La colección Emaús ofrece libros de lectura

asequible para ayudar a vivir el camino cristiano

en el momento actual.

Por eso lleva el nombre de aquella aldea hacia

la que se dirigían dos discípulos desesperanzados

cuando se encontraron con Jesús,

que se puso a caminar junto a ellos,

y les hizo entender y vivir

la novedad de su Evangelio.

Rodolfo Puigdollers

Siete principios de humanidad

Las primeras páginas de la Biblia

Colección Emaús 129

Centre de Pastoral Litúrgica

Director de la colección Emaús: Josep Lligadas

Diseño de la cubierta: Mercè Solé

© Edita: CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA

Nàpols 346, 1 – 08025 Barcelona

Tel. (+34) 933 022 235 – Fax (+34) 933 184 218

cpl@cpl.es – www.cpl.es

Edición digital: noviembre de 2016

ISBN: 978-84-9805-7683

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Introducción

¿Qué es el ser humano? ¿Qué somos cada uno de nosotros? ¿Qué soy yo? He aquí la gran pregunta que nos hacemos a lo largo de nuestra vida. Y, en determinadas circunstancias, todavía más. Sea ante la gran alegría del nacimiento de un hijo o ante la realidad dolorosa de la pérdida de una persona querida. Ante la catástrofe de un gran terremoto o ante la generosidad de una vida plenamente dedicada a los demás.

Un precioso canto judío de hace más de dos mil trescientos años ya se interrogaba sobre esto: “Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado: ‘¿Qué es el ser humano para que te acuerdes de él; un hijo de hombre, para que mires por él?’” (Sal 8,4-5). La pregunta está hecha en la presencia de Dios. Es más, está hecha dirigiéndola a Dios mismo.

Esta es una de las características de la persona creyente. Se hace las preguntas delante de la realidad inconmensurable del Dios que nos ama. De la luz que ilumina su interior, su manera de pensar y su forma de actuar. A lo largo de los siglos los pueblos, los pensadores, los artistas y, concretamente, cada persona que ha intentado vivir con intensidad su vida se han hecho esta pregunta básica.

Es por esto que esta gran biblioteca que es la Biblia contiene en sus primeras páginas una serie de reflexiones sobre el sentido del ser humano. Los escritos de esta grande y pequeña biblioteca recogen la gran experiencia de fe, a lo largo de los siglos, del pueblo de Israel. Se trata de un pueblo que ha vivido una experiencia singular. Un pueblo que tiene conciencia de caminar en este mundo en un diálogo de amor con el fundamento de toda la existencia: Dios mismo. La biblioteca que recoge, al mismo tiempo, la fe de los discípulos de Jesús de Nazaret.

En una página inolvidable, el narrador bíblico explica que Moisés se sintió llamado por Dios para animar a todo el pueblo a salir de Egipto; y entonces le dirigió esta pregunta: “Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: ‘El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros’. Si ellos me preguntan: ‘¿Cuál es su nombre?’, ¿qué les respondo?” (Ex 3,13). ¡El nombre! La pregunta sobre el nombre es la pregunta sobre la experiencia de aquello que es cada ser en su realidad más profunda. La respuesta de Dios, según la Biblia, fue: “Yo soy el que soy” (Ex 3,14a), es decir, “Yo soy el que está con vosotros cada día para salvaros”. Y añadió: “Esto dirás a los hijos de Israel: ‘El-que-es me envía a vosotros’” (Ex 3,14b). El nombre de Dios, para el creyente bíblico, es: “El-que-es”, el que está siempre al lado para salvar. El que no falla nunca. Como dicen los niños con su argot propio: “el que me está”, es decir, “el que me está amigo”. “Este es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación” (Ex 3,15b).

Por esto Moisés vivió la experiencia de oír que Dios le decía: “Yo te conozco por tu nombre” (Ex 33,12.17). Aquel, cuyo nombre es: “El-que-es”, el mismo que conoce a cada persona por su nombre. La presencia de Dios ilumina al hombre, de tal forma que puede empezar a responder a la gran pregunta sobre qué es el ser humano.

Las primeras páginas de la Biblia, como quien establece una introducción general, presentan de forma narrativa los principios básicos de aquello que es el ser humano. Estas páginas hablan de los “orígenes” del hombre. No en el sentido de los orígenes cronológicos de la humanidad, sino en el sentido de los principios básicos de humanidad, a la luz de la experiencia creyente.

Aquí, la forma narrativa no es, evidentemente, el reportaje del Telenoticias, que va narrando los hechos que van ocurriendo, día tras día, año tras año. No son unas páginas de historia. Sino una narración, como pueden ser las parábolas o los cuentos. Como los mitos de muchas culturas, que sitúan fuera del tiempo aquello que sirve para iluminar el sentido de la realidad actual. Son páginas muy antiguas, que fueron confeccionadas a partir de otros poemas y narraciones, hacia el siglo VI aC o incluso hasta el siglo X aC. Estas páginas recuerdan, en algunos pasajes, poemas sumerios, acadios, asirios y babilónicos, conocidos actualmente por tablillas de barro. Así la epopeya de Atrahasis, el poema de Enuma Elis, la epopeya de Guilgamés, etc. (cf. L. Feliu – A. MilletEnuma Elis y otros relatos babilónicos de la Creación, Madrid: Ed. Trotta 2014). Los autores bíblicos han utilizado estos materiales y estas imágenes, a veces para contradecirlos, a veces para darles un nuevo sentido. Estos nuevos poemas están escritos a partir de la fe en el Dios de los vivos, “el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob”(Ex 3,6).

Me gusta ver estos relatos bíblicos como siete narracionesque muestran los principios básicos de humanidad, a la luz de la experiencia religiosa del pueblo de Israel y releídas desde la fe cristiana. Estas páginas las podemos titular de la forma siguiente:

  1. El poema de la creación (Gn 1,1–2,4a)
  2. El ser humano en el paraíso (Gn 2,4b-25)
  3. El pecado y sus consecuencias (Gn 3)
  4. Caín y Abel (Gn 4)
  5. El diluvio (Gn 5–10)
  6. La torre de Babel (Gn 11)
  7. La llamada de Abrahán (Gn 12,1-4)

Como quien narra viejas historias, a la luz de la lumbre o bajo el cielo estrellado, las personas experimentadas ayudan a subrayar y a mantener aquellos principios básicos que la experiencia del pueblo ha sabido descubrir, a la luz de Dios. Por esto, te invito a adentrarnos suavemente en estas narraciones entrañables, seguros de que en ellas se nos está transmitiendo la sabiduría de aquellos que nos han precedido.

La traducción utilizada de los textos es la de la Sagrada Biblia, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos 2010, con algunos pequeños retoques para resaltar algunos detalles del texto original.

Rodolfo Puigdollers

La Torreta, 17 de junio de 2015