portada

Procedencia de los textos:

El capítulo 1 fue publicado originalmente como “Counterpolitics of Liberation in Contemporary China: Corruption, Law, and Popular Religion”, Ethnos: Journal of Anthropology, vol. 78, núm. 3, pp. 328-351. Se reimprime con autorización de Taylor & Francis Ltd.
© 2013, Taylor & Francis Ltd
http://www.tandfonline.com

El capítulo 2, inédito, es publicado con el permiso de Susanne Brandtstädter.

El capítulo 3 fue publicado originalmente como “Fakes: Fraud, Value Anxiety and the Politics of Sincerity”, en K. Sykes (ed.), Ethnographies of Moral Reasoning: Living Paradoxes of a Global Age, Palgrave Macmillan, Nueva York, 2009, pp. 139-160.
© 2009, Palgrave Macmillan

El capítulo 4 fue publicado originalmente como “The law cuts both ways: rural legal activism and citizenship struggles in neosocialist China”, Economy and Society, vol. 40, núm. 2, pp. 266-288. Se reimprime con autorización de Taylor & Francis Ltd.
© 2011, Taylor & Francis Ltd
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Susanne Brandtstädter

FALSIFICACIONES, DERECHOS
Y PROTESTAS

UMBRALES

UMBRALES

Colección dirigida por
Fernando Escalante Gonzalbo y Claudio Lomnitz

Sucede con frecuencia que lo mejor, lo más original e interesante de lo que se escribe en otros idiomas tarda mucho en traducirse al español. O no se traduce nunca. Y desde luego sucede con lo mejor y lo más original que se ha escrito en las ciencias sociales de los últimos veinte o treinta años. Y eso hace que la discusión pública en los países de habla española termine dándose en los términos que eran habituales en el resto del mundo hace dos o tres décadas. La colección Umbrales tiene el propósito de comenzar a llenar esa laguna, y presentar en español una muestra significativa del trabajo de los académicos más notables de los últimos tiempos en antropología, sociología, ciencia política, historia, estudios culturales, estudios de género…

Susanne Brandtstädter

FALSIFICACIONES,
DERECHOS Y PROTESTAS

Aproximaciones a la China contemporánea

Prólogo
GUILLERMO NUGENT HERRERA

Traducción
LAURA LECUONA

Fondo de Cultura Económica

Primera edición, 2015
Primera edición electrónica, 2015

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

contraportada

ÍNDICE

Prólogo, Guillermo Nugent

1. Contrapolítica de la liberación en la China contemporánea

Introducción

Ley, moral y corrupción

Ni tradicional ni civil: los templos, la recolectivización de la propiedad y los nuevos públicos

La contrapolítica de la liberación y nuevos sujetos cívicos en la China rural

Conclusión

2. El rebelde como embustero y las ironías de la resistencia en la China contemporánea

Líderes de la tribu de los denunciantes

Reflejar la propaganda estatal: la ironía como arma

Expertos del teatro político

¿Héroes o villanos? El rebelde como embustero

Conclusión o epílogo

3. Falsificaciones: el fraude, la preocupación por los valores y la política de la sinceridad

Sobre la contradicción y las postrimerías de la revolución maoísta

El nuevo antagonismo entre los campesinos y el progreso

Rehacer personas valiosas mediante la sinceridad: campesinos, locales y ética situada en Fujian y Shandong

4. La ley es un arma de doble filo: activismo jurídico rural y luchas ciudadanas en la China neosocialista

Introducción

“Incidentes colectivos”: luchas territoriales como lucha ciudadana en la China rural

Guiones culturales y activismo jurídico: una nueva política de “liberación”

Más allá de la “ciudadanía escindida”: hacerse de una voz en la esfera pública de un activista

Bibliografía

PRÓLOGO

La imagen de China en los medios de comunicación y debates públicos ha tenido momentos como oleadas, en los cuales se presenta un solo aspecto de su realidad: a veces solamente política; otras, como ahora, solamente económica.

En los años sesenta y buena parte de los setenta tuvo lugar la hipertrofia política de la Revolución cultural. Entonces se decía que la política estaba al mando de la economía, pero lo cierto es que nadie discutía los aspectos económicos. Más que la imagen de una locomotora conduciendo los vagones de la economía, la política era como un globo aerostático flotando por encima del suelo de las realidades económicas. Luego los asuntos de China se invirtieron de una manera simétrica. Ahora es la economía lo que define el perfil y el peso de China en el mundo: la política de la gente en movimiento prácticamente ha desaparecido. Es como si la locomotora política se hubiera transformado en esos trenes automatizados que ya no necesitan conductor.

En el presente, China o, como se suele decir, la economía china, está a punto de convertirse en la de mayor volumen a escala global. Un cuarto de siglo con un crecimiento económico sostenido a un ritmo sin paralelo en tiempos recientes. El nombre del país asiático aparece con más frecuencia en las secciones de economía de los medios de comunicación. Sin embargo, aparte de los eventos protocolares del Partido Comunista Chino para designar nuevas autoridades, alguna que otra disputa en la cúpula dirigente y protestas oficiales contra el dalái lama, muy poco se sabe de su política nacional.

Estas maneras tan unilaterales de entender la realidad china ya no pueden tener la excusa de la cerrazón política o la incomunicación del país —sin dejar de anotar que el gobierno chino es el que más ha ganado terreno en los procedimientos de censura en internet—; la dificultad parece estar en otra parte: la singular yuxtaposición de una economía capitalista a un aparato político diseñado para un modelo socialista fuertemente centralizado parece haber alejado a China de la dimensión de lo pensable. La pregunta básica es ¿qué sucede cuando confluyen un afán industrializador implacable por la vía del mercado, una estructura política rígida, tanto en la anterior denostación del capitalismo como en el actual entusiasmo por la industrialización, y una población que en sus dos terceras partes continúa siendo rural y acostumbrada a la exaltación del campesino como el sujeto político central del maoísmo?

Los trabajos de Susanne Brandtstädter son una invitación a adentrarnos en los conflictos y desplazamientos que tienen lugar en algunas partes del escenario chino. Por su formación como antropóloga, se cuida en grado sumo de caer en la generalización de un mundo tan inmenso como el de China. Su narración remite a lugares específicos, entrevistas puntuales y abiertas con ciudadanos. El resultado es un material que nos sitúa en una dimensión de la actualidad china a escala humana, por así decir. Explora comunidades e individuos con intereses, costumbres, aspiraciones y un sentido de la consistencia moral cuyas acciones resultan comprensibles para cualquiera en cualquier parte del mundo.

Durante mucho tiempo “la cultura” —cuando el término era usado para aludir a las diferencias de estilos y costumbres en los pueblos— fue una especie de eufemismo para aludir a lo incomprensible, incluso aberrante, y sobre todo a la condición de intraducibilidad de ciertas instituciones. Una especie de condescendiente relativismo para todas aquellas colectividades que no asumían la peculiaridad occidental y moderna de una tajante separación entre naturaleza y cultura.

El clima en los debates de las ciencias sociales, y en la esfera pública en general, afortunadamente está cambiando. Hay una mayor disposición a reconocer una suerte de racionalidad intrínseca en las acciones humanas, asumir que simplemente no es viable una comunidad en que todos estén equivocados en todo momento.

Esas atmósferas intelectuales de incuestionado predominio de la creencia moderna, según la cual de una parte estaba “la lógica” —el adjetivo occidental era una redundancia— y de otro “las cosmovisiones”, me atrevo a afirmar, están en una saludable retirada.

La creencia moderna antes mencionada era aplicable a China tanto como civilización y como Estado. El epítome de lo que podemos llamar “lo totalmente diferente o incomprensible”, aunado al hecho de tener una población inmensa, el país con la mayor población. De ahí se desprende que, como es diferente, sus características sociales deben ser también únicas en el sentido de intraducibles, y además, como son tantos millones, no tiene sentido ocuparse de acciones individuales. Los ensayos de Brandtstädter están escritos directamente a contracorriente de este esquematismo.

De entre los muchos aspectos novedosos, me interesa destacar una estrategia político-cultural que consiste en moverse dentro de las reglas de juego establecidas para desarrollar un papel crítico, y recurrir a prácticas tradicionales, especialmente religiosas, para reforzar, de manera paradójica, procesos de modernización con autonomía respecto de los aparatos del Estado.

El trasfondo está marcado por un extendido conflicto que consiste en la apropiación de tierras pertenecientes a campesinos en beneficio de la industrialización de las ciudades. La peculiaridad china está dada por una distinción muy clara entre programa económico y aparato político. Mientras el primero promueve una incesante industrialización, el segundo mantiene la institucionalidad del papel rector del Partido Comunista Chino.

La economía cambia mucho, pero la fachada política parece no modificarse. En la sociedad parece estar ocurriendo lo mismo pero en un sentido inverso. Los activistas legales, especie de “abogados descalzos”, también se basan en la institucionalidad existente para crear espacios de autonomía ante las transformaciones económicas del Estado, a lo que la autora llama neosocialismo.

Nos encontramos entonces ante un escenario donde aparecen grupos de estudio en organizaciones de base, que ya no se reúnen en torno al libro rojo de Mao como en los años de la Revolución cultural. Ahora se trata del estudio de los códigos y de las leyes, que son memorizados con el fervor de antaño —pareciera decirnos la autora—, pero esta vez con la finalidad de cuestionar la legalidad de las decisiones de los funcionarios respecto del uso de tierras de los campesinos.

Los trabajos de Brandtstädter muestran que aparece en la escena un nuevo tipo de personaje o, si se quiere, una forma de carácter nueva. Éste es uno de los aspectos más llamativos y enriquecedores de esta publicación.

Puede resultar engañosa la figura del círculo de estudios de textos legales como si fuera un simple cambio de contenidos respecto de las publicaciones maoístas. A diferencia de los círculos de estudio de la Revolución cultural —que en gran medida fueron instrumentos de fanatismo y destrucción, en especial de instituciones educativas, cuando había que buscar y destruir al enemigo en los ámbitos más cercanos y familiares—, los grupos de estudio de los textos legales se mueven en un terreno que bien puede llamarse de disputa por la racionalidad. En efecto, los funcionarios públicos, acostumbrados a la obediencia ciega de órdenes, al momento de incorporar tierras agrícolas a la industrialización urbana, se encuentran con una resistencia argumentada a favor de los intereses campesinos. En cierta forma, éste fue un proceso que deja también entrever la difusión de la alfabetización. Se trata entonces de una disputa en torno al manejo de los textos escritos, las leyes, además de la defensa de intereses ligados a las condiciones de vida.

Para un público latinoamericano, este aspecto es particularmente novedoso, pues generalmente el conocimiento de los textos legales ha sido un recurso de doctores y licenciados para perpetuar la condición subordinada o tutelada de quienes viven en el mundo del trabajo manual.

A veces, los procesos más renovadores y creativos no aparecen como la última novedad o el más reciente invento; por el contrario, pueden estar envueltos en prácticas o textos que no tienen nada de ruptura vanguardista y que son la mejor respuesta a los desafíos del presente. Se trata de un cambio mayor de los tiempos que vivimos y que aparecen en muy distintos escenarios. China fue durante los años sesenta la expresión del fervor político más extremo y sirvió como inspiración para la aparición de grupos maoístas en distintos lugares del mundo: en otras partes de Asia, en Europa y en América Latina. Hoy, ese fervor radical ha cambiado de manera considerable. Principalmente en los grupos fundamentalistas religiosos, y en particular los islámicos. Pero se omite con frecuencia destacar una diferencia radical con esos fundamentalismos: el ánimo restaurador que guía a estos últimos, el regreso a los orígenes, un potente ánimo regresivo.

En los trabajos de Brandtstädter aparece una composición muy singular de elementos: la descripción de nuevas identidades que se forman a partir de tradiciones políticas y religiosas. En el primer caso son los ecos de un sentido de compromiso político; aunque los turbulentos sesenta chinos fueron bien poco sixties, es muy revelador que uno de los activistas legales tenga en una tarjeta de presentación, como equivalente de profesión o título y junto a su nombre, “campesino de la RPC”. Aunado a ello también aparece un renacimiento de los cultos religiosos tradicionales, que en el lenguaje oficial se les llama “superstición”. Pero la religión en China —que constituye un trasfondo por completo ajeno a los monoteísmos del Mediterráneo— se convierte en una forma eficaz y alternativa de la gestión de fondos comunales; es decir, se recupera en cierta forma el sentido del activismo político de los tiempos de Mao. La autora destaca que en las casas de esos activistas es imprescindible un busto del líder chino; cobran fuerza los cultos tradicionales y todo ello en un escenario que no está marcado por una suerte de nostalgia beligerante. Nos encontramos con nuevos tipos de personajes, de temperamentos, de estrategias para hacer frente a los términos del ejercicio del poder en el acelerado proceso de industrialización de las ciudades chinas.

Entre los rasgos que llaman la atención está un marcado sentido de la ironía, producto de un genuino sentido de superioridad moral y política. Aunque la correlación de fuerzas pueda ser desfavorable, hay un claro sentimiento de autoridad, tanto de parte de los activistas como de los encargados de la administración de los santuarios y sus correspondientes recursos.

En esta creación de un nuevo sentido de autoridad, los textos de la presente publicación destacan la importancia que adquiere el estilo personal de vida. Vemos personajes contestatarios al orden político imperante y a las tendencias en el consumo urbano de sofisticación creciente. El estilo de vida de los activistas legales puede considerarse de una relativa austeridad; viven como los demás miembros de su comunidad rural, excepto por el hecho de contar con teléfonos celulares de última generación que permiten una comunicación fluida con organizaciones de defensa de los derechos humanos con base en las ciudades.

Pero también aparece otro personaje, el rebelde burlón, el irónico malcriado. Quizá la figura más conocida en los medios sea el artista plástico y activista de los derechos humanos Ai Weiwei. Todo indica que se trata, en realidad, de un fenómeno generacional. Son los supervivientes políticos de la Revolución cultural, que no devinieron en los tecnócratas industrializadores que actualmente ejercen el poder desde el Estado. Es una generación que fue víctima de los atropellos fanáticos de los sesenta y comienzos de los setenta, que descubre la fuerza política de lo que puede llamarse la consistencia moral.

Lo más interesante es que no se trata de una oposición entre los puros contra los impuros, talón de Aquiles no sólo del fundamentalismo religioso, sino también de una parte significativa del pensamiento crítico del siglo XX. Por el contrario, estos personajes irónicos son ajenos a cualquier código de political correctness; más bien están orientados a un razonamiento moral permanente. En vez de moverse aplicando prácticas codificadas, hacen exactamente lo contrario: aprenden a echar mano de todo lo que sea necesario para la defensa de la autonomía de los ciudadanos. El ingenio antes que el método. Ya sea el conocimiento detallado de la ley para enfrentarla a los representantes oficiales de esas mismas leyes, ya el recurso a la “superstición feudal” de las prácticas religiosas para asegurar un manejo independiente de la economía comunal, o bien la irreverencia desafiante; en todos los casos hay rasgos compartidos como un estilo de vida sencillo, una defensa de la honestidad y de lealtades básicas con los más próximos.

A este conjunto de características se le llama en el texto “poética política”, o formas muy creativas de innovar el quehacer político. La lectura de estos trabajos, en primer lugar, ofrece valiosa información sobre las nuevas formas de ciudadanía que se abren paso en medio del modelo neosocialista chino; también sobre la importancia y vitalidad del trabajo etnográfico para la descripción de realidades muy activas y presentes en la vida diaria de la China actual. Pero con un efecto más duradero y que ayuda a entender las realidades contemporáneas más allá del marco chino.

Durante mucho tiempo se tomó como incuestionable que los móviles de las acciones en el campo político eran o bien producto de intereses, y por lo tanto sometido éste a alguna forma de cálculo estratégico, o bien creencias más o menos escatológicas vinculadas con alguna forma de pureza. De esta forma, a los partidarios del cálculo político les gustaba presentarse como los amorales, los realistas, una forma disimulada de admitir lo que Hobbes, hombre piadoso al fin, decía con todas sus letras: el miedo es el principal afecto en la política. No llegó a afirmar el corolario obvio: en padecer ese miedo hay cierto placer.

Por el contrario, a los puros que, excepto cuando son conservadores, suelen ser minoría, les parecía que la búsqueda de la bondad universal era un impulso más firme que cualquier obstáculo práctico. Prestos al sadismo ante los primeros obstáculos en su camino iluminado, la dimensión de los sentidos fue desposeída de cualquier valor. Lo más importante no era ocuparse de esa coexistencia de prácticas aburridas y eventos inesperados que solemos llamar realidad a secas, como de “la lógica subyacente de las cosas”.

El efecto refrescante, el más duradero, que dejan estos ensayos es mostrar que en estos comienzos del siglo XXI hay alternativas, muchas, a un ejercicio activo de la ciudadanía, a una creatividad que consiste en juntar los acontecimientos y las cosas que ya existen de una nueva manera. Es fundamental tener presente que vivimos en realidades con elementos discretos, pero importa igualmente asumir que las combinaciones posibles de esos elementos son ilimitadas... y constructivas.

GUILLERMO NUGENT
Universidad Nacional Mayor de San Marcos