alcalá de Henares, supuestamente como cuarto de los siete hijos del cirujano Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. Después, entre 1551 y 1556, su familia se trasladaría sucesivamente a Valladolid, Córdoba, Sevilla y Madrid, donde llevaría siempre una vida modesta y no exenta de dificultades.

No se conocen referencias claras sobre la infancia y juventud de Cervantes, y tampoco sobre su formación. Es probable que estudiara en los colegios jesuitas de Córdoba y Sevilla, pero no en la universidad. Por documento de 1569, sí consta su contacto (quizá a partir ya de 1566) con el catedrático de gramática y retórica Juan López de Hoyos, en Madrid, quien probablemente lo inició en el arte de la poesía y en la cultura renacentista y humanista de la época.

Hacia 1569 o quizá 1570, tras algún lance callejero o de honor en el que debió herir a un tal Antonio de Sigura, Miguel de Cervantes hubo de marchar a Roma (1571) con la intención, sobre todo, de eludir a la justicia. Allí entró al servicio del cardenal Giulio Acquaviva y, poco después, trabajó como soldado a las órdenes de Diego de Urbina y en el tercio de Miguel de Moncada. Los motivos de este último cambio de ocupación son, todavía hoy, un enigma.

Los azares bélicos llevaron a Cervantes a la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), a bordo de la galera Marquesa, perteneciente a la escuadra mandada por don Juan de Austria. En esta batalla recibió una herida de arcabuz en la mano izquierda, la cual le quedó inútil. Después, tras unos meses de recuperación en Mesina, volvió a participar en las acciones militares de Corfú, Ambarino, Bizerta y La Goleta (Túnez). En el prólogo de la segunda parte del Quijote, el mismo Cervantes refiere con orgullo su participación en la batalla de Lepanto, así como su herida y la compensación que obtuvo por su valor.

En 1575, ya licenciado del Ejército y llevando en su poder unas cartas de recomendación de sus superiores (las cuales, sin duda, pensaba hacer valer para conseguir su perdón), Cervantes regresó desde Nápoles a España en la galera Sol; le acompañaba su hermano Rodrigo, tres años menor que él, quien también había servido en la Armada en Italia. Durante el trayecto, en algún punto entre Marsella y la actual costa Brava catalana, unas naves berberiscas entablaron batalla contra la galera y la abordaron, tomando, entre otros prisioneros, a Cervantes y su hermano Rodrigo. Paradójicamente, las cartas de recomendación que llevaba Cervantes quizá jugaron en su contra en aquella situación, ya que debieron hacer pensar a los berberiscos que se trataba de un personaje muy importante y que podrían pedir por él un cuantioso rescate.

La vida de Cervantes en este punto resulta en verdad novelesca, y también desafortunada. Permaneció como preso y esclavo en Argel durante cinco años (periodo aludido en varias de sus obras, incluso en el Quijote), e intentó su fuga y la de otros presos varias veces, pero sin éxito, debido, al parecer, a delaciones y traiciones de propios y extraños, con lo cual su cautiverio fue cada vez más severo. Mientras tanto, su hermano Rodrigo pudo ser liberado con el pago del rescate por parte de la familia, ya que su cuantía era mucho menor que la exigida por poner en libertad a Miguel.

De manera semejante al escritor portugués Camões (1524-1580), que tuvo que ser subvencionado por unos amigos para regresar de su atribulado viaje a la India en 1568, Cervantes solo recuperará la libertad gracias a las colectas realizadas por unos religiosos trinitarios entre los mercaderes cristianos de Argel, con las que consiguieron reunir el precio exigido para el rescate por el bey Hazán. Poco antes de su liberación, a Cervantes se le había asignado ya un nuevo destino como cautivo en Constantinopla, y es probable que, de haber sido trasladado allí, quizá no conoceríamos hoy su obra tal y como la conocemos, o tal vez de ninguna manera.

Liberado en septiembre de 1580, Cervantes se embarcó rumbo a Valencia y viajó después a Madrid y a Lisboa (entonces territorio del Imperio español), donde Felipe II le encomendó una misión en Orán. Cumplida ésta, y tras algunas peripecias, regresó a Madrid, donde debió intentar conseguir un destino en América, aunque sin conseguirlo. Y es entonces cuando comienza a escribir. Sus primeras piezas (comedias y tragedias) se representaron, pero están hoy perdidas (excepto El trato de Argel y La Numancia). Es en esa época cuando escribe La Galatea (que se publicaría en 1585), y también cuando mantuvo un romance con Ana Franca de Rojas (esposa de un tabernero), dama de la que él mismo reconoció haber tenido una hija, Isabel. Posteriormente, a finales de 1584, se casó con una muchacha joven (dieciocho años menor que él) y humilde, Catalina de Salazar Palacios. La boda se produjo en Esquivias, pueblo toledano próximo a Aranjuez.

Entre 1587 y 1600, probablemente con su matrimonio haciendo aguas, Cervantes, solo y a disgusto, marcha a Sevilla y recorre Andalucía, primero como comisionado de la recaudación de impuestos, grano y aceite para la Armada, la cual se estaba pertrechando para la guerra contra Inglaterra y creando la famosa Armada Invencible, y después como comisionado de Hacienda. Pero el infortunio volvió a visitar al escritor, ya que fue acusado de apropiación indebida de dinero, quizá, en parte, con motivos fundados o quizá debido a la quiebra de la banca donde depositaba los impuestos recaudados. Así, Cervantes hubo de sufrir prisión temporalmente (en dos ocasiones, hacia 1597) hasta que su recurso de inocencia fue admitido. Además, tampoco sus nuevas peticiones de traslado a las Indias, cursadas en 1590, le habían sido concedidas. (Realmente, Cervantes vive un periodo en que el inmenso Imperio español comienza a dar sus primeros síntomas de crisis militar, política y económica, tanto en Europa, como en América, África y Asia.)

Sevilla, Cádiz, los pueblos andaluces, las ventas y los caminos que tuvo que recorrer Cervantes en esa etapa de su vida, así como las gentes de toda condición con las que trató (campesinos, comerciantes, traficantes e incluso maleantes) quedaron, no obstante, como un inspirador poso en la mente creativa del escritor.

La escritura del Quijote debió iniciarla ya en Andalucía, y la proseguiría en Valladolid, ciudad a la que se mudó en 1603 (esta vez con Catalina), como adjunto a la Corte de Felipe III. Pero, ciertas cuitas referidas a las sospechas de asesinato de un hombre y a la actividad poco moral de algunas mujeres de su casa (no está claro si de su hija Isabel, sus hermanas Magdalena y Andrea o la hija de esta última, Constanza) le produjeron a Cervantes nuevos sinsabores.

En 1606, habiendo publicado ya el Quijote a inicios del año anterior, Cervantes y su familia se trasladan a Madrid, siguiendo de nuevo a la Corte y entrando en contacto con el séptimo conde de Lemos, hombre político y de letras que ejerció cierta protección sobre Cervantes, así como sobre Lope de Vega (con quien Cervantes mantuvo una sostenida disputa literaria de tintes variables). En Madrid vivió los últimos años de su vida, entre las satisfacciones por ir viendo publicada su obra (aunque tardíamente y siempre mal remunerada), el dolor por la muerte de sus hermanas, la decepción por ver denegadas sus nuevas peticiones de traslado y la austeridad de una vida de escritor pobre. El Quijote había tenido mucho éxito y, cuando su popularidad se extendió, Cervantes pudo ver publicadas, a partir de 1613, la mayor parte de sus obras, con el único inconveniente de que no percibía derechos por ellas, ya que los había vendido por un tanto alzado al impresor. (El Quijote tenía un precio aproximado equivalente a tres o cuatro euros de hoy en día.)

Sin descendencia legítima, Cervantes murió en su casa de la calle León, en Madrid, el 22 de abril de 1616. Tenía sesenta y ocho años de edad, y fue enterrado en el convento de las trinitarias descalzas, sito en la actual calle madrileña que lleva el nombre de Lope de Vega, quien fue, a la sazón y paradójicamente, uno de los escritores coetáneos de Cervantes que más criticaron su obra.