Tres novelas

ejemplares

 

 

 

 

 

 

Director de la colección

Fernando Carratalá

 

Miguel de

Cervantes

 

 

 

Tres novelas

ejemplares

 

 

El amante liberal

El casamiento engañoso

Coloquio de los perros

 

 

 

Edición de

Juan Carlos Pantoja

 

 

 

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En nuestra página web www.castalia.es encontrará el catálogo completo de Castalia comentado.

 

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Primera edición impresa: febrero 2012

Primera edición en e-book: marzo 2012

 

© de la edición: Juan Carlos Pantoja Rivero

© de la presente edición: Edhasa (Castalia), 2012

www.edhasa.es

 

ISBN 978-84-9740-516-4

Depósito legal: B-12436-2012

 

Ilustración de cubierta: Carel Fabritius: Centinela (1654, fragmento).

Staatlichen Museum, Schwerin.

Diseño de cubierta: RQ

 

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Introducción

 

 

 

La época: la encrucijada de dos siglos

 

 

La vida de Miguel de Cervantes transcurre entre la última mitad del siglo XVI y poco más de la primera década del XVII, en un tiempo que va desde los años gloriosos de la España de Felipe II (1556–1598), en los que nuestro autor vivió la plenitud de su vida, participando como soldado en importantes acciones bélicas de las que siempre se sintió orgulloso, hasta los años en los que España va perdiendo progresivamente el esplendor imperial para entrar en el negro túnel de la decadencia, de la mano de unos reyes más débiles: Felipe III (1598–1621) y Felipe IV (1621–1665).

La segunda mitad del siglo XVI se caracterizó por la continuación de las luchas contra los turcos en el Mediterráneo, y por el predominio de las doctrinas católicas tras la Reforma protestante impulsada por el clérigo alemán Martín Lutero, que había desembocado en la Contrarreforma y en la celebración del Concilio de Trento (1545–1563). En política exterior, Felipe II logra éxitos como la victoria de San Quintín (1559) o la de Lepanto (1571), y se corona rey de Portugal (1580), pero sufre el fracaso de la derrota de la Armada Invencible contra Inglaterra (1588) y las sublevaciones en Flandes, que se extenderán entre 1568 y 1648, mucho más allá de su reinado. En política interior, es el tiempo de la guerra contra los moriscos de las Alpujarras, en Granada (1568–1571).

El cambio de siglo viene a coincidir en España con el cambio de rey, y, así, al esplendor de Felipe II le sucederá la mediocridad de su hijo, Felipe III, quien cederá gran parte de su poder al duque de Lerma, en 1599, con el que se inicia la política de los validos: ministros con mucho poder que se convierten, de hecho, en los auténticos gobernantes de la España del XVII. Con Felipe III, la corte se traslada a Valladolid entre 1601 y 1606, año este último en el que quedará fijada de manera definitiva en Madrid. En el año 1609, el rey decreta la expulsión de los moriscos.

Sin duda, Cervantes se vio afectado por los cambios de su tiempo, por la desaparición paulatina de las grandezas del reinado de Felipe II y su sustitución por las miserias internas y externas que comienzan a producirse con los primeros compases del siglo XVII. La España imperial y gloriosa que triunfó en Lepanto («la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros», en palabras de nuestro autor), se convirtió en una nación decadente, fuertemente influida por la Iglesia católica, en la que las persecuciones por motivos religiosos y el despilfarro de los gobernantes parecen ser su única razón de ser, mientras la población sufre las epidemias, las guerras y las consecuencias de la crisis económica, y observa cómo se desvanecen todos los esplendores del siglo anterior.

 

 

Contexto cultural y literario

 

La obra de Cervantes es el fruto de un tiempo de cambios en el que la mentalidad y la cultura del Renacimiento van dejando paso a una nueva estética y a una nueva forma de pensar: el Barroco. Tal vez estos dos planteamientos culturales nos conduzcan a una diferenciación simplista entre el idealismo y el realismo, como tendencias predominantes de cada uno de los dos movimientos culturales que hemos citado, aun a sabiendas de que no se pueden reducir a algo tan sencillo. Sin embargo, en narrativa, se ha venido diferenciando desde antiguo entre un tipo de relato más idealizante (al que se denomina roman, con este término francés) y otro más apegado a la realidad (novel en inglés), asociado por lo general en España con las novelas de corte picaresco. Para nosotros, todo son novelas –relatos de ficción con tendencia o no a la verosimilitud–, pero en tiempos de Cervantes la diferenciación estaba claramente marcada. Si echamos un vistazo a la prosa narrativa del Renacimiento, observaremos esa tendencia a lo idealizado, presente en la mayor parte de los géneros: el pastoril, el caballeresco, el morisco, el de aventuras... Frente a ellos, y tras el preludio que supone la fuerte inmersión en la realidad del Lazarillo de Tormes (1554), el auge de la narrativa picaresca a partir del Guzmán de Alfarache (1599 y 1604), de Mateo Alemán, y toda una serie de relatos, de mayor o menor extensión, que se escriben durante el periodo barroco y que tienen sus miras puestas en la realidad del momento.

Cervantes se nutre de las dos tendencias que venimos comentando (sin duda, entre otras cosas, porque su vida transcurre también en medio de ellas), y nos ofrece una producción narrativa en la que están presentes los elementos principales que definirían el roman y la novel. Así, si bien algunas de sus obras estarían en la línea idealista del roman (como La Galatea y Los trabajos de Persiles y Sigismunda), el resto se enmarcarían dentro de una tendencia híbrida que se alimenta de las dos variedades, la idealista y la realista.

En cualquier caso, la obra novelesca de Cervantes crece a partir de los distintos géneros narrativos del siglo XVI, que él sabe manejar con mano maestra y que están presentes en la mayor parte de sus novelas (cortas y largas). Las ficciones pastoriles, con su naturaleza perfecta y con sus pastores enamorados y refinados son la base evidente de La Galatea (1585), pero también asoman a las páginas del Quijote o del Coloquio de los perros; los libros de caballerías se manifiestan en el Quijote ; la novela morisca la encontramos con facilidad entre las Ejemplares (El amante liberal), intercalada en el Quijote (la historia del cautivo) e incluso en varias de sus comedias (Los baños de Argel o La gran sultana); la novela de aventuras o bizantina, por último, es el sustento de su obra póstuma, Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617) y está presente, también, en El amante liberal. A todo ello habría que añadir la picaresca, cuyos aspectos básicos tan bien supo cultivar y desarrollar Cervantes, dejando huellas de ello en casi toda su obra, como veremos nosotros particularmente en el Coloquio de los perros, aunque nunca escribió una novela picaresca, como sí las escribió pastoriles, moriscas, bizantinas y de caballerías.

Para terminar de contextualizar las Novelas ejemplares, necesitaremos echar la vista atrás, a los inicios del Renacimiento en Italia (aún en plena Edad Media), donde nos encontraremos con Giovanni Boccaccio (1313–1375) y los novelieri, que cultivan la novela corta, casi siempre de ambiente urbano y, a veces, con un cierto toque ejemplarizante, y que serán, en gran medida, el sustento literario de Cervantes.

En definitiva, nuestro autor, como gran lector que era, está al tanto de todas las tendencias literarias y culturales de su tiempo, y las aprovecha para el desarrollo de su labor creadora, censurando, renovando, experimentando; componiendo, en fin, su obra con unos materiales ya existentes que trabaja con maestría para ofrecernos una novelística nueva y fresca que lo coloca en la vanguardia de los novelistas de su tiempo.

 

 

Cervantes, apuntes biográficos

 

Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de Henares en el año 1547. Hacia 1568 escribe sus primeros versos, dedicados a la muerte de la reina Isabel de Valois. Al año siguiente parte hacia Italia, al servicio del cardenal Acquaviva, y pronto se alista en el ejército. Como soldado participa en varias acciones bélicas en el Mediterráneo y durante la batalla de Lepanto (1571) es herido en la mano izquierda, que le queda inútil. Tras varios años militando bajo las órdenes de don Juan de Austria, Cervantes es hecho prisionero por los berberiscos cuando, a bordo de la galera Sol, volvía a España (1575), y conducido a Argel, donde pasa cinco años de cautiverio, durante los cuales lleva a cabo cuatro intentos de fuga, siempre frustrados, por lo general a causa de la traición de quienes le iban a ayudar. Contra lo que era habitual en estos casos, los argelinos no ejecutan a Cervantes, y, en 1580, los frailes trinitarios logran reunir el dinero necesario para su rescate y vuelve a España. Su hermano Rodrigo, que también había sido hecho prisionero junto a él, fue rescatado en 1577: las cartas de recomendación firmadas por el duque de Sessa y el mismo Juan de Austria que Cervantes llevaba consigo, hicieron que sus raptores exigieran por él un rescate mayor, creyendo que era alguien muy importante.

Asentado ya en Madrid, y tras fracasar en sus intentos de obtener un cargo en América, se dedica con cierto éxito al teatro y consigue que se representen algunas de sus obras.

En 1584, fruto de su relación con Ana Franca, una mujer casada, nacerá su única hija, Isabel de Saavedra. Ese mismo año, Cervantes se casará en Esquivias (Toledo) con Catalina de Salazar Palacios, quien, por entonces, tenía diecinueve años.

El año 1585 será el de la publicación de su primer libro, La Galatea, pero no por ello comenzará una dedicación plena a la literatura. En los años siguientes continúa sobreviviendo con trabajos públicos esporádicos que no le permiten vivir holgadamente y que le traen, de añadidura, múltiples preocupaciones. Así, en 1587 es nombrado comisario de abastos para la Armada Invencible y fija su residencia en Sevilla. Más tarde, en 1594, trabaja como recaudador de impuestos en el reino de Granada, y en 1597, al quebrar el banquero al que había confiado el dinero de las recaudaciones, es encarcelado en Sevilla.

Tras unos años de los que se tienen pocas noticias y en los que, muy probablemente, se dedicó con más intensidad a la literatura, Cervantes se trasladará a Valladolid en 1604, con la corte, allí instalada desde 1601. En esta ciudad vivirá con las mujeres de su familia (su mujer, Catalina; su hija, Isabel; su sobrina, Constanza, y sus hermanas, Andrea y Magdalena), conocidas allí con el nombre despectivo de «las Cervantas». En 1605, el caballero Gaspar de Ezpeleta es herido de muerte en la puerta de la casa del escritor, y Cervantes y su familia son acusados y encarcelados por los falsos testimonios de una vecina y el mal hacer de la justicia.

A principios de 1605, veinte años después de su primer libro, Cervantes da a la imprenta la primera parte de Don Quijote de la Mancha y en 1606 vuelve a Madrid siguiendo a la corte. Los años siguientes son un tiempo de actividad literaria para nuestro autor, que, en 1613 publicará las Novelas ejemplares, en 1614 el Viaje del Parnaso y en 1615 sus Ocho comedias y ocho entremeses y la segunda parte del Quijote.

Cervantes muere en Madrid el 22 de abril de 1616, unos días después de firmar la dedicatoria de su última novela, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, que será publicada por su viuda en 1617.

 

 

Las Novelas ejemplares

 

Aparte de la ingente bibliografía sobre las Novelas ejemplares, las claves más importantes para su comprensión y entendimiento nos las ofrece el propio Cervantes en el «Prólogo al Lector» que las encabeza. Así que, siguiendo el orden de dicho prólogo, nos adentraremos en la interpretación de sus palabras.

Lo primero que dice Cervantes es que las ha llamado «ejemplares», porque «si bien lo miras no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso». Esta afirmación ha traído de cabeza a la crítica, porque, en más de un caso, esa ejemplaridad resulta difícil de encontrar, por lo que se ha venido a concluir (con gran aceptación por parte de los estudiosos) que las novelas de Cervantes son ejemplares en lo que se refiere a su composición, a su calidad artística: de ellas toman ejemplo y se nutren quienes poco después siguen el camino iniciado por él y escriben novelas cortas a la manera italiana.

Tras poner sus novelas bajo el manto de la ejemplaridad, el autor nos dice cuál es la finalidad que le ha movido a escribirlas: «poner en la plaza de nuestra república una mesa de trucos, donde cada uno pueda llegar a entretenerse sin daño de barras». Cervantes emplea la metáfora para convertir en una diversión sus propuestas literarias, pues una mesa de trucos es un juego de la época, parecido al billar, que propicia, como todo entretenimiento, un placer espiritual que no molesta a nadie (es decir, «sin daño de barras», sin perjuicio de un tercero). Y añade que «los ejercicios honestos y agradables, antes aprovechan que dañan». Para Cervantes, pues, las novelas que nos presenta tienen una finalidad lúdica, de entretenimiento, de placer estético para el lector, que sabrá aprovechar su propuesta de diversión honesta y disfrutar con las historias ficticias, pero verosímiles, que se le ofrecen. No por pretender la diversión se ha de dañar al espíritu, pues, como él mismo defiende, «no siempre se está en los templos; no siempre se ocupan los oratorios; no siempre se asiste a los negocios (...) Horas hay de recreación, donde el afligido espíritu descanse». Reivindica Cervantes la literatura como puro entretenimiento, como escape a las ocupaciones del día a día, como recreo del espíritu, sin mayores pretensiones.

Un tercer aspecto importante se desgaja del prólogo: la convicción del autor de estar iniciando un género, de ser el introductor en España de una nueva forma de contar, a imitación de las novelas italianas. Y así lo afirma: «Yo soy el primero que he novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y estas son mías propias, no imitadas ni hurtadas; mi ingenio las engendró y las parió mi pluma». Cervantes emplea el término novela con el valor que tenía entonces, procedente del italiano novella, que definía al relato corto, al cuento, y, en ese sentido, no le falta razón, pues todos los que con anterioridad escriben relatos cortos en español traducen e imitan a otros autores y tradiciones precedentes.

Aprovechamiento, diversión, ejemplaridad y originalidad son, pues, los valores que se desprenden de esta «mesa de trucos» que Cervantes dispone ante nosotros. Doce son las novelas que componen el libro, que se publicó por vez primera en 1613: La gitanilla, El amante liberal, Rinconete y Cortadillo, La española inglesa, El licenciado Vidriera, La fuerza de la sangre, El celoso extremeño, La ilustre fregona, Las dos doncellas, La señora Cornelia, El casamiento engañoso y Coloquio de los perros. Nuestra edición recoge tan solo tres de ellas, con el ánimo de provocar en los lectores el deseo de seguir leyendo el resto, en la confianza de que, como quería su autor, les sirvan de recreo para el espíritu.

 

 

El amante liberal

 

El amante liberal se estructura como una novela bizantina o de aventuras a pequeña escala. Las características principales de este género son las siguientes:

 

·  Comienzo in medias res; es decir, en medio de una acción ya empezada con anterioridad pero desconocida por el lector en el momento de iniciar la lectura.

·  Reconstrucción posterior de los acontecimientos sucedidos antes del comienzo de la acción.

·  Los protagonistas son una pareja de enamorados que tienen dificultades para poder estar juntos.

·  Viajes marítimos de los protagonistas.

·  Naufragios y separaciones forzosas de los protagonistas. Estos se ven expuestos, a menudo, a peligros que pueden poner en riesgo sus propias vidas.

·  Reencuentros inesperados.

·  Recapitulaciones: un personaje cuenta de manera resumida los hechos ocurridos en ausencia de otro o, simplemente, fuera de la acción principal.

·  Tendencia al final feliz.

 

Por medio de este esquema narrativo, Cervantes nos plantea una historia de amor y generosidad, llena de dificultades, en la que el protagonista, Ricardo, debe luchar con múltiples adversidades para conseguir el amor de Leonisa, con el obstáculo añadido de estar cautivo en manos de los turcos. Este aspecto es el segundo que nos interesa destacar, pues en él no es difícil hallar algunos rasgos autobiográficos del autor, que, como es sabido, estuvo cautivo en Argel durante cinco años. Además, el episodio narrado se enmarca en un contexto realista, fácilmente reconocible por sus contemporáneos, ya que el siglo XVI estuvo repleto de guerras contra los turcos en el Mediterráneo, que propiciaron, también, un importante intercambio cultural, muy presente en la literatura de la época.

Hemos de entender, pues, El amante liberal como una novela idealista, a la manera del roman citado arriba, que se nutre de dos géneros narrativos muy en boga durante el Renacimiento: la novela de aventuras y la novela morisca, en la que se reflejan las costumbres y la vida de los musulmanes (primero los de los reinos hispánicos de la Edad Media y después los del norte de África o el imperio turco), así como las relaciones entre estos y los cristianos.

 

 

El casamiento engañoso

 

Con el tema del engaño como base fundamental, esta novela nos ofrece una oportunidad de asomarnos al mundo de la picaresca y, sobre todo, de la delincuencia y la estafa en los tiempos de Cervantes. El personaje protagonista, el alférez Campuzano, tiene mucho de valentón de comedia de capa y espada y, por extensión, de jaque, nombre con el que se designaba en la época al pícaro cuyas acciones tienen más de actos delictivos que de búsqueda del sustento. Campuzano y Estefanía son personajes que se manifiestan como amigos de lo ajeno, pero no tanto por la necesidad de ascender socialmente como por el deseo de medrar, aunque solo sea de manera temporal. Otros autores recogieron después el testigo que dejaba Cervantes y escribieron novelas protagonizadas por personajes marginales, ansiosos por vivir haciendo el mínimo esfuerzo y logrando los mayores beneficios a través del engaño y de la estafa. Un ejemplo de ellos es Alonso de Castillo Solórzano (1584–c.1648), autor de varias novelas con esta base picaresco-delictiva.

Pero en realidad lo más interesante desde el punto de vista constructivo es que El casamiento engañoso tiene una doble lectura o, al menos, una doble finalidad. Por un lado, es un relato independiente, pues narra los desdichados amores del alférez Campuzano y su posterior recuperación de la sífilis en el hospital de la Resurrección de Valladolid; el argumento se cierra perfectamente, tiene un desarrollo lineal bien trazado, con un planteamiento, un nudo y un desenlace. Sin embargo, por otro, en sentido estricto, el relato no termina cuando acaba la historia de Campuzano, ya que este mismo da a conocer al licenciado Peralta la existencia de dos perros que hablan y le ofrece la posibilidad de leer la transcripción que ha hecho de la conversación que estos mantuvieron una noche, mientras él estaba desvelado en la cama. Por lo tanto, esta novela se puede tomar también como una excusa para ensartar el Coloquio de los perros en un contexto que haga posible la aceptación racional de esa conversación canina: ni el licenciado Peralta ni los lectores creerán nunca que dos perros se han puesto a hablar de manera razonada en medio de la noche tranquila del hospital, pero las circunstancias que señala Campuzano (dificultades para dormir, debilidad física a causa de su enfermedad y del tratamiento al que ha sido sometido, posibilidad de que, en algún momento, pudiera haberse dormido y soñado después el coloquio...) hacen verosímil el extraño relato que recoge las palabras textuales de Cipión y Berganza.

 

 

Coloquio de los perros

 

La tercera novela de nuestra selección se inserta, pues, en la anterior, como un entretenimiento literario que el alférez Campuzano ofrece al licenciado Peralta, cuya lectura es la misma que hacemos nosotros al enfrentarnos a ella.

En sentido recto, esta obra entraría dentro del género renacentista del diálogo, de procedencia clásica y muy cultivado por los escritores humanistas de la primera mitad del siglo XVI, aunque faltaría a uno de los principios básicos del género: el decoro o adecuación de la situación y los personajes a la realidad, desde el momento en que el esquema se basa en la inverosímil conversación de dos perros. El diálogo tiene dos interlocutores: Berganza, que cuenta los recuerdos de su vida ambulante, y Cipión, que sirve de contrapunto al relato de su compañero con sus palabras críticas y filosóficas. Como en los diálogos del Renacimiento, la controversia se hace presente dando así sentido a la conversación sosegada y polémica.

Además de lo dicho, el Coloquio se estructura, también, como una novela picaresca en la que un personaje de baja categoría social, Berganza, nacido en un matadero, narra su vida en primera persona y se presenta como servidor de muchos amos, en busca del sustento, pero sobre todo de la tranquilidad de una vida sin sobresaltos, que termina encontrando en el hospital. Esta perspectiva picaresca se refuerza con la vida nómada de Berganza y con la condición social de sus amos, casi siempre gentes que basan su vida en la trampa y el engaño y que sobreviven con argucias en una España decadente y miserable.

El problema de la falta de verosimilitud del relato (o la explicación de que sean perros los que hablan) se nos ofrece con dos razonamientos desde dentro de la trama novelesca. El primero ya lo hemos esbozado al hablar de El casamiento engañoso: la posibilidad de que el diálogo sea fruto de un sueño o de los delirios de la fiebre de Campuzano; de esta forma, el decoro antes señalado quedaría salvado, pues soñar entra dentro de los límites de lo real. El segundo razonamiento es más literario y, por lo tanto, más alejado de la verosimilitud: se pretende hacer creíble la facultad de hablar de los perros tomando como sustento la magia negra de una bruja, la Camacha de Montilla, que, según otra bruja, la Cañizares, convirtió en perros a los dos hijos que tuvo, en un solo parto, una tercera bruja, la Montiela, que hipotéticamente sería la madre de Cipión y Berganza. En definitiva, ficción sobre ficción, tropelía, como dice la propia Cañizares, una ciencia «que hace parecer una cosa por otra», lo que sería, en palabras del estudioso cervantino Avalle-Arce, una manera de definir el arte literario: transformar la realidad para ofrecernos una cosa por otra. La maravilla de la literatura: hacer que nos parezca verdad una historia inventada, imitar a la vida y dejarse imitar, a su vez, por ella.

 

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PORTADA DE LA PRIMERA EDICIÓN DE NOVELAS EJEMPLARES, DE CERVANTES

(POR JUAN DE LA CUESTA, MADRID, 1613).

 

 

 

 

 

Miguel de
Cervantes

Tres novelas
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