La colección Emaús ofrece libros de lectura

asequible para ayudar a vivir el camino cristiano

en el momento actual.

Por eso lleva el nombre de aquella aldea hacia

la que se dirigían dos discípulos desesperanzados

cuando se encontraron con Jesús,

que se puso a caminar junto a ellos,

y les hizo entender y vivir

la novedad de su Evangelio.

Josep Jiménez Montejo

Jesús: indignación y misericordia

Prólogo de Josep M. Rovira Belloso

Colección Emaús 125

Centre de Pastoral Litúrgica

A mis padres,

a mi cuñado Toni,

a mi sobrino Àngel,

que ya descansan en la paz

y la misericordia de Dios.

Director de la colección Emaús: Josep Lligadas

Diseño de la cubierta: Mercè Solé

Fotografía de la cubierta: “Heridas” de Jordi Bertran Cequiel

© Edita: CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA

Nàpols 346, 1 – 08025 Barcelona

Tel. (+34) 933 022 235 – Fax (+34) 933 184 218

cpl@cpl.es – www.cpl.es

Edición digital noviembre de 2016

ISBN: 978-84-9805-772-0

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Prólogo

Josep Jiménez Montejo ha escrito un libro que puede sorprender, en un momento en que en general hemos descubierto que vivimos en un régimen de misericordia, por parte de Dios, para con nosotros los hombres pecadores. Este libro, construido casi totalmente a base de los textos bíblicos, no obstante, puede causar sorpresa entre aquellos “convertidos” a la misericordia de Dios que llegan a caer en un “buenismo” al cual todo le parece bien, hasta el punto de abandonar toda lucha o todo trabajo serio para que el mundo mejore tal como Dios quiere.

Por eso, subrayando el clasicismo que supone haber hecho su escrito a partir de la Escritura, está muy bien que Josep J. Montejo haya comenzado su libro con estas palabras esclarecedoras:

“Mientras que el amor y la santidad [de Dios] forman parte de su naturaleza esencial, su ira se manifiesta como consecuencia del pecado humano, y si no hubiera pecado, no habría ira. Por lo tanto, es la oposición de Dios al pecado del hombre lo que hace que el hombre esté expuesto a su ira. Pero Dios ofrece en Jesucristo el camino de la liberación de la ira. En Jesucristo Dios mismo suaviza las consecuencias destructivas del pecado. De ahí que la Buena Noticia, que es Jesucristo mismo, y que se manifiesta a través de todos los escritos del Nuevo Testamento, crea una división entre los que son liberados de la ira a través de la fe en el amor compasivo de Dios y los que permanecen bajo la ira porque menosprecian esta gracia. San Pablo lo expresa así: “Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Y ahora que estamos justificados por su sangre, con mayor razón seremos librados por él de la ira de Dios” (Rm 5,8-9).

Con esta precisa y preciosa declaración preliminar, Josep J. Montejo abre de par en par las puertas del régimen de misericordia. Lo que también muestra claramente Josep J. Montejo es que la Buena Nueva del Evangelio es el infinito Amor de Dios en nosotros, mientras que su ira es el tránsito del enojo a la misericordia: la ira de Dios es siempre un tránsito hacia el Amor que se nos ha dado porque Dios es Amor misericordioso y medicinal de cara a darnos su mismo Ser identificado con este Amor misericordioso.

Es el pecado la causa de la indignación de Dios. Es el hombre pecador la causa de este momento medicinal que Dios toma en vistas a la salvación de este mismo pecador.

Así, la indignación de Dios es un momento medicinal de cara a la misericordia salvadora de este mismo pecador. Por ello puedo seguir diciendo que estamos en un régimen de misericordia por la fe que actúa por el amor: vivimos en un régimen medicinal bajo una mirada benévola y humilde de corazón como la de Cristo.

Josep J. Montejo no dice una boutade, ni hace una acción retrógrada cuando atribuye a Dios una acción indignada, que proviene de su Amor infinito, de rechazo al pecado y de acogida al pecador. Eso nos permite en la práctica una visión simplemente realista: sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo.

Ello nos permite dar razón de que el Apocalipsis sea un libro de lucha, nada favorable a un cristianismo blando y mundanizado, como suele decir el papa Francisco. Un cristianismo así se vería privado del elemento de realismo medicinal que es propio del tránsito que supone la indignación que nos llevará a la lucha contra el mal.

Sólo quedaría un “buenismo” a-crítico y sin temple en la lucha contra el mal del mundo, que haría perder el sentido de la vida y debilitaría la persona. Un puro “buenismo” que se conformaría con quedar privado del elemento elevador ético y espiritual que la Cruz de Cristo introduce en la vida cotidiana porque considera que basta con la aceptación pura, simple, pero también estéril, y ahora sin sentido, del mundo presente. Un mundo absolutamente sin Cruz, sin la indignación que es un tránsito hacia el amor entregado, sería el fruto amargo y estéril de la renuncia a la Cruz de Cristo.

Necesitamos el tránsito de la indignación al Amor operativo. Necesitamos vivir asumiendo la entrega a la Cruz de Cristo, fruto del Amor, para obtener el sentido de la vida que Jesucristo ha imprimido a la existencia humana a través de la elevación que le ha dado la Cruz gloriosa del Señor.

¿Cómo actúa Cristo? La respuesta está en el epílogo del evangelio de san Juan (capítulo 21). Jesucristo dice palabras totalmente extraídas de la vida cotidiana, que acercan lo Trascendente a los humanos, antes de que Él, el Transcendente, se muestre –divino y humano– a los que serán por siempre sus discípulos. Jesús dice con palabras de la vida más sencilla: “¿Habéis pescado algo para comer?”; “Echad la red a la derecha de la barca, y pescaréis”; “Traed alguno de los peces de los que acabáis de sacar”; “Venid a comer”. Y junto a esto su Presencia divina y humana no se hace esperar. El discípulo amado es el primero en darse cuenta de quién era el que esperaba a los discípulos en la playa. Por eso lo dijo a Pedro y a los restantes discípulos: “Es el Señor”: Ya no volverán a separarse. El resto del capítulo trata del Amor.

Josep M. Rovira Belloso

Presentación

Muchas cosas en la vida nos provocan indignación. Las principales son, seguramente, las injusticias, y más aún, el abuso sobre los más débiles y pobres, sea en el nivel que sea: social, político, laboral, personal… Hace algunos años, vimos nuestras plazas llenas de gente indignada por diferentes motivos, algunos de los cuales seguramente eran compartidos por muchos otros ciudadanos, estuvieran o no allí. Lo cierto es que la indignación es sentida por muchas personas aunque no la manifiesten exteriormente. Y es que la situación actual ha sido provocada por una ya larga crisis económica que parece haber sido diseñada contra los más débiles y los más pobres y ha provocado tanto paro que ha llevado a muchas familias a una situación cercana a la indigencia. Y sentimos vergüenza. Sí, también nosotros estamos indignados y avergonzados al ver la corrupción que permanece impune en muchos casos; al ver las estafas; al ver los desahucios promovidos a menudo por una banca que ha recibido tanto dinero público; al ver que a pesar de la dignidad de la política, los partidos políticos no siempre actúan pensando en al pueblo al que tienen que servir. Sí, estamos indignados porque, además, no todo lo que es legal es legítimo ni justo, y a menudo vemos, impotentes, cómo el poder legislativo de los estados legisla en favor de los poderosos y de sus intereses, y porque las víctimas de este hecho son siempre los más pobres. Sí, estamos indignados a causa de las desigualdades que, en lugar de disminuir, parece que aumenten, se consoliden y amplíen en todos los aspectos de la vida. Cada día que pasa, la riqueza del mundo, tanto en cada estado como globalmente, se va concentrando en menos manos.

Este abuso de los poderosos a lo largo de la historia parece una constante, pero no queremos resignarnos a pesar de las dificultades y los fracasos, a pesar de que es cierto que los hechos más bien nos invitan al pesimismo, expresado a menudo en frases como “siempre ha sido así”. El poder, sea quien sea quien lo tenga en sus manos, y sea cual sea su ideología, siempre es el poder, y siempre se impone y abusa. Pero esto no debería sorprendernos tanto, ya que Jesús nos lo advirtió, y además nos indicó un camino de salida que significa una propuesta de cambio antropológico, un cambio copernicano en el talante humano:

Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder (Mt 20,25).

Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las gobiernan como señores absolutos y los grandes las oprimen con su poder (Mc 10,42).

Los reyes de las naciones gobiernan como señores absolutos, y los que ejercen la autoridad sobre ellos se hacen llamar bienhechores (Lc 22,25).

Y, en palabras de Mateo, concluye:

Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo vuestro; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos (Mt 20,26-28).

Marcos se expresa en palabras casi iguales, y Lucas en palabras muy parecidas. La salida, la respuesta es, por lo tanto, el servicio. Sí, y han sido el servicio y la solidaridad, tanto familiar como social, los que han permitido, y todavía están permitiendo a muchas personas, trampear una situación que, por desgracia, todavía no remite.

Sí, estamos indignados y avergonzados al ver los abusos sexuales que sufren los pequeños, o los pecados de la Iglesia que a menudo escandalizan a los sencillos, o la violencia contra los más débiles, “las” más débiles, en el ámbito familiar. Indignados al ver la impunidad en la obtención de prebendas por parte de los que retienen el poder, aunque sea obtenido por la vía de la democracia. Indignados con nosotros mismos porque no siempre hacemos frente a nuestra condición humana a menudo entregada a la corrupción, a la mentira, al abuso. Cuando hace pocos años era habitual que se hablara de la “cultura del pelotazo”, es decir, de la obtención fácil y rápida de dinero en operaciones, especialmente urbanísticas y en el campo de la construcción, recuerdo haber criticado esta forma de ganar dinero. Y a menudo, demasiado a menudo, la respuesta recibida era esta: Si yo pudiera, haría lo mismo. Quiero decir que en más de una ocasión, si nosotros mismos no hemos sido corruptos es porque no hemos tenido ocasión. Ojo, pues, con la crítica fácil, porque en la medida en que llevamos inscritas en el corazón las consecuencias del pecado original, todos somos capaces de sucumbir a los efectos de todo lo que supone el alejamiento de Dios.

A menudo estos temas forman parte de nuestras quejas, de nuestro deseo de un mundo más justo y de que podamos ver y palpar el Reino de Dios.

Un deseo que ha dado pie a la idea de reflexionar sobre si Jesús de Nazaret el Hijo de Dios, también se indignaba y de ver cuál era el motivo de su indignación. El hecho de que el movimiento ACO (Acción Católica Obrera) en aquellos momentos estaba trabajando el tema de La dignidad de la persona actuó de catalizador y facilitó las cosas. Porque ya hacía tiempo que tenía asumido que el motivo principal de la indignación de Jesús es la violación de la dignidad, la de Dios y la de las personas. Dignidad e indignación, es evidente, son dos palabras que además de tener la misma raíz están relacionadas porque nos “in-dignamos”, o bien somos “in-dignos”, cuando la dignidad no es respetada, cuando nuestra dignidad o la de los demás es violentada. Y cuando somos nosotros quienes no respetamos a los demás o no nos respetamos a nosotros mismos, estamos atentando contra nuestra propia dignidad de hijos e hijas de Dios, llamados a ser perfectos (cf. Mt 5,48) y misericordiosos (cf. Lc 6,36) como Él.

And last, but not leastabbátierno y compasivo, paciente y todo amor

Libros de la Biblia citados

Antiguo Testamento

Am Profeta Amós

Dn Libro de Daniel

Dt Libro del Deuteronomio

Esd Libro de Esdras

Ex Libro del Éxodo

Ez Profeta Ezequiel

Gn Libro del Génesis

Is Profeta Isaías

Jb Libro de Job

Jo Profeta Jonás

Jr Profeta Jeremías

Js Libro de Josué

Lv Libro del Levítico

Mi Profeta Miqueas

Ml Profeta Malaquías

Nm Libro de los Números

Os Profeta Oseas

1Sa Primer Libro de Samuel

2Sa Segundo Libro de Samuel

Sl Libro de los Salmos

Nuevo Testamento

Ap Libro del Apocalipsis

1Co Primera Carta a los Corintios

Ef Carta a los Efesios

Fl Carta a los Filipenses

Ga Carta a los Gálatas

Jn Evangelio de Juan

Lc Evangelio de Lucas

Mc Evangelio de Marcos

Mt Evangelio de Mateo

Rm Carta a los Romanos

Sant Carta de Santiago

1Te Primera carta a los Tesalonicenses

2Tm Segunda carta a Timoteo