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ROGER JIMÉNEZ REMACHA

Criado entre libros, telediarios y periódicos, se licenció en Geografía e Historia. Derivó hacia el sector editorial a partir de un providencial curso de formación ocupacional y, desde entonces, ha escrito unos cuantos cientos de miles de espacios en temas tan dispares como biografías, artículos de actualidad política, libros de texto, guías de viaje, memorias y un largo etcétera. Entre sus aficiones más queridas están, cómo no, los viajes, exóticos o cercanos. Interesado de manera especial por hallar lugares ocultos a los ojos de visitantes y autóctonos, esta guía es el resultado de innumerables paseos en la mejor compañía por las calles y plazas de su ciudad: Barcelona.

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ALBERT WINTERHALDER

Nació en Barcelona en 1954. Periodista, documentalista y fotógrafo, es redactor del diario La Vanguardia desde 1986 y actualmente trabaja en su sección “Vivir”. En 1990 obtuvo el premio Ferrer Eguizábal en el apartado de periodismo gráfico. Es autor del libro Sweet Barcelona. Los 55 rincones más golosos de la ciudad (2004), publicado por Diëresis en esta misma colección. Sweet Barcelona es la única guía editada que selecciona las mejores pastelerías, reposterías y chocolaterías, en las que la Ciudad Condal tiene una gran tradición. También es coautor de El cafè de l’Òpera de Barcelona (2003), junto a los poetas Joan Margarit y Josep Massats.

Segunda edición digital: julio de 2012

© de esta edición:

Editorial Diéresis, S.L.

Travessera de les Corts, 171, 5º-1ª

08028 Barcelona

Tel.: 93 491 15 60

info@editorialdieresis.com

www.editorialdieresis.com

© del texto: Roger Jiménez Remacha

© de las fotos: Albert Winterhalder

Diseño: dtm+tagstudy

Infografía: Carlos Ruiz

Impresión: Ino Reproducciones, S.A.

ISBN: 978-84-938702-1-8

Todos los derechos reservados.

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

CÓMO UTILIZAR ESTA GUÍA

El contenido de Barcelona 500 rincones desconocidos se presenta organizado en 22 rutas temáticas, que responden a las etapas más importantes de la historia de la ciudad. Usted puede realizar fácilmente estas rutas tal y como se explican en el libro, ya que le indicamos la localización de los lugares mencionados en un plano de situación que aparece al final de cada una de ellas.

1. Para ello, fíjese en los lugares señalados en negrita y en el número que tienen entre paréntesis: esa cifra indica su posición en el plano de situación.

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2. A continuación del plano, ofrecemos también datos prácticos de los principales lugares visitables, con información de su dirección, horario y precio de entrada (si lo hay). Los datos se han actualizado para esta edición digital.

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MITOS DE BARCELONA

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En una puerta de acceso al Palau de la Generalitat, Sant Jordi lucha con el dragón.

Durante siglos se atribuyó la fundación de la ciudad a Hércules, hijo del dios Júpiter y de la mortal Alcmena, y aún en la actualidad se conservan varios recuerdos de este héroe, como la calle de Hércules (1), estrecha arteria del Barri Gòtic que comunica el ayuntamiento con la iglesia de Sant Just i Pastor. Considerar a Hércules fundador de Barcelona es una tradición que proviene de los romanos, quienes adaptaron al personaje de la mitología griega y le añadieron aventuras relacionadas con la geografía del Mediterráneo Occidental, que ellos estaban conquistando. En una de esas nuevas aventuras el héroe, tras acabar con su cuarto trabajo, se unió a la expedición de los argonautas. Junto con Jasón, cruzó el Mediterráneo en busca del Vellocino de Oro, pero al pasar cerca de la actual costa catalana una tremenda tormenta dispersó la flota argonauta. Cuando consiguieron reagruparse, faltaba uno de los nueve navíos que componían la expedición. Jasón encargó entonces a Hércules que fuera en su búsqueda y éste descubrió que la perdida Barca Nona (novena) había naufragado junto a una suave colina, supuestamente la montaña de Montjuïc. Los tripulantes encontraron tan acogedor el paraje que, ayudados por Hermes (dios del comercio y las artes), decidieron fundar una ciudad a la que dieron el nombre de la embarcación cuya búsqueda les había llevado hasta allí: Barcanona.

Hércules se nos aparece en más rincones de la ciudad. Así nos encontramos con las Columnas de Hércules, denominación popular que recibieron las del templo romano de Augusto (2), cuyos restos, todavía impresionantes, podremos encontrar en la calle Paradís. Cerca de allí, en la fachada del edificio renacentista situado en el número 17 de la calle Avinyó (3) localizamos la figura de Hércules en plena lucha contra un león. En el interior de la Casa Bassols (4), edificio del siglo XVI situado en la calle Cucurulla, hay varios medallones en los que se representan los trabajos de Hércules. Ya en el Eixample (el Ensanche barcelonés) se halla la Fuente de Hércules (5), uno de los monumentos más antiguos de la ciudad, en el cruce del paseo de Sant Joan con la calle Còrsega.

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Imponente Hércules en el cruce del paseo de Sant Joan y Còrsega.

En los jardines del Palau Reial de Pedralbes se erigió otra Fuente de Hércules (6), obra nada menos que de Antoni Gaudí en su primera época. En el barrio de Horta se encuentra la torre de la Granja Vella (7), finca señorial del siglo XV que acogió el zoológico de Barcelona antes de ser trasladado al parque de la Ciutadella, y que hoy alberga varias esculturas, entre las que se halla una dedicada a los trabajos de Hércules.

Como se ve, el mar ya juega un papel clave en las leyendas fundacionales de la ciudad. La relación de Barcelona con el Mare Nostrum ha sido fundamental y ha excitado la imaginación de sus habitantes a lo largo de los siglos. Diseminadas por nuestras calles, podemos localizar numerosas alusiones a los mitos marinos, como la fuente de Neptuno (8) de la plaza de la Mercè. En ella, el dios de los mares y los terremotos aparece representado como en él es tradicional: con cabellera y barba rizadas, un tridente en la mano y acompañado de su corte de delfines y peces. La fuente, obra del año 1826, originariamente se hallaba en el muelle de pescadores del puerto.

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Los mitos marinos abundan en la ciudad: fuente de Neptuno en la plaza de la Mercè.

En la cascada del parque de la Ciutadella (9) contemplamos otro Neptuno junto al nacimiento de Venus, varios faunos, grifos y monstruos marinos, entre diversos mitos representados. La monumental fuente, incluida en el proyecto de transformación de la antigua ciudadela militar en un parque con motivo de la Exposición Universal de 1888, fue ideada por Josep Fontserè e inaugurada por el alcalde Rius i Taulet en 1881. Mucho más reciente es la estatua de Neptuno (10) del estanque del parque de la Espanya Industrial, junto a la estación de Sants. Otras referencias a la mitología marina se pueden contemplar en la Fonda España (11), hotel restaurante de estilo modernista, cuyo comedor firmó el genial arquitecto Lluís Domènech i Montaner en 1902. Atractivas sirenas junto a peces y caracolas caracterizan la bella decoración de las paredes del establecimiento.

Otras diosas de la Antigüedad mandan sobre las aguas barcelonesas. He ahí la fuente de Diana (12), situada en el cruce de la Gran Via de les Corts Catalanes con la calle Roger de Llúria. Hija de Júpiter y hermana de Apolo, Diana era la diosa romana de la caza, adaptación de la Artemisa de los griegos. La fuente, situada frente al antiguo hotel Ritz, actual Palace Barcelona, fue inaugurada en 1919. Y si nos encaminamos a la cercana Ciutat Vella, justo en medio de la plaza Reial se erige la fuente de las Tres Gracias (13) y, a ambos lados, dos farolas de seis luces, diseñadas todas ellas por Gaudí en 1878. Hijas de Zeus y diosas griegas del encanto, la belleza, la naturaleza, la creatividad humana y la fertilidad, las Gracias son tres: Aglaé, que representa la belleza, Eufrosina, símbolo de la alegría, y Thalia, figura del encanto. Otra divinidad femenina representada en las calles barcelonesas es Ceres, diosa romana de la tierra y de la agricultura. En el barrio del Poble Sec existe una fuente dedicada a ella. Destinada en un principio para adornar el señorial paseo de Gràcia, finalmente esta fuente de Ceres (14) fue erigida en la plaza Blasco de Garay, en 1874.

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Escultura de una diosa en el Laberint d’Horta.

Una de las leyendas clásicas más poderosas es la del Minotauro, en la que el laberinto es el obstáculo que el héroe Teseo debe superar para derrotar al monstruo. Puede decirse que el laberinto representa el viaje de la oscuridad a la luz, o a la sabiduría secreta que se consigue tras superar una prueba. Este mito alentó la creatividad de los artistas y en Barcelona dio lugar a uno de los espacios más entrañables de toda la ciudad: el parque del Laberint d’Horta (15), situado en un lugar privilegiado, a los pies de la sierra de Collserola. Jardín de estilo neoclásico del siglo XVIII, es el más antiguo de todos los que subsisten en Barcelona y su laberinto sigue causando quebraderos de cabeza a grandes y pequeños. En sus jardines también se pueden contemplar esculturas, relieves y bustos de figuras mitológicas.

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Seres mitológicos como este dragón pueblan el Laberint d’Horta.

En un punto diametralmente opuesto, en línea más o menos recta desde Collserola hacia el mar, se halla la montaña de Montjuïc, enclave que se urbanizó en 1929 con la finalidad de acoger la Exposición Internacional. Previamente, se había llevado a cabo la urbanización parcial y el ajardinamiento, obra del ingeniero francés Nicolas Forestier. Alrededor del eje formado por las torres venecianas y los palacios de Alfonso XIII y de Victoria Eugenia, se ubicaron varias figuras de carácter mitológico, como una amazona, un guerrero, un sileno danzando y un doríforo (16).

Sant Jordi y el dragón

El bestiario popular es una importante fuente de mitos y en Barcelona hay una alimaña que destaca por encima del resto: el terrible dragón, que se ha acabado asociando a la leyenda de Sant Jordi, patrón de Catalunya. Se cuenta que una pequeña aldea vivía subyugada a la ferocidad de un temible dragón. Para evitar que la bestia se acercara a la ciudad, lo alimentaban cada día con dos corderos. Al cabo de un tiempo, los ganaderos se quedaron sin existencias que ofrecer al dragón, por lo que decidieron llevarle de manera alternativa un cordero y una persona, que sería elegida diariamente mediante un sorteo del que nadie quedaría excluido. Un día, la mala suerte hizo que le correspondiera a la bella y única hija del rey. Este, afligido, ofrecía todas sus riquezas al pueblo para salvar a su hija, pero no convenció a nadie. La princesa salió de la ciudad sin esperanzas y comenzó su camino hacia el lago. En su viaje se encontró con un apuesto caballero, que respondía al nombre de Jordi y que tras escuchar su desdicha se ofreció a ayudarla. El dragón, enfurecido, salió a su encuentro para embestirlo pero Sant Jordi le atravesó el corazón con la espada. De la sangre del monstruo brotó un hermoso rosal. La leyenda afirma que, desde entonces, cada 23 de abril, día de Sant Jordi, es tradición regalar a la amada una rosa, símbolo de amor y amistad.

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Dragón custodiando la puerta del nº 15 de la calle del Carme.

Los rincones relacionados con Sant Jordi que podemos visitar son muchos. En una de las puertas laterales de acceso al Palau de la Generalitat, en la calle del Bisbe (17), destaca un medallón con la figura de Sant Jordi matando al dragón. La modernista Casa Batlló (18), de Gaudí, está construida toda ella haciendo alusión a esta leyenda: la torre superior que corona el edificio es la espada que se clava en las onduladas escamas del animal, representadas en las tejas de la azotea.

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Una espada clavada en el dragón: eso representa la torre de la Casa Batlló.

Otras referencias al mitológico dragón realizadas por el genial Gaudí se hallan en la escalinata de acceso al Park Güell, donde se encuentra la Font del Drac (19), aunque el animal también es considerado como una salamandra, y en la puerta del Dragón o entrada principal a los Pabellones Güell (20).

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Este animal creado por Gaudí para la entrada del Park Güell es considerado una salamandra, pero se le conoce popularmente como “el dragón”.

Justo al lado de la casa Batlló se halla la Casa Amatller (21), de Puig i Cadafalch. En la fachada y encima de las puertas de acceso destaca el relieve en piedra de Sant Jordi matando a la bestia, obra de Eusebi Arnau.

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Estupendo relieve de un Sant Jordi, obra de Eusebi Arnau en la Casa Amatller.

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1. Calle de Hércules

2. Templo romano de Augusto

3. Número 17 de la calle Avinyó

4. Casa Bassols

5. Fuente de Hércules

6. Fuente de Hércules

7. Torre de la Granja vella

8. Fuente de Neptuno

9. Cascada del Parc de la Ciutadella

10. Estatua de Neptuno

11. Fonda España

12. Fuente de Diana

13. Fuente de las Tres Gracias

14. Fuente de Ceres

15. Parque del Laberint d’Horta

16. Amazona, un guerrero, un silencio danzando y un doríforo.

17. Calle del Bisbe

18. Casa Batlló

19. Font del Drac

20. Pabellones Güell

21. Casa Amatller

Lo más destacado

Templo romano de Augusto

C/ Paradís, 10.

Entrada libre.

Parque del Laberinto de Horta

C/ Germans Desvalls, s/n.

Horario: desde las 10 h. hasta el atardecer. Entrada libre.

Más información en Internet.

Casa Batlló

Paseo de Gràcia, 43. Horarios: todo el año de 9 a 21 h. (última admisión a las 20.00). Cerrado a partir de las 14 h. cuando se celebran actividades especiales por la tarde-noche.

Precio visita completa: 18,15 €

Más información en Internet.

Park Güell (y Casa Museo Gaudí)

Olot s/n o Carretera del Carmel.

Horarios: de noviembre a febrero, 10-18 h.; marzo y octubre: 10-19 h.; abril y septiembre: 10-20 h.; de mayo a agosto, 10-21 h. Entrada libre.

Más información en Internet.

Pabellones de la Finca Güell

Avda. Pedralbes, 7. Horarios: de lunes a viernes, 9 a 13 h. Festivos cerrado. Entrada libre

Más información en Internet.

Casa Amatller

Paseo de Gràcia, 41.

De lunes a sábado: 10-19 h. Domingos y festivos: 10-14 h.

Más información en Internet.

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LAYETANOS, LOS PRIMEROS BARCELONESES

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Altura de la cima del monte Táber, en la calle Paradís, nº 10.

Hace un millón de años, la costa central catalana se hallaba cubierta por las aguas del mar. No existía el llano que alberga a la ciudad, probablemente situado en el fondo marino en aquellos lejanos tiempos. Entonces se produjo la elevación de la sierra litoral y la consiguiente retirada de las aguas, que dejaron a la vista esa planicie, cuyo relieve debía ser más o menos semejante al actual. De la misma era geológica data la formación de la montaña de Montjuïc. En ella, concretamente en el Morrot (1), antigua cantera de piedra situada entre el cementerio del sudoeste y el castillo, se extraía jaspe, material con el que los primeros pobladores de la región fabricaban cuchillos y puntas de flecha para cazar.

Otros objetos similares se hallaron en una pequeña elevación denominada monte Táber (2) por los romanos, cuya cima, a 16,9 metros sobre el nivel del mar, se situaba delante del actual número 10 de la calle Paradís, muy próxima a la plaza de Sant Jaume. En el subsuelo de una casa situada en el cruce de las calles Muntaner y Copèrnic (3), en el barrio de Sant Gervasi, se encontró un sepulcro datado en unos tres mil años de antigüedad. En él aparecieron restos de huesos humanos junto a dos cuchillos de sílex, posiblemente pertenecientes al difunto. Debido a que se trata de los vestigios más antiguos jamás hallados en la ciudad, se ha denominado popularmente a este ser humano como “el primer barcelonés”.

En la sierra de Collserola, en un lugar llamado cueva del Bosc (4), justo detrás del Tibidabo mirando desde Barcelona, se localizó otro sepulcro colectivo. Este tipo de enterramientos se construían con megalitos o piedras de gran tamaño, denominados dólmenes, de los que apenas quedan testimonios en el llano de Barcelona. En este sentido, se especula con la existencia de un megalito en Montjuïc, junto al actual Estadi Olímpic (5). Posiblemente hubo otros dólmenes, uno de ellos en el barrio de Sant Martí de Provençals junto a la actual iglesia de Sant Martí Vell (6), mencionado por el historiador Antoni Rovira i Virgili en su Història Nacional de Catalunya, y otro en la plaza del Pedró (7), nombre probablemente derivado de la palabra pedró (piedra grande), y un tercero en un lugar antiguamente denominado patio del Carall (8), en el patio trasero de un edificio de la actual Rambla de Canaletes, justo enfrente de la fuente del mismo nombre.

A partir del periodo prehistórico del Neolítico, las tribus íberas, que recibían el nombre de layetanas en esta región, desarrollaron los primeros núcleos de población estable en las colinas (turons) situadas alrededor del llano de Barcelona. Uno de los más importantes poblados de los layetanos fue el de Montjuïc, que se asentaba en el punto más elevado de la montaña, donde luego se ubicó el castillo de Montjuïc (9).

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Un importante poblado layetano se instaló en el punto más elevado de Montjuïc, donde hoy está el castillo.

Un poco más abajo, enfrente del mirador conocido como Miramar, existía una necrópolis donde eran enterrados los miembros de la citada tribu. Además del de Montjuïc, hubo otro asentamiento importante en el Turó de la Rovira (10), en el mismo lugar donde en el siglo XX se construyó un refugio antiaéreo para defender a la ciudad de los ataques y bombardeos de la aviación italiana durante la Guerra Civil.

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Batería antiaérea del Turó de la Rovira, antiguo asentamiento layetano.

Existe un proyecto, impulsado por la Asociación de Vecinos Can Baró con la colaboración del ayuntamiento, que prevé recuperar el citado poblado íbero, crear un museo y rehabilitar el entorno para potenciar el uso de este espacio, ubicado en el futuro parque de los Tres Turons.

Desde la atalaya de Collserola

Otros layetanos se establecieron en varios puntos culminantes de la sierra litoral. Algunos en la parte meridional de Collserola, concretamente en la Penya del Moro (11), yacimiento muy próximo a la ermita de Santa Creu d’Olorda actualmente situado dentro del término municipal vecino de Sant Just Desvern, y otros más hacia el nordeste, ya en la sierra de Marina, en el poblado íbero del Puig Castellar .

En el primero se mantuvo un núcleo de población íbera estable hasta bien avanzada la expansión romana en el nordeste peninsular y aún se conserva en relativamente buen estado una de las torres de vigilancia. En cuanto al segundo, fue uno de los asentamientos layetanos más importantes del área metropolitana barcelonesa, datado en el siglo VI a.C., y fue descubierto en 1902. De forma alargada y de tipo cónico, resultó para los íberos un enclave defensivo estratégico.

En el siglo III a.C. llegaron los romanos a la costa central catalana y algunas tribus íberas se rebelaron contra la ocupación. El poblado fue definitivamente abandonado en el año 150 a.C. y sus habitantes descendieron hacia la llanura, donde acabarían siendo integrados en la nueva cultura y sociedad a través de un lento proceso de romanización. Desde el poblado, sus habitantes disponían del dominio del territorio que abarca todo el llano de Barcelona, así como de las comarcas del Vallès y del Maresme. Asimismo, los íberos podían mantener contacto visual con otros poblados layetanos de la zona como el del Turó de Les Maleses, en Montcada i Reixac, o el Turó d’en Boscà, en la vecina Badalona.

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Para ver Barcelona como lo hacían sus primeros habitantes hay que subirse al Turó del Putxet, 135 metros sobre el nivel del mar.

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Hoy, un exuberante parque ocupa el terreno del Turó del Putxet.

En otros municipios del área metropolitana de Barcelona se han hallado más restos íberos. Así ocurrió en las excavaciones arqueológicas de la plaza de la Constitució de Sant Boi en 2007, que dejaron al descubierto una mina de agua íbera del siglo V a.C. Aunque no se han encontrado restos de asentamientos, probablemente hubo más tribus layetanas que se establecieron en otras colinas de la zona, como el Turó del Putxet (12), el de Monterols (13), o el de la Peira (14).

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Otro parque, el de Monterols, ocupa una colina en la que se estableció también una tribu layetana.

De la preferencia de los íberos por los terrenos elevados es fácil deducir que, entre los siglos VI y II a.C., en dichos lugares existiría algún tipo de poblamiento más o menos estable antes de la llegada de los romanos. A pesar de ello, en el llano también hubo varios asentamientos agrícolas layetanos, como el del poblado de Can Batllori (15), en el actual distrito barcelonés de Les Corts, o el que existía bajo el monasterio de Pedralbes (16). Tras la conquista romana del territorio, dichos núcleos desaparecieron y en su lugar se levantaron varias villas romanas, grandes casas de campo destinadas a explotar los recursos agrícolas.

Los layetanos, como el resto de íberos, conocían la escritura. Se han encontrado inscripciones sobre piedra en lengua íbera, como la que fue hallada en la calle del Call (17), que seguramente formaba parte de un sepulcro, o una plaqueta de plomo del siglo IV a.C. con grabaciones en alfabeto íbero, perteneciente al yacimiento de la Penya del Moro. Sin embargo, no sabemos lo que significan esas inscripciones porque la lengua íbera todavía no ha podido ser descifrada por los arqueólogos y constituye un misterio por resolver.

Otros restos de la presencia de estos primeros pobladores de Barcelona son unas monedas, denarios de plata acuñados por ellos en el siglo II a.C., que, como otros elementos de su patrimonio, se conservan en el Museu d’Arqueologia de Catalunya (18), de imprescindible visita. Por cierto, otra manera de recordar a los layetanos es pasear por una de las grandes avenidas de Barcelona, la Via Laietana (19), aunque los íberos no tuvieron nada que ver con ella: se abrió en 1908.

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1. Morrot

2. Monte Táber

3. Calles Muntaner y Copèrnic

4. Cueva del Bosc

5. Estadi Olímpic

6. Iglesia de Sant Martí Vell

7. Plaza del Pedró

8. Patio del Carall

9. Castillo de Montjuïc

10. Turó de la Rovira

11. Penya del Moro

12. Turó del Putxet

13. Turó de Monterols

14. Turó de la Peira

15. Can Batllori

16. Monasterio de Pedralbes

17. Calle del Call

18. Museu d’Arqueologia de Catalunya

19. Via Laietana

Lo más destacado

Parque de los Tres Turons (en proyecto)

Turó de la Rovira (distrito de Horta-Guinardó, Barcelona).

Entrada libre.

Poblado íbero de la Penya del Moro

Turó de la Penya del Moro (Sierra de Collserola, Sant Just Desvern).

Entrada libre.

Poblado íbero de Puig Castellar

Turó del Pollo (Sierra de Marina, Santa Coloma de Gramenet).

Entrada libre.

Museu d’Arqueologia de Catalunya*

Passeig de Santa Madrona, 39-41.

De martes a sábado: 9.30 a 19 h.

Domingos y festivos: 10 a 14.30 h.

Precio: 3 €

Más información en Internet.

*Este museo organiza la Ruta dels íbers, que incluye la visita al yacimiento de Puig Castellar, entre otros.